La vida simple: lo esencial y el estoicismo

Si el presente artículo facilita que alguien logre encontrar el enfoque que le permita llevar una vida más satisfactoria, más plena, mejor, entonces el objetivo de éste se habrá cumplido con creces.

24 de febrero, 2023 La vida simple: lo esencial y el estoicismo

¿Por qué tomé la decisión de simplificar mi vida?
A pesar de lo que el título implica, la vida en general no podría calificarse de simple; en particular la mía no lo es, como tampoco la de muchas de las personas que tengo el gusto y la fortuna de conocer. Aún las menos problemáticas, carentes de drama o de incertidumbre en buena medida, pueden verse desestabilizadas de un momento a otro por una gran cantidad de eventos complejos o inesperados y de estos no hay absolutamente nadie que se salve. A veces puede tratarse de problemas médicos/de salud los que nos aquejan, en ocasiones problemas financieros, a veces familiares, quizás personales o laborales. A veces y para peor, dos o varios de estos se presentan simultáneamente. La vida nos confronta con situaciones para las que estamos preparados y con otras para las cuales no lo estamos. Nos obliga a cambiar, a mejorar, a buscar nuevos caminos, a intentar, a fracasar y a aprender de nuestras derrotas. A lidiar con la pérdida, el dolor, con sueños rotos y anhelos frustrados, con sinsabores y decepciones.   

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A pesar de lo anterior, de lo intrincada que puede resultar en numerosas ocasiones, puedo afirmar que he logrado con cierta dosis de éxito hacer un esfuerzo consciente y consistente por simplificar mi vida y tratar de ocuparme de lo verdaderamente importante, dejando de lado en buena medida, lo superficial, ocioso y he también aprendido a lidiar con lo negativo que hay en ella.

Cabe hacer la pertinente aclaración de que el presente artículo no es ni pretende ser, en absoluto, un manual infalible de autoayuda, sino que consiste en el relato y algunos antecedentes de una decisión transformada en experiencia personal que consiste en recuperar lo esencial, valorar la sencillez, determinar con claridad los límites de lo que podemos hacer, controlar y lo que no y cómo todo lo anterior ha tenido un impacto positivo en mi vida. 

Pero, sin más que agregar, comencemos por el principio. 

¿Cómo llegué ahí?
La respuesta es muy clara: por lo abrumadora y desgastante que resultaba física, emocional y psicológicamente mi cotidianeidad. Y el origen de esto obedece en gran medida no sólo a lo que ya mencioné en párrafos anteriores, que atañe a nuestras actividades, responsabilidades, labores y tareas diarias y/o a nuestro círculo más cercano, sino adicionalmente a la enorme sobreexposición a la que estamos sometidos permanentemente a través de internet, de las redes sociales, de los noticieros y otros medios diversos, sobre soto si la información forma parte de nuestro trabajo. Una interminable cantidad de frenéticos acontecimientos (muchos de ellos negativos) suceden día con día y llegan a nosotros con inmediatez, uno tras otro, de manera incesante: noticias sobre homicidios, asaltos, guerras, escándalos, catástrofes naturales, encontronazos de carácter político, económico o ideológico, etc.
Adicionalmente, la tecnología ha evolucionado en formas cada vez más accesibles, mismas que nos proveen información y entretenimiento instantáneo y también gratificación momentánea, lo que ha generado en nosotros, para mal,  una menor capacidad de atención, un notorio detrimento de nuestra sensibilidad, una menor tolerancia a la frustración y una casi nula posibilidad de desarrollar virtudes tan importantes como lo son la paciencia y la tolerancia.
Ante este escenario donde sucede tanto y tan rápido, lleno de problemas cotidianos, de pésimas noticias que fluyen constantemente, de gratificación inmediata, de comparaciones ociosas, de modas y tendencias fugaces es fácil sentirse abatido, desmotivado, sobrepasado. Sin un propósito evidente, sin un enfoque claro y a la deriva en un entorno conflictivo y opresivo.  

Los principios del minimalismo y del estoicismo

Derivado de lo anterior, buscando encontrar equilibrio y soporte, decidí darme a la tarea de abordar dos corrientes (filosóficas/conceptuales) que existen hace ya mucho, mucho tiempo, pero que siguen resultando vigentes hoy en día: el minimalismo/priorización de lo esencial y el estoicismo, como los dos ejes rectores de mi vida.

El minimalismo (proveniente de sus raíces artísticas/arquitectónicas surgidas tras la Segunda Guerra Mundial) a modo de rápido repaso, consiste en la premisa de retomar lo esencial, limpiar todo aquello que es innecesario y priorizar el orden, la concentración y la sencillez.  

El estoicismo, como corriente filosófica, es mucho más antigua y sus orígenes se remontan al siglo III antes de Cristo, siendo Zenón de Citio su fundador y el emperador romano Marco Aurelio su alumno más conocido y aventajado (en este sentido, para quien resulte de interés recomiendo sus “Meditaciones”, del cual hay extraordinarias ediciones en español). 

A modo de resumen, dado que sus planteamientos y prácticas son mucho más extensas de lo que aquí puedo plasmar, el estoicismo basa sus principios fundamentales en las siguientes premisas: 

-La tolerancia y el autocontrol, o lo que es lo mismo el valor de la razón para sobrellevar el caos, a fin de dominar los hechos que perturban nuestra vida. 

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-Ocuparse de aquello que está bajo nuestro control (palabras, juicios, acciones y pensamientos) y no preocuparse en demasía de aquello que no (palabras u acciones ajenas, eventos, circunstancias, etc.)

-No dejarse dominar por las emociones, dividiendo éstas en buenas, indiferentes y malas (a las primeras hay que potenciarlas con mesura, las indiferentes obviarlas y las terceras, aprender a lidiar con ellas).

– Las cuatro cualidades más importantes son: (Buscar) La sabiduría, (actuar con) justicia, (emplear) el coraje y (alimentar) la disciplina.

– La importancia de la ataraxia o serenidad, dado que son precisamente las reacciones emocionales a las situaciones negativas las que provocan en gran medida una percepción distorsionada de la realidad y confundir pensamientos y opiniones con hechos.   

Beneficios

Por un lado el minimalismo me ha facilitado, antes que cualquier otra cosa, establecer con claridad aquello que resulta esencial en mi vida; del mismo modo, el separar las (pocas) cosas verdaderamente importantes de las (muchas) que son triviales. A priorizar calidad sobre cantidad y a elegir menos, pero mejor. 

Esto aplica para todo, como seleccionar actividades y compromisos que, como es natural, invariablemente tienen un costo, aunque éste no resulte tangible. Y el precio a pagar a veces puede ser otra actividad más satisfactoria o productiva, parte de nuestro limitado tiempo, o energía y atención. 

Elegir de manera selectiva me permite abordar con mejor disposición aquellas cosas que resultan importantes, que requieren más tiempo o mayor energía y/o atención. Me ha permitido definir qué es necesario, qué es urgente y que no es ni lo uno ni lo otro. Del mismo modo, me ha permitido establecer quienes, de mi círculo de amistades y familiares, merecen una explicación y quienes una respuesta. A quién o quiénes dedicar mi total y completa atención, afecto, interés, apoyo, así como las formas de hacerlo (llamadas, mensajes, visitas).  

Este mismo filtro es utilizado no sólo respecto a mis actividades diarias sino también para las cosas materiales: ¿qué tan necesario es esto que estoy por adquirir?; ¿reemplaza algo más, estaré utilizándolo por un largo tiempo o simplemente siento la necesidad de ese estímulo momentáneo y satisfactorio que me produce la adquisición? En caso de que la respuesta cumpla con los criterios previos, entonces prefiero comprar un artículo de mejor calidad (que no necesariamente implica lujo), que dos, tres o diez de menor valía. ¿Tengo cosas que hace mucho no utilizo? Entonces no tiene sentido mantenerlas conmigo; donarlas, regalarlas, venderlas, dependiendo el caso, resultará mejor para mí y para otros allá afuera. 

Más (decisiones, prendas, artículos, amistades, relaciones, eventos, actividades, compromisos) no necesariamente implica algo mejor y mantenerse ocupado/entretenido no es lo mismo que ser útil o eficiente. El orden, la disciplina, la simpleza, en tiempos convulsos, resultan una bocanada de aire fresco y aportan mayor claridad de la que podría pensarse. 

El estoicismo, por otro lado, complementa estas ideas al reforzar ciertos preceptos básicos que, en ocasiones, pasamos por alto: existen un sin número de cosas que no podemos controlar y sólo algunas que sí, de modo que resulta importante diferenciar ambas y centrarnos en las segundas, en aquellas que dependen completamente de nosotros. 

La vida puede ser caótica en gran medida y entre más entendemos de ella, más lo resulta. Y nadie está exento de conflictos. De lidiar con posturas equívocas o carentes de sustento. De arbitrariedades. De relaciones con personas que poseen rasgos o actitudes nocivas. De accidentes o imprevistos. De una mala racha. De noticias funestas. Gran parte de la complejidad de nuestro mundo proviene de factores externos.  

Derivado de lo anterior, mantener en la medida de lo posible la serenidad y enfocarnos en aquello que podemos y debemos hacer resulta particularmente relevante. Son nuestras acciones, nuestros pensamientos y nuestra capacidad de raciocinio la que ha de dirigir nuestros objetivos cotidianos, a través de la constancia y la disciplina.  

No a partir de nuestras emociones. Menos aún de los pensamientos, acciones y emociones de los demás, sobre las cuales no tenemos control alguno. 

Cierto es que, en gran medida, nuestras obligaciones y responsabilidades agotan la mayor parte de nuestro tiempo y energía, dejando muy poco espacio para aquello que disfrutamos y/o nos produce paz, bienestar, tranquilidad. Peor aún, muchas de las veces empleamos demasiado tiempo y energía en actividades que no generan beneficio alguno para nosotros mismos ni para los demás.  

Ocuparme de aquello que puedo controlar (y aceptar o lidiar con aquello que no), priorizar, ser selectivo en cuanto a mis actividades y compromisos, no dejarme imbuir por pensamientos o emociones momentáneas ni decidir basado en éstas, elegir conscientemente mayor calidad sobre cantidad, buscar mayor sabiduría y conocimiento, vivir con más orden y disciplina, es parte de lo que he aprendido y buscado perfeccionar a través del tiempo, lo cual ha tenido un impacto relevante en mi vida cotidiana. 

Aún asumiendo que todos y cada uno de nosotros somos distintos, con actividades, inquietudes, cualidades y defectos particulares, los principios antes vertidos aplican del mismo modo en lo general. Para hombres y mujeres. Solteros o con pareja. Casados o con hijos. Para divorciados. Para jóvenes y para adultos mayores. Para extrovertidos e introvertidos. Para contadores, literatos, mercadólogos, comerciantes, ingenieros, abogados, pequeños, medianos o grandes empresarios, médicos, empleados del sector público o privado, etc. 

Todos pueden beneficiarse de los preceptos mencionados con anterioridad. Confío, por tanto, que este texto le resulte de utilidad al menos a alguno de los lectores y que le permita ahondar en ciertas ideas, premisas y prácticas que a mí me han resultado de gran valía. 

Del mismo modo, si el presente artículo permite o facilita que alguien logre encontrar el enfoque (aún siendo distinto de este) que le permita llevar una vida más satisfactoria, más plena, mejor, entonces el objetivo de éste se habrá cumplido con creces. Al final, bien lo enunciaba Sir Francis Bacon: “La soberanía del hombre está oculta en la dimensión de sus conocimientos”. 

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