“Estoy absolutamente convencido que ninguna riqueza del mundo puede ayudar a que progrese la humanidad. El mundo necesita paz permanente y buena voluntad perdurable.”
– Albert Einstein (1879 – 1955).
La frase inicial de esta colaboración incluye la palabra paz como clave de progreso humano. Justo ahora nos hallamos en un momento en que, a nivel mundial, pareciera que no existe rincón alguno en calma. Parece como si el futuro inmediato estuviera marcado por la tragedia, la guerra, la violencia o la enfermedad y frente a un panorama tan desolador ¿qué se puede hacer?
El primer paso para estar mejor tiene que ver con nosotros mismos y con el cuidado que nos ponemos en lo que pensamos, hacemos, sentimos y decimos. ¿Tarea fácil? Parece que no. La acción de cuidar (del latín cogitatus = pensamiento) implica asistir, guardar, conservar y es también una solicitud y atención para hacer bien algo. ¿Hacer bien o conservar qué?
La Madre Teresa de Calcuta (misionera libanesa / 1910 – 1997) escribió: “La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis sino más bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos.” Y de una u otra forma el contexto pandémico nos puede llevar a una situación de descuido por la falta de certidumbre, de estabilidad y de equilibrio y porque cada vez se vuelve más importante sobrevivir, terminar el día sin novedad aparente y seguir adelante.
¿Qué significa cuidar? ¿Cómo es cuidar? Creemos que lo hacemos todos los días porque nos aseamos, comemos, dormimos o nos ejercitamos, pero el cuidado va más allá de hacerlo en primera persona. Podemos ser muy pulcros en el cuidado personal pero insultar al primer individuo que se nos cruce en el camino porque no estamos cuidando nuestros pensamientos ni nuestras emociones y tenemos ganas de echar pestes (aunque sea la persona incorrecta para hacerlo), buscamos quien la pague y no quien la hizo.
Cuidar, en un sentido amplio (y no simplemente ligado a la enfermería), implica una serie de pasos que conducen al bienestar personal y colectivo. En el momento más álgido de la pandemia circuló en redes una campaña enfocada al ciudad para fomentar el uso del cubrebocas. Bajo el lema: “Te cuidas tú, nos cuidamos todos” la intención era crear conciencia en que no se trata de algo individual sino social. Al día de hoy parece (alarmantemente) que las medidas están más relajadas y que ya no importa seguir con el cuidado básico, pero esto no ha pasado y no existe evidencia científica para asumir que ¡ya la libramos!
El cuidado no se limita a las enfermedades, sino que se encuentra justo un paso antes como una forma de prevención aunque se le relacione directamente con la labor de enfermería cuando estamos en el hospital. También somos cuidadosos con los bebés o con los ancianos. Extremamos cuidados al colocarnos en una situación de riesgo, es decir, que el cuidado está presente en nuestra vida pero somos poco conscientes de lo que ocurre cuando lo dejamos de lado y tampoco nos educan para el cuidado ajeno (sin distinción de género).
Cuidar de una anciana al cruzar la calle, cuidar de no hacer ruido en un hospital, cuidar de no golpear a alguien por accidente en el transporte público, cuidar al otro de manera permanente como una regla de vida y no solo por mandato social ante una pandemia.
Cuidar nuestras palabras y acciones, cuidar nuestras emociones, cuidar nuestras intenciones, cuidar nuestros pensamientos. Cuidar en primera, segunda y tercera persona del singular y del plural porque somos humanos y el cuidado es parte de #laspequeñascosas que debemos procurar si estamos en el camino de dejar un mundo mejor del que encontramos. Cuidar no cuesta nada y puede ser la gran diferencia entre una vida llena de paz o inmersa en el temor y la violencia.
A manera de colofón: recuperemos la bonita costumbre de despedirnos con un “Cuídate mucho” porque ello significa que me interesas, que me ocupo de ti y que pese a vivir tiempos violentos siempre hay alguien que te cuida y me cuida. Normalicemos el cuidado como una forma de prevención y demostración de amor.
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