Los días transcurren uno tras otro como en una oleada de horas y minutos que no para y va dejando meses en el pasado. Hoy es el primer lunes del tercer mes de este 2023, tres años han transcurrido desde el inicio de la inclemente pandemia por COVID-19 y aunque parece que estamos en tiempos post pandémicos, la realidad es que se trata de una etapa que no ha finalizado del todo aunque cada vez sea menos agresivo el contagio gracias a las vacunas y los tratamientos.
Algunos le atribuyen a John Lennon aquello de que “La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes” y “lo dirán de chía pero es de horchata” (dicho popular) porque el confinamiento pandémico fue algo que nos sucedió mientras hacíamos otros planes. Afortunadamente, hoy es otro tiempo (no juzgo si mejor o peor) y tenemos la posibilidad de elegir lo que haremos con lo que tenemos y lo que somos, a pesar de vivir tiempos complicados entre países en guerra, crisis económica, violencia, inestabilidad política y una deteriorada salud mental provocada por el aislamiento que vivimos (la otra pandemia, le dicen) porque finalmente, seguimos aquí y algo bueno ha de surgir de todo esto.
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Sin embargo, pareciera que la normalidad que enfrentamos carece de sentido común y que en el intento de recuperar la vida que se perdió hace tres años, es posible arriesgarlo todo incluida la moralidad. Existe un extraño (o tal vez no tanto) comportamiento de rapiña en los centros de trabajo, en los negocios, en las tiendas comerciales, en la calle, en el transporte público: todos quieren llevar agua para su cantarito sin importar el precio. He escuchado de personal que roba descaradamente a sus jefes, he visto personas pelear casi hasta los golpes por un asiento, por un espacio, por pasar primero; la intolerancia parece servirse a diario en plato frío.
El día a día ocurre entre la indiferencia, el hartazgo, la decadencia, la hacinación colectiva, el desempleo, la carencia en sus múltiples formas y el desbordamiento en la realidad virtual mediante el uso excesivo e indiscriminado de las redes sociales. Los jóvenes, promesas del futuro, diluyen sus años mozos a ritmo de reggaetón adorando falsos ídolos y volviéndose adictos a las sustancias que día con día son más fáciles de conseguir porque lo de moda es vapear o perrear sin distinción de clases sociales, edad o género. La guerra sucia del poder, la lucha al interior de sindicatos (como ocurre en el Sistema de Transporte Colectivo Metro) parece luchar contra todo intento de esperanza y de un país mejor porque a la clase política sólo le interesan los ciudadanos traducidos en votos en las urnas el día de las elecciones.
Por todo lo anterior, es un momento en el que se hace indispensable voltear la mirada a #laspequeñascosas y que sean ellas las que nos conduzcan por el camino de vuelta al sentido humano que tanta falta nos hace y revalorar la permanencia en el aquí y el ahora, como lo que escribió Albert Camus: “También, como él, pensaba que este mundo sin amor es un mundo muerto y que llega un momento en que se cansa uno de la prisión, del trabajo y del valor, y no exige más que el rostro de un ser y el hechizo de la ternura en el corazón” (La Peste).
A manera de colofón: el próximo miércoles se conmemora el #8M (Día Internacional de la Mujer), día de activismo, protesta y marcha en contra de la violencia de género, la desigualdad y la impunidad que existe en México, en donde ocurren al menos 10 feminicidios cada día. No me considero activista ni tengo formación política y a pesar de ser comunicóloga o precisamente a causa de ello, soy escéptica en muchos sentidos, así que a propósito de este día sólo diré que “mujeres somos y en el camino andamos” además de citar a Antonieta Rivas Mercado: “Salta a la vista que la pasividad femenina sirve de zoclo a la licencia masculina. Las mujeres mexicanas, en su relación con los hombres, son esclavas. Casi siempre consideradas como cosa y, lo que es peor, aceptando ellas serlo. Sin vida propia, dependiendo del hombre, le siguen en la vida, no como compañeras, sino sujetas a su voluntad y venidas a su capricho. Incapaces de erigirse en entidades conscientes, toleran cuanto del hombre venga.” (Obras completas de Antonieta Rivas Mercado. Luis Mario Schneider. Lecturas Mexicanas)
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