La violencia es el miedo a los ideales de los demás.
– Mahatma Gandhi (1869-1944), pensador y activista.
He dado pequeños vistazos a mi historia personal a través de las diversas colaboraciones que he escrito en este generoso espacio que nos brinda libertad de expresión y así ha sido desde el año 2015. ¿Escribir para qué o para quién o por qué? Porque fue la forma en que empecé a liberarme (sin entonces saberlo) de una prisión en la que me coloqué (inconscientemente) a cambio de permanecer siete por veinticuatro con mi hijo a quien tanto anhelaba. La historia no fue un cuento de hadas y ahí comenzó el tormento que más tarde se tradujo en una serie de sucesos y abusos que a los ojos de la ley carecen de validez por no ser fácilmente comprobables y porque los dichos no tienen valor judicial, sin marcas y sin rastros nada se puede comprobar y entonces se empieza a andar por un camino inmerso en la soledad y la indefensión.
En marzo de este año escribí sobre los relatos porque son el eje de todo cuanto escribo: contar la propia historia para fines múltiples que pueden ir desde la mera liberación de la emoción hasta la terapia o como en esta ocasión para dejar por escrito los hechos, esos que los abogados monetizan de inmediato y que la justicia ignora porque no existe “evidencia abrumadora”.
El pasado jueves 14 de octubre del año en curso recibí un mensaje de boca de un tercero que, a su vez lo recibió de otro tercero: “Adriana quiere tu número telefónico para avisarte que ya puso la demanda por incumplimiento de pago, sabe que no es contigo el problema pero le pidió el pago a Alberto y él le dijo que te demandara pues todo está a tu nombre, así que quiere avisarte”. En 2018, entre la salida del hospital de mi madre por una complicación de fractura de cadera y el ingreso de mi padre por un infarto cerebral, descubrí que el padre de mi hijo (contador público) había realizado una serie de movimientos fiscales a mi nombre, todos de forma electrónica; sí, porque en mi ignorancia sobre temas contables y sin ánimo por la salud de mis padres a quienes cuidé desde que enfermaron me desentendí y lo dejé todo en sus manos con el uso de mi información, firma FIEL y contraseñas a libertad por lo cual el abuso de confianza se logró con facilidad y sin rastro.
Lo que sigue da para hojas y hojas, lo que importa es que entre los movimientos, emitía facturas a mi nombre por servicios (algunos reales y otros no) y pagos a proveedores (algunos reales y otros no) pero cuando descubrí los malos manejos puse un candado y corté de tajo los movimientos. En ese contexto, su hermana (media hermana en realidad por línea materna) empezó a acosarme mediante llamadas y mensajes de texto a mi celular diciéndome que su hermano le debía un pago por supuestos servicios que ella le brindaba y ante la supuesta negativa de pago de él se dirigía conmigo porque la factura estaba a mi nombre y por tanto, estaba obligada a pagar. Nunca accedí porque se trataba de un acuerdo entre ellos y porque ya había descubierto el abuso de confianza.
Visité y consulté abogados y contadores. el tiempo fue pasando, la salud de mi padre mermaba y entre tanto, mi salud física y mental se deterioraba al grado de constantes crisis nerviosas. Los mensajes de Adriana nunca cesaron, incluso algunos días previos al confinamiento por pandemia envió uno último advirtiendo que “ahora sí metería la demanda”. ¿Amenazas? ¿Acoso? ¿Presión psicológica? ¿Soborno? ¿Chantaje? ¿Quién en su sano juicio, en medio de una crisis por pandemia, con un menor de por medio, con el conocimiento pleno de la situación personal, siendo también mujer y madre soltera ataca mediante un instrumento legal a sabiendas de que el trato no fue conmigo sino con un tercero con antecedentes de fraude, morosidad, chantaje, etc.?
La violencia genera violencia, me he negado a caer en ese recurso porque he evitado ser quien le muestre a mi hijo la cara siniestra de su progenitor, pero la vida me ha enseñado a defender mis causas y no pararé hasta lograr justicia, libertad y bienestar plenos para mí y para él porque no tengo miedo. Quizá este sea el primer paso para lograrlo porque #laspequeñascosas también nos hacen fuertes, valientes y poderosos.
A manera de colofón: las mujeres tenemos derecho a una vida libre de violencia en todos los ámbitos: familiar, laboral, educativo, comunitario e institucional y la sororidad es la vía para caminar en solidaridad por un mundo libre de actitudes y comportamientos machistas. El narcisismo se trata de una necesidad profunda de atención excesiva y admiración, relaciones conflictivas y una carencia de empatía por los demás. La violencia psicológica es toda acción u omisión destinada a degradar o controlar las acciones, comportamientos, creencias y decisiones de otras personas por medio de intimidación, manipulación, amenaza, humillación, aislamiento o cualquier conducta que implique un perjuicio en la salud mental.
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