El cambio es una constante en nuestras vidas y a pesar de ello el ser humano tiene una tendencia natural a mostrar rechazo por todo aquello que origina cambios que afecten a su zona de seguridad –o lo que algunos denominan “zona de confort”– ya que algunos cambios nos pueden llevar a descubrir el lado bueno de las cosas, pero también el contrario. Es raro encontrar a una persona que le gusten los cambios; sin embargo, esa mentalidad resistente al cambio poco o nada ayuda a seguir creciendo profesionalmente.
El entorno en el que vivimos se caracteriza no solo por ser complicado, sino además por ser complejo. Mientras lo primero exige resolver problemas, lo segundo –la complejidad– conlleva saber gestionar situaciones de incertidumbre y hacer frente a un mundo en el que la ambigüedad se come a las certezas del pasado.
Muchas de las grandes empresas que alcanzaron el éxito en el pasado, terminaron desapareciendo como consecuencia de su incapacidad para prever el futuro y adaptarse a los cambios; empresas que murieron por su arrogancia y mirada hacia sí mismas, incapaces de escuchar el ritmo que marcaban sus clientes. Una empresa cambia cuando cambian las personas; sin embargo, cuando las inercias pesan más que la ilusión por adaptarse a entornos cambiantes, tanto los profesionales como las empresas se tornan mediocres.
Es necesario transformar la empresa en una organización con una cultura abierta a la innovación y ágil en su forma de gestionar, es decir que no tenga miedo al error y sea capaz de aprender del fracaso para volver a intentarlo. Es importante cambiar la cultura del control por la cultura del esfuerzo y de un compromiso real y no impostado. Adaptarse al cambio no está mal aunque a veces dudar o resistirse a ello, puede significar llegar demasiado tarde.
Las personas que desarrollamos nuestro trabajo en una compañía debemos mostrar una actitud de aprendiz-experto, esto es una actitud continua de aprendizaje que nos permite saber en qué somos buenos y en qué tenemos que mejorar. Una actitud de aprendizaje que vaya acompañada de acciones que nos conduzcan a obtener resultados.
Cada vez son más las empresas las que demandan perfiles profesionales que combinan su conocimiento experto en un área con unas habilidades transversales que le permitan generar empatía con los clientes, colaborar en un equipo, gestionar diálogos constructivos, tanto a nivel interno como con agentes externos y, sobre todo, ser ejemplo para los demás.
Una cultura abierta a la innovación se basa no tanto en la tecnología como sí en tener una amplitud de miras, en ir más allá. Mientras que la autocomplacencia nos ayuda a perpetuar comportamientos del pasado, los cuales hemos transformado en hábitos y rutinas, la humildad nos prepara para sentirnos expertos aprendices y nos prepara mejor para el futuro.
La actitud que mostramos hacia los demás para cada situación, es fruto de una decisión personal. Hay gente que para mostrar una actitud positiva espera hasta que las cosas marchen bien, pero aun cuando la situación sea desfavorable, el mostrar una actitud positiva influirá a mejorar el escenario.
Ante esta situación de cambios, ¿qué actitud eliges?
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