Ciudad de México, domingo por la mañana y con un clima agradable, decidí ir al encuentro con el arte…
Ciudad de México, domingo por la mañana y con un clima agradable, decidí ir al encuentro con el arte: Los Modernos y Javier Marín, Terra, la materia como idea.
Debo decir que para mí el mar es un paisaje artístico que con su dinamismo no solo equilibra sino que entre las olas el pensamiento se deja hasta que de pronto desaparece en su propia infinitud. Después, hay algo que petrifica, que deja quieto, que absorbe, entonces la experiencia de la eterna quietud.
Para estas fechas, se me negó ese mar que algunos dicen “es para los que están lejos”, pero aun así, tenía la espinita del asombro. Así, me fui al MUNAL y al Palacio de Cultura Banamex (Palacio de Iturbide).
Antes, se me atravesó el Museo Nacional de San Carlos en el que se presentaba la exposición De Rubens a Van Dyck, la pintura flamenca en la colección de Gerstenmaier. Eran las once de la mañana, y de la exposición, sólo rescaté un par de naturalezas muertas de un autor de apellido perdido en mi memoria.
De Rubens a Van Dyck, era más humo que Rubens, más conocidos, alumnos y amigos de Rubens que Rubens.
Al salir, me compré unos roles de canela y una botella de agua, debía comer algo antes de doparme, porque tomar tantas pastillas de jalón y sin comer, dicen que hace daño. El caso es que estuve a nada de librarme de enfermedades respiratorias que siempre sufro cada diciembre, pero no lo logré.
Caminé con la seguridad de saber que Los modernos (Museo Nacional de Arte, del 11 de noviembre al 3 de abril de 2016) no me fallarían —exposición que ofrece al público “un panorama general sobre el desarrollo del arte moderno durante el siglo XX, a partir de una selección de más de 140 obras provenientes tanto del acervo del Museo de Bellas Artes de Lyon, Francia, como del Museo Nacional de Arte”.
Dicha puesta expone obras de George Braque, Pablo Picasso, Henri Matisse, Fernand Lèger, Pierre Soulages, Francis Bacon, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Germán Cueto, Remedios Varo, entre muchos otros.
Domingo a medio día y sí, había gente, pero no al grado de no poder ver las obras, a excepción de una pequeña sala que está justo al entrar, el preámbulo, donde si parecíamos animales en matadero, ni siquiera pude ver qué obras estaban allí porque era imposible.
Después de hacer el recorrido por algunas salas como la Surrealista o la Abstracta, salí con un buen sabor de boca, más por el hecho de haberse expuesto obras cubistas de Diego Rivera.
Salí y sí, debía comer otra cosa, para poder tomarme la siguiente pastilla: torta y refresco: olor a cebolla y mis ojos lloraron porque la vida es así.
Caminé por la calle Madero hasta encontrarme con Javier Marín. Terra, la materia como idea (Palacio de Cultura Banamex. Cierra el próximo 17 de enero) y sus magníficas obras, su manera de hacer arte con la técnica de modelado en barro.
Las obras en barro de Marín (más de noventa en la exposición) encuentran el arte tridimensional, ocupando “un espacio que es su contenido más obvio y expresivo. De ahí la monumentalidad de las piezas, la textura de los cuerpos fragmentados, los rasgos exagerados de las cabezas”.
Las piezas de este gran escultor mexicano nacido en Uruapan, Michoacán, invitan al espectador a quedarse, como bien lo dice Marín, en “el gesto expresivo (…) el desmantelamiento de la forma, de su desconstrucción” a descubrir el accidente que el propio autor encontraba al trabajar “con el color y con el dibujo desde los primeros momentos del modelado, sobreponiendo capas”, al final esto “garantizaba una especie de aportación inesperada al salir del horno”.
Aquélla deconstrucción, ése accidente al que invita el autor, se encuentra en cada una de sus obras, perfectamente bien colocadas para una mayor contemplación.
La visión artística de este escultor mexicano, lo hacen imperdible.
Salí del recinto con un buen sabor de boca. En una de las calles contiguas a Madero, encontré a unos músicos haciendo calle, tocando un cierre fantástico para esa tarde, donde con poco, ellos, conseguían unas moneda, y yo, un poco de tranquilidad, de mar.
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