Querida Tora:
Hubo un problema en la vecindad que a mi pareció muy feo, pero te lo cuento para que veas cómo se están poniendo las cosas. Todo ocurrió porque al señor del 11 se le ocurrió morirse. No se suicidó ni nada parecido, pero el caso es que esa noche estaba tendido en su ataúd, muy seriecito y con su mejor traje allá en su vivienda, porque sale más barato (Aunque más incómodo) que en una funeraria. Y allá fueron todos los vecinos, y también gente de otros lugares, a expresar sus condolencias a la viuda.
Total, que como a las dos de la mañana se presentó una desconocida vestida de luto con velos negros y todo a lamentar “el triste deceso de su Popichurri”, del “felicísima progenitor de su bebé”. Porque, además, estaba embarazada de muchos meses. Todos la rodearon, con la viuda al frente. y le preguntaron quién era. Y la mujer contestó, llena de dignidad. “Su esposa por la ley común”.
-Aquí no hay más esposa que yo – declaró la viuda, con más dignidad aún que la otra.
-Dije “su esposa por la ley común, lo que equivale a decir “su concubina”. Y la concubina es lo mismo que una esposa, pero sin papeles – repuso la desconocida.
-Pues esos papeles son los que hacen la diferencia – arguyó la viuda.
-A mi no me importan los papeles, sino los sentimientos de mi
Popichurri – dijo la infeliz, entre gritos de dolor y amenazas de aborto.
Y cogiéndose de las paredes, se fue a la recámara, a acostarse en el lecho nupcial de la viuda.
Esta, ni tarda ni perezosa, se dispuso a echarla a la calle; y ya se estaba remangando el vestido, cuando se acercó el muchacho del 7, que es abogado y trabaja en la Alcaldía, y le dijo que no se precipitara, porque podría traer malas consecuencias. La viuda, al borde del llanto, le preguntó qué hacía, y el chavo le dijo que le permitiera hablar con ella., porque las concubinas ya tenían casi los mismos derechos que las esposas, y lo que esa mujer quería era quedarse a vivir ahí, como parte de su herencia; y recalcó la palaba “parte”. Todos los vecinos le dijeron que le permitiera hablar con ella porque, como abogado, sabría hasta dónde amenazarla y hasta dónde conceder.
Y para rematar, oyen a la mujer decir:
-Esta va a ser mi recámara, porque aquí siento su presencia- ¿Ay, que se me rompe la fuente!… ¡Que se me rompe!
Entonces, la propia viuda empujó al abogado hacia la recámara, y se retiró a llorar silenciosamente (Afortunadamente, porque los gritos se estaban haciendo insoportables).
Los vecinos se quedaron escuchando, pero sólo lograban percibir unos tenues murmullos.
Al cabo de un rato salió el abogado con cara de “Tenemos problemas”, y dijo a la viuda que la señora no quería aumentar su pena, pero que ella estaba muy necesitada, porque desde que “Don Popichurri” enfermó no había pagado la renta del cuarto que le había alquilado ni le había dado gasto. Y que sus ahorros se habían acabado.
La viuda, que ya se las olía, preguntó “¿Cuánto?”. Y en cuando oyó la respuesta, fue a abrir su armario y sacó dinero.
Un rato después, el del 7 acompañó a la “concubina” a la puerta de la calle. Y cuando se cercioraron de que nadie los veía, la mujer sacó el dinero y le entregó la mitad de lo que había recibido, se quitó el cojín que llevaba sujeto bajo el vestido y se fue para su casa.
¿Qué te parece esta forma de hacer negocios?
Te quiere
Cocatú
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