Comienzo esta colaboración el tercer lunes de enero, considerado por muchos norteamericanos como “blue Monday”. Nombre nacido durante una campaña publicitaria de tiempo atrás, para indicar la fecha en que la conjunción de elementos como el frío ambiental, la cuesta de enero y el adiós a la Navidad, propia de enero, provocaba un estado depresivo. Utilizando este mismo término evocamos los ritmos de jazz denominados “blues”, propios de los estados del sur de Estados Unidos, en particular de Luisiana, que resultan en sones repetidos con pequeñas variaciones, que siguen un ritmo de doce compases. Y de aquí podemos dar un brinco al 12 de febrero de 1924, fecha en la que se estrenó la denominada: “Rapsody in blue” de George Gershwin, pieza sinfónica que contiene elementos jazzísticos norteamericanos alternando con ritmos orquestales. En español se ha traducido como “Rapsodia en azul”, aunque el adjetivo obedece originalmente más al ritmo musical aludido, que, a la condición de tristeza, que también llega a utilizar en inglés el ”blue” como calificativo.
De aquí podemos pasar a lo que es propiamente el estado de ánimo de la tristeza, su variación romántica llamada melancolía, y su condición crónica, la depresión. Son estados del alma provocados, en su gran mayoría por elementos externos a la persona, y en un pequeño porcentaje atribuidos a un desequilibrio químico que genera, ya sea estados depresivos, ya oscilaciones entre la excitación y la depresión, como sucede en los estados maníaco-depresivos.
Sea cual fuere la condición, la ciencia moderna nos da mucha luz con relación a los cambios internos asociados a estos estados de ánimo. Una buena parte de ellos corresponderá a los especialistas del comportamiento abordar y corregir, sin embargo, todos de alguna manera podemos trabajar sobre los propios estados de ánimo, ya sea por cuenta propia o con apoyo de terapia.
Hay elementos más allá de la persona capaces de generar un estado de tristeza. Buena parte de ellos provienen de pérdidas, ya sea de seres queridos, de la salud, de bienes patrimoniales o del estado laboral. Igualmente pueden influir pérdidas de relaciones amistosas que, mientras que a unos parecen no generar mayor trastorno, en otros llegan a condicionar profunda tristeza y hasta disminución de la autoestima.
Cuando nos encontramos en un estado así, lo primero es identificar la causa de este. Revisar, en caso de una pérdida, por qué razón nos afecta tanto, y si pudimos haber hecho algo para evitar esa pérdida, no tanto para rescatar lo que ya se fue, sino para prevenir futuros episodios similares. En segundo lugar, preguntarnos qué podemos hacer nosotros mismos para modificar esa condición de tristeza. Es importante ubicarnos en una realidad inobjetable, nadie va a venir a tocarnos la puerta para sacarnos de un estado de tristeza. Somos nosotros mismos quienes tenemos que buscar solución a nuestro cuadro. Habrá que perdonar a otros por el daño que sentimos que nos ocasionaron, pero más que nada, perdonarnos a nosotros mismos por lo que hayamos hecho mal en la relación.
Frente a una persona deprimida hay ocasiones cuando quisiéramos zarandearla para hacerla reaccionar. Eso es algo que definitivamente no va a funcionar. Tal vez en esos casos extremos se requiera un apoyo profesional para ayudar a esa persona a salir adelante de su condición. En ese escenario, nuestra participación se limitaría entonces a hacer ver al deprimido la necesidad que tiene de ese recurso externo para salir adelante.
La depresión nos roba tiempo y oportunidades. Nos lleva a estados de inactividad o quizás de irritación o desesperanza. La vida es muy corta como para desperdiciarla sumidos en una sombra que agota nuestras energías, cuando tenemos tanto que hacer.
Ahora, cuando la ciencia nos muestra de forma tan clara cómo se liberan neurotransmisores en nuestro organismo y cómo actúan, estamos en condiciones de entender mucho de lo que nos pasa y trabajar por modificarlo: Elementos como el ejercicio físico, la buena alimentación, la cuota de sueño reparador diario, la meditación y las relaciones interpersonales, son elementos que influyen definitivamente en nuestros estados anímicos. La información está al alcance de todos nosotros por diversos medios, de modo que conocerla y aplicarla pasa a ser nuestra responsabilidad.
Sea el azul el color del cielo y del mar, y de la música de jazz y de Gershwin, pero nada más. Utilicemos el resto de la paleta cromática en pintar nuestra vida de la mejor manera.
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