Mucho se puede decir ante el crimen que, como siempre, afecta a la gente menos favorecida, acaecido en el marco de un mitin del partido Movimiento Ciudadano en Nuevo León el pasado miércoles 22 del presente mes.
La mayoría de los mexicanos estamos ya asqueados de ser intoxicados con millones de spots políticos vacíos y estériles, campañas onerosas que NUNCA se sujetan a la ley y abren la puerta a donantes con las peores intenciones, de cientos de candidatos asesinados, y mucho más, todo eso desde la famosa “alternancia democrática y pluralidad política” qué desde 1997 llegó a México.
Pero bien cabe una pregunta: ¿salvo Andrés Manuel López Obrador y algunos de sus ajustes y obras de infraestructura, qué beneficios vemos como ciudadanos con toda esa orgia circense? ¿Cuáles son las mejoras en nuestra vida cotidiana a raíz de eso, que el Castro Ruz tenía, no carente de toda razón en llamar “PLURIPORQIERÍA”?
Si se medita con el mínimo cuidado, podemos ver que no sólo son muy pocos o nulos, sino que ha habido RETROCESOS francos, cómo la pérdida de nuestra tan preciada PAZ SOCIAL, qué duró más de siete décadas, y que precisamente por culpa de la alternancia y sus gobiernos improvisados y torpes, perdimos. Que si hubo severas crisis, es cierto, pero no lo es menos que estas son cíclicas y todo país las sufre.
La Historia, esa que se escribe con H mayúscula, nos lo restriega en la cara: las etapas en México de paz, orden y prosperidad son aquellas donde el poder se reparte y pulveriza poco: el virreinato, la República restaurada, el Porfiriato y el Priato. Lo demás lleva siempre el sello de la anarquía, ingobernabilidad, la muerte y el caos. La buena es que parece que como mexicanos hemos caído en la cuenta de ello y el país se encamina hacia una estructura política eficaz, eficiente y adecuada a nuestra idiosincrasia: la de un partido cuasi hegemónico con una oposición relegada a lo meramente testimonial, nunca más en el poder (cuando menos, no en la Presidencia), donde ya demostró actuar cual chivo en cristalería.
El evento naranja en San Pedro Garza García, convertido en rojo sangre, nos enseña que se deben limitar y reglamentar con mucho más rigor las famosas campañas electorales. Los eventos de ese tipo deberían celebrarse en inmuebles seguros, del Estado preferentemente, como estadios, foros o plazas de toros. Porque de algo estoy seguro: se contrata a empresas para renta de mobiliario de ese tipo porque ALGUIEN lleva su generosa “mochada”, siendo un festín para esos empresarios cuates, candidatos y dirigentes partidistas.
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