Políticas encrucijadas

La revolución es un tránsito entre una sociedad, estructurada sobre la base de un consenso implícito acerca del fundamento del poder, y otra  que llega a un consenso distinto». –Luis Villoro, “Revolución francesa, ¿ilusión o realidad?”¹. 

A cualquier lugar que uno entra lo hace de frente, no de izquierda ni de derecha. Lo mismo aplica para la construcción de la vida en comunidad. Durante estas elecciones, así como en cualquier debate de análisis político, siempre han circulado dos etiquetas: «izquierda» y «derecha». Generalmente, el primero designa una tendencia política de corte «social», mientras que el segundo indica un criterio «conservador». Qué se ha de entender por «social» y qué por «conservador» requiere una investigación propia. Lo que sí podemos pensar, querida lectora y lector, es si realmente son etiquetas útiles para juzgar las ideas políticas del siglo XXI. 

Primero. ¿Cómo surgen? En la Francia prerrevolucionaria del siglo XVIII. Específicamente, en 1798 durante la histórica Asamblea Constituyente donde se organizó una «votación sobre el poder que debía tener Luis XVI»². Dentro de tal Asamblea, los partidarios en favor de un cambio radical del sistema político se sentaron a la izquierda. Mientras que en el lado contrario –la derecha–, estaban ubicados los defensores de la corona. Así, mientras los primeros buscaron limitar el poder del rey a un veto suspensivo –suspender la promulgación de una ley por tiempo determinado–, los segundos defendieron que el rey debía conservar un poder absoluto –es decir, un veto total sobre cualquier proyecto de ley–. ¿Ven por dónde va esto? 

Los números finales de la Asamblea fueron «673 votos [de la izquierda] frente a los 325 que emitieron los de la derecha»³. Por supuesto, el poder monárquico ejerció su magnificencia estatal e ignoró el resultado final. Esto provocó al poco tiempo que se diera la toma de la Bastilla. El resto es historia. 

Además de comprobar que la escenificación siempre desempeñará un importantísimo rol dentro de cualquier político, a partir de este hecho se derivaron las famosas tendencias de «izquierda» y «derecha»; «progresista» y «conservador». Donde –a muy grandes rasgos– el progresista busca cambiar o sacudir al sistema actual, mientras que el conservador desea mantenerlo como está. También se clasifica al progresista como social o socialista, mientras que al conservador se le llama liberal –junto con el apellido de «occidental»–⁴. 

Vuelvo a la pregunta del inicio. ¿Realmente siguen siendo vigentes estas etiquetas? Un ejemplo rápido. El régimen de Stalin es catalogado como «socialista» o «comunista». Sin embargo,  debería ser entendido –en realidad– como «conservador». La razón estriba en que el Estado Soviético concentró y conservó todo el poder en el líder carismático, ignorando cualquier libertad individual y social de su gente. Del otro lado del pasillo está el ejemplo nacional de la reforma constitucional al artículo 1° en 2011, en el cual se estableció que en nuestro país a todas las personas se les serán reconocidos sus derechos humanos –tanto los explícitamente mencionados por la constitución, así como por los tratados internacionales de los que somos parte–. Tal cambio se dio en un gobierno de «derecha». 

Estamos convencidos que la política debe tener un «lado». Para mí es claro que la política sólo debe virar hacia enfrente. No ha de decantarse por ningún extremo. Especialmente, por ninguna política autoritaria. Por demasiado tiempo la política ha dado vueltas sobre sí misma, como si lo importante fuese construir el cruce y no un camino que llegue a algún lado. 

¹Villoro, Luis,  La razón disruptiva, comp. por Guillermo Hurtado, Debate: México, 2023, p.263.

 ²Roura, Ana María, “Por qué se les llama izquierda y derecha a las 2 principales tendencias políticas que rigen el mundo (y qué tuvieron que ver con ello unas sillas)”, BBC News Mundo, 6 de febrero de 2021. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-55882272.

 ³Ídem. 

 ⁴Aquí hay otra gran discusión. ¿Qué se entiende por «liberal»? Desde autores como Hobbes, pasando por John Stewart Mill, hasta Arendt, Nussbaum, Taylor o MacIntyre se les puede meter en la gran bolsa del «liberalismo». ¿Realmente nos ayuda a entender a discernir ideas políticas?

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