Se excluye a los niños, principalmente a las niñas; se excluye a los discapacitados, sea cual fuera su condición; se excluye a los migrantes sin dinero; a los pobres; a los indígenas, principalmente a la mujer indígena; se excluye a las mujeres simplemente por ser mujeres; se excluye a la gente grande, a los de la tercera edad; se excluye a los que prestan servicios básicos, como recolectores de basura, vendedores no formales, enfermeras, maestros, personal de mantenimiento, los viene-viene, policías de a pie o se seguridad, a los empacadores… Se excluye a la gente que está en la categoría de no consumista por que sus circunstancias no se lo permiten en un mundo donde las reglas las marca el mercado y todo tiene un valor monetario, listo para ser comprado; hasta el ser humano se subasta al mejor postor, pero no como subasta que aumenta el precio, sino se refiere al trabajo menor pagado, o casi no pagado, pero que ante la necesidad, siempre habrá alguien que necesite hasta ese ínfimo salario para medio sobrevivir: el mundo de la subasta invertida, de la esclavitud amparada por los estándares laborales que los fijan las propias empresas a su modo.
Dice Galeano, este mundo, que ofrece el banquete a todos y cierra la puerta en las narices de tantos es, al mismo tiempo, igualador y desigual: igualador en las ideas y en las costumbres que impone, y desigual en las oportunidades que brinda. La publicidad manda consumir y la economía lo prohíbe. Las órdenes de consumo, obligatorias para todos, pero imposibles para la mayoría, se traducen en invitaciones al delito. Las páginas policiales de los diarios enseñan más sobre las contradicciones de nuestro tiempo que las páginas de información política y económica (Galeano en Bloghemia, nov 13, 2021).
La igualación, que nos uniformiza y nos emboba no se puede medir, dice Galeano. No hay computadora capaz de registrar los crímenes cotidianos que la industria de la cultura de masas comete contra el arcoíris humano y el humano derecho a la identidad. Pero sus demoledores progresos rompen los ojos. El tiempo se va vaciando de historia y el espacio ya no reconoce la asombrosa diversidad de sus partes. A través de los medios masivos de comunicación, los dueños del mundo nos comunican la obligación que todos tenemos de contemplarnos en un espejo único, que refleja los valores de la cultura de consumo (Galeano, en Bloghemia nov 13, 2021).
Se excluye a los viejos, por su edad, la percepción de su desgaste físico/biológico natural se considera como algo negativo. La sociedad del consumo y la productividad deja fuera a mucha gente, a los enfermos y a los viejos, inservibles, poco útiles. No hay seguro, no hay pensión, no hay servicios para ellos, no hay seguridad.
Se excluye a los que no los ha alcanzado los “derechos universales” porque no tienen con qué pagarlos; a los que perdieron el derecho a comer bien, a tener un sistema de higiene mínimo de agua potable, suelo, techo, de diversión, de acceso a la recreación, aun gratis, porque por su condición son separados o se les prohíbe el acceso. La diversidad es visible, es enseñada, es reconocida, pero no significa que se acepte y se trabaje a su favor.
La pobreza excluye naturalmente porque así conviene al sistema capitalista, el mundo que combate a la pobreza es el mismo que perpetúa la necesidad de los pobres: los que esclaviza para tener mano de obra barata y sin pensamiento crítico que los concientice a revelarse y entender su situación de explotados. No se les otorgan oportunidades, porque éstas les daría un margen de pensamiento más allá de lo que necesitan saber, obedecer y agradecer un salario de supervivencia, pero al fin, tener un salario significa no ser un mendigo. Como diría Bauman, respecto a la ética del trabajo, se esperaba que cuanto más se degradara la vida de esos desocupados, cuanto más profundamente cayeran en la indigencia, más tentadora o, al menos, menos insoportable les parecería la suerte de los trabajadores pobres, los que habían vendido su fuerza de trabajo a cambio de los más miserables salarios (Bauman en Bloghemia. Sep 12, 2022). A mayor necesidad, los estándares de salarios son más bajos.
Pero, ¿quién pone los estándares de salario? Los mismos empresarios/capitalistas que se acomodan a su situación (esto sin referencia al salario mínimo) sin importar el talento o las habilidades y hasta el conocimiento, se excluye porque así lo marca la norma, y crece la esclavitud por estándar. Como diría Galeano: “es una trampa más de la sociedad del consumo, los habitantes de las sociedades modernas -que piden créditos para sobrevivir o vivir – padecen la esclavitud por las deudas, ahora, nadie es, si no es digno de crédito. Ahora debo, luego soy” (Galeano, ser como soy, 1992). Y crece la informalidad, donde se disfraza la diversidad y se prefiere no ser.
Y crece el narcotráfico, donde dentro de su crimen organizado está la más perfecta jerarquía de clases humanas respecto a la utilidad. Lo humano es una cosa, tiene precio y hay varios precios, depende su diversidad. La diferencia se hace evidente.
La educación excluye, pero enseña la diversidad, una paradoja del mundo moderno. Enseña un programa homogéneo, único, a una sociedad diversa, en un país con tantas realidades diferentes, los diferentes contextos no son tomados en cuenta. Un currículo adaptado no es la realidad en aulas con más de 40 alumnos, ni de escuelas multigrado, ni aún en escuelas particulares, en los que “los diferentes” (diversidad) son puntos rojos, brillantemente destacados del resto, cuando algún alumno con discapacidad es incluido, donde el maestro no está capacitado para atenderlo, es burla de sus compañeros, o si es un alumno becado, que no está a la altura del estatus de consumo de sus otros compañeros, o simplemente las escuelas particulares con sus colegiaturas exorbitantes, son el llamado de una sociedad excluyente con programas inclusivos.
¿Y los migrantes, los desplazados, las mujeres, las mujeres indígenas? Se les sigue negando el derecho a ser, se les sigue condenando a la negación de su identidad diferente, se les prohíbe vivir a su modo y manera. Pero se disfraza el discurso de la igualdad en las ideologías y políticas públicas que solo quieren ganar votantes. Las mujeres pobres, excluidas de los excluidos, pero necesarias, útiles al sistema.
“La maquinaria de la igualación compulsiva actúa contra la más linda energía del género humano, que se reconoce en sus diferencias y desde ellas se vincula. Lo mejor que el mundo tiene está en los muchos mundos que el mundo contiene, las distintas músicas de la vida, sus dolores y colores: las mil y una maneras de vivir y decir, creer y crear, comer, trabajar, bailar, jugar, amar, sufrir y celebrar, que hemos ido descubriendo a lo largo de miles y miles de años” (Galeano, 1998).
La igualdad que admite la diversidad, pero no la acepta; un concepto confuso, así debe ser, solo a ser usado cuando la utilidad de la situación económica/política lo requiera. Con definición ambigua, sin generalizaciones, sin aplicación, así es el discurso de la igualdad y la diversidad.
Referencias:
Galeano E. (2021) La dictadura de la sociedad de consumo, publicado en Bloghemia, nov. 13, 2021. Recuperado de:
https://www.bloghemia.com/2021/11/la-dictadura-de-la-sociedad-de-consumo.html
°1998, Patas arriba, la escuela del mundo al revés. Siglo XXI editores.
Bauman S (2022) Fabrica de prisioneros y hospitales, publicado en Bloghemia, sep.14, 2022. Recuperado de:
https://www.bloghemia.com/2022/09/fabricas-prisiones-hospitales-y.html
Bauman S. (2022) La función de los pobres en la actualidad, publicado en Bloghemia, Oct 24, 2022. Recuperado de:
https://www.bloghemia.com/2022/10/la-funcion-de-los-pobres-en-la.html
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