Tampoco puede ignorarse el hecho de que la celebración a López ocurrió el mismo fin de semana en el que la selección mexicana de fútbol perdió por dos goles ante el conjunto argentino. Es como si la historia se repitiese: la selección mexicana que pierde en los mundiales es una realidad tan palpable como el priismo actual en la forma de López.
Mucho ruido habrá, seguramente, sobre el mentado “humanismo mexicano” y todo ese rollo que se aventó el presidente: pero recordemos que una de las ideas principales (y la mar de superficial por no ir más a fondo en ningún momento) de López es un “cambio en la moral” como forma de arreglar todo, una especie de toque mágico, digno de una telenovela mexicana, que resuelve todo. Recordemos una cita de George Orwell (quien, al menos en lo que recuerdo, nunca se autodenominó como “humanista”, pero es mucho más humanista que lo que López puede aspirar en esta vida): A “change of heart” is in fact the alibi of people who do not wish to endanger the status quo. Quien, a estas alturas, vea a López como un “rebelde” y “revolucionario”, no hace más que engañarse a sí mismo: si hay algo que el presidente ama es el statu quo.
Quien haya sido tan amable para llegar hasta esta parte del texto, pensará que odio a López Obrador. No es el caso: pienso que el odio, así como el amor, son sentimientos fuertes que no vale la pena gastarlos en personas mediocres; sin embargo, lo que sí odio es el efecto que López ha tenido en la política de México. ¿Por qué? Consideremos, como lo dejé pendiente en la parte anterior, la marcha pro-INE y esta “celebración”. En la superficie, parecería que ambas expresiones fueron iguales, sólo que fue una de mayor magnitud (y, por lo tanto, aparentemente más importante). Esta es la narrativa de López y sus fanáticos.
Sin embargo, ambas marchas no pueden estar más lejos entre sí, y esto que expresaré, pienso, es un hecho objetivo, independientemente de hacia dónde puedan estar nuestras tendencias y lealtades políticas. Una marcha fue en defensa de las instituciones. Si vamos más allá, en el fondo fue una marcha en defensa de derechos (el derecho universal de los ciudadanos de elegir libremente a sus gobernantes en elecciones imparciales). Es decir, en el fondo fue una marcha a favor de la democracia. La marca de “celebración” a López fue en apoyo al gobernante en turno (el statu quo representado por el presidente). No hubo peticiones, no hubo cuestionamientos, sólo fue una expresión (organizada por el gobierno en turno) para apoyar a Andrés Manuel López Obrador, una persona. Una persona, no una institución, ni un derecho: una persona, que quede esto muy claro. Ni siquiera fue para apoyar a su gobierno, fue para apoyar al personaje que es López Obrador. Esta fue una marcha más cercana a la de un emperador, cuyo fin fue el mismo que siempre: amedrentar a todo aquel que cuestione al Tlatoani y sus pobres resultados. En el fondo, esta fue una marcha a favor del autoritarismo.
Aunque puedan parecer lo mismo, ambas marchas sirvieron para fines diametralmente opuestos. La primera, con todas sus falencias, fue para cuestionar y exigir al gobierno; la segunda, fue para “celebrar” al presidente. En la primera, personas de varias afiliaciones políticas se unieron para apoyar a la institución que organiza y protege las elecciones; en la segunda, asistió una masa acrítica, formada única y exclusivamente por seguidores de López Obrador.
Aunque la marcha de López haya sido de una magnitud mayor, después de considerar lo anterior, ¿cuál piensa usted que fue una marcha más democrática? ¿En cuál hubo más puntos de vista representados? ¿En cuál hubo más pluralidad?
Unas últimas consideraciones al respecto y que es lo que da título a esta última parte. Estas preguntas se las dejo a los simpatizantes de López, esos que aún están convencidos (y quienes no han sido movilizados a través de amenazas, dádivas y demás triquiñuelas). Exactamente, ¿cuál es la razón de celebrar al presidente? ¿Fueron a celebrar que el narcotráfico sigue asolando a varios estados de la república? ¿O acaso fueron a celebrar a todas las mujeres que desaparecen y son asesinadas a diario? ¿O fueron a celebrar a los niños que son asesinados a golpes? ¿La inflación? ¿La falta de medicamentos en la seguridad social? Abra usted un periódico y vea las noticias: no son inventadas, y afectan a personas tangibles, a personas reales, a nuestros padres, madres, hermanas, hermanos, etcétera. Si usted celebró a López el domingo, espero que esté convencido verdaderamente de que celebrar al presidente es mejor que exigirle resultados.
Eso sí, le pido un favor para que, al menos, lo considere: en memoria de todos los que han muerto en este sexenio, de todos los que ya no están con nosotros gracias a la ineficacia de este gobierno, espero que usted esté consciente de que, para todos ellos, no hubo nada que celebrar este pasado domingo.
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