Esquizofrenia y Justicia

Las posturas radicales, al no estar dispuestas a conceder que los argumentos del otro tengan cierto valor, conducen al encono y al resentimiento.

10 de febrero, 2023 Esquizofrenia y Justicia

Las posturas radicales, al no estar dispuestas a conceder que los argumentos del otro tengan cierto valor, conducen al encono y al resentimiento. Estas posturas, lejos de resolver nada, replican el problema, haciéndolo cada vez más grave. 

Existe un término genérico utilizado en psiquiatría y psicoanálisis para referirse a un estado mental descrito como una escisión o pérdida de contacto con la realidad y éste es precisamente la esquizofrenia. Tengo la impresión de que los habitantes de este planeta, cuando se refiere a nuestro actuar colectivo, la padecemos sin darnos cuenta de ello. 

No hay nadie que no se escandalice por los actos llevados a cabo, y descritos la semana anterior, por Anders Behrin Breivik, al igual que muchos otros episodios que antes y después han ensangrentado las páginas de la prensa y afectado a población civil inocente. 

A quien se le pregunte, asegura desear una existencia en armonía y en buena relación con los otros. No hay gobierno que no exprese su intención de generar vínculos amistosos con los vecinos, con sus socios comerciales e incluso con aquellos que profesan religiones y culturas distintas a la propia en aras de mantener la paz. No hay, especialmente en campaña, líder ni mandatario que no exprese su “sincero” deseo de cooperación y respeto. Sin embargo, en los hechos ni las personas, ni los jefes de estado, ni los líderes religiosos y culturales, ni los ciudadanos comunes se privan de mandar claros mensajes de rechazo, resentimiento, desdén e incluso odio hacia todos aquellos que no coinciden con su manera de pensar y de ver el mundo.

Basta revisar cualquier periódico o noticiero de televisión para comprobar la existencia de infinidad de manifestaciones, actos y decisiones tanto individuales, como institucionales o gubernamentales que bien podrían clasificarse cuando menos de confusas y contradictorias ante la mala interpretación del otro y sus motivaciones. Por eso comparo esta actitud con la esquizofrenia, porque al igual que en aquella, se experimenta una profunda escisión de la realidad que produce, parafraseando a Sor Juana Inés de la Cruz, que aquellos mismos que empañan el espejo, luego sienten que no está claro. Y lo más curioso del tema es que una vez que el otro reacciona de manera violenta a la agresión recibida, aparece la sorpresa y la recriminación ante la falta de tolerancia y civilidad.  

 

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Analizaremos un ejemplo de los infinitos que existen de esa esquizofrenia inexplicable que producen intolerancia, incomprensión y agresividad, envueltos en una actitud de sospecha, de distancia, de rechazo y de abierta descalificación e injusticia hacia el otro, aun sin conocerlo ni entenderlo del todo y sentando el precedente para la reacción violenta posterior. 

El ejemplo escogido vemos cómo se contrapone de forma ezquizofrénica por un lado la intención ecumenica de que las religiones dialoguen y lleguen a un entendimiento y mutuo reconocimiento que libere tensiones y reduzca las posibilidades de violencia y terrorismo y por el otro las opiniones que invalidan a aquellos que poseen visiones distintas. 

El ser humano es un animal simbólico; Ernst Cassirer, en diversas obras, ha dado magistrales explicaciones al respecto. En esa búsqueda de sentido, a partir de la cual representa sus miedos, anhelos y necesidades todas las religiones institucionalizadas tienen un valor importante para que cada cultura se comprenda a sí misma, además de poseer un intrínseco grado de verdad. Sin embargo, mientras por un lado se buscan acercamientos ecuménicos, por el otro encontramos expresiones como las enunciadas por el futuro pontífice, entonces aún en su carácter de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger. 

En dicha declaración vaticana, escrita en lenguaje ampuloso y teológico, Ratzinger afirma de múltiples maneras que la religión católica es la única verdadera, aun cuando tratando de suavizar el mensaje dice cosas como: “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y las doctrinas, que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres1”. 

Pero en realidad el texto del entonces cardenal asegura que si bien algunas de esas otras religiones podrían tener buena intención, en realidad no hacen sino engañarse, desconocer la verdad auténtica y con ello poner en riesgo su salvación eterna. Sólo la revelación de Cristo es verdadera, sólo él es “el camino, la verdad y la vida”, y la única respuesta adecuada es entregarse a la revelación de Dios, que sólo se consigue mediante la Iglesia Católica. 

Es la Iglesia la Católica la única “facultada” para calificar si un texto es inspirado por el Espíritu Santo, lo que implicaría, y lo dice textual, tener “a Dios como autor”. Dios, en opinión de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se hace presente de muchos modos, aunque en algunas manifestaciones –de hecho en todas excepto en el Cristianismo– lo hace poniendo a disposición del creyente contenidos que contienen “lagunas, insuficiencias y errores”. 

Por si existían dudas, Ratzinger lo dice con claridad: “El Señor Jesús, único salvador, no estableció una simple comunidad de discípulos, sino que constituyó a la Iglesia como misterio salvífico2”, y fuera de él no hay alternativas más allá de una misericordia complaciente, que se resuelve como posibilidad de salvación universal, ya que Cristo, “es el único mediador” reconocido ante el Padre. Y por si había dudas, menciona expresamente que en el Concilio Vaticano II, celebrado entre 1959 y 1965, se resolvió de forma terminante que la religión católica es la única verdadera. El problema se agrava cuando observamos que el resto de las religiones toman posturas análogas que producen tensiones y descalificación mutua.   

Naturalmente, hablando en términos de multiculturalidad, libertad religiosa e intenciones ecuménicas, la pregunta que emerge es obvia: ¿Cómo podría haber respeto y diálogo ecuménico genuino cuando los más grandes jerarcas de las distintas Iglesias descalifican a los demás como si las otras doctrinas fueran creencias disparatadas e infantiles? 

Pensadores occidentales, como es el caso de Leonardo Boff, han sido muy críticos con la postura expresada por el Cardenal Ratzinger en su texto: “En él, sin máscaras ni subterfugios, se expone cuál es la visión que una parte de la Iglesia, la jerarquía vaticana, tiene de la revelación, del designio de Dios en Cristo, de la naturaleza de la Iglesia, del diálogo ecuménico e inter-religioso. Ahora, todos, hombres y mujeres de buena voluntad, personas religiosas y espirituales, Iglesias cristianas y cada fiel, saben lo que deben esperar o no de la Iglesia jerárquica vaticana respecto al futuro del diálogo micro y macroecuménico3”. 

Lo acusa de “inaudita agresividad” y asegura que con su alegato Ratzinger invalidó al resto de la religiones por carecer de “fe teologal”, dejándolas en rango de creencias. 

Está claro que posturas tan radicalizadas, cuando ninguna está dispuesta a ceder en la posibilidad de que el alegato del otro tenga cierto valor genuino, se llega al encono y al resentimiento. Dice Boff al referirse a la falta de sensibilidad del futuro Papa: “¿Podrá imaginar el cardenal Ratzinger lo que un piadoso presbiteriano, trabajando en el interior de la selva amazónica con los indígenas, o un monje taoísta, sumergido en su contemplación, sentirán, cuando, en un encuentro inter-religioso cualquiera, se les diga que ellos no tienen fe, o que no son iglesia, que en sí nada tienen de divino y de positivo, y que si lo poseen es sólo por Cristo y por la Iglesia4?”.   

Podría hacerse un largo comentario acerca de los argumentos de ambos lados, pero para efectos de este texto, lo que me interesa resaltar es cómo puede utilizarse una religión, una declaración de fe, de salvación, y en última instancia de amor, para generar resentimiento, separación y conflicto.

Incluso no sorprendería que en ambos lados de la arena, luego de producir tensiones inusitadas, se culpe al otro de ampliar las diferencias cada vez más y que por ello el encuentro y concertación está cada vez más lejos porque a lo único que da lugar es a un diálogo de sordos. ¿Cuánto bien podría hacer un acuerdo básico de respeto y cooperación entre los máximos jerarcas de las principales iglesias del mundo que se tradujera en mediación entre los Estados y grupos en conflicto que producen miles de muertos al año? Tristemente jamás sabremos la respuesta, porque ese acuerdo y esa intervención decidida por la paz y la concordia entre las cabezas de las iglesias jamás se llevará a cabo. 

De la mano con lo anterior, las consecuencias dramáticas de esas tensiones las vemos en la política utilizada por los Estados Unidos en oriente medio, en especial después del 11 de septiembre de 2001 en que se llevaron a cabo los atentados contra las torres gemelas de Nueva York. En dos textos escalofriantes, Noam Chomsky lo denuncia, dejando auténticamente los pelos de punta en el lector. 

Acusa sin reparo a los Estados Unidos por su política siempre abusiva contra los países del medio oriente. Dice, sin pelos en la lengua: “El mundo se ve muy distinto, dependiendo de si uno tiene el látigo en sus manos o si ha estado recibiendo latigazos durante siglos5”.   

Asegura que la guerra contra el terrorismo se ha visto siempre desde Washington como una plaga, desde el momento en que Ronald Reagan declaró dicha guerra creando más terrorismo para combatirles y siendo responsable indirecto y oculto de terribles atrocidades en muchas partes del mundo. 

Relata también lo sucedido en Nicaragua, donde el mismo Reagan hizo posible la guerrilla de los “contras”, conflicto que causó decenas de miles de muertos. Los policías contra el terrorismo lo produjeron impunemente, a decir de Chosmky, al grado de que Nicaragua ganó todas las instancias legales, mismas que Estados Unidos vetó sin el menor empacho. 

Chomsky hace un apunte muy interesante cuando afirma que el “terrorismo no es el arma de los débiles”, sino que “es el arma de los que están contra nosotros, sin importar quienes sean esos nosotros6”.   

Estas posturas, en especial las que están cargadas de encono y resentimiento, lejos de resolver nada, se dedican a replicar el problema, haciéndolo cada vez más grave. Lo cierto es que existen decenas de acciones que no corresponden con lo que supuestamente es pronunciado en el discurso y que en efecto agrava las diferencias culturales, sociales, políticas y económicas entre los pueblos y civilizaciones distintas. 

 

 

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1 Ratzinger, Joseph, Declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfai th_doc_20000806_dominus-iesus_sp.html

2 Ratzinger, Obra citada.

3 Boff, Leonardo, Ratzinger, ¿Exterminador del futuro?, en: http://www.servicioskoinonia.org/relat/233.htm

4 Boff, Obra citada.

5 Chomsky, Noam, Injusticia Infinita. La nueva guerra contra el terror, Suplemento de La Jornada, miércoles 7 de noviembre de 2001, en: http://www.jornada.unam.mx/2001/11/07/per-nota.html

6 Chomsky, Obra Citada.

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