Estimados lectores, si han prestado atención recientemente a la ciudad, seguramente han notado que carteles de precampaña se han esparcido por la ciudad tan rápido como el herpes en un humano. Sin importar si son de un bando o del otro, esta basura política (en el sentido literal, porque vaya que los carteles, volantes y demás parafernalia contaminan la ciudad) está ahí para recordarnos que ya estamos a nada de que comiencen las campañas para las elecciones de 2024. Y claro, el dispendio en publicidad, porque, recordemos que para los políticos en general y para Morena en particular, las campañas son un artículo de primera necesidad (¡ah!, pero no hablemos de lujos dignos de la oligarquía, como salud o seguridad, porque ahí la puerca ya torció el rabo).
Sin embargo, permítanme concentrarme en el eslogan morenista que aparece en muchos de los carteles, ese que dice “en la encuesta, (espacio en blanco) es la respuesta”. Sí, ese lema sirve para cualquier precandidato que se desee postular porque la rima ya está hecha, solamente hay que rellenar el espacio en blanco. Lo que me llama la atención es que a Morena como que le gusta mucho esa onda de las encuestas. Que si la encuesta para el candidato presidencial, que si la encuesta para candidato a la jefatura del gobierno de la CDMX. A estas alturas, estoy convencido de que el partidazo del preciso puede organizar (unas muy opacas y dudosas) encuestas casi tan naturalmente como un diputado cambia de partido. Y aunque este servidor duda de la efectividad de dicho método para elegir los candidatos del partido e hijo predilecto del viejo PRI (porque se dice por ahí – ¡sorpresa! – que el único voto que cuenta en esas encuestas es el de un señor que se llama Andrés y que vive un palacio, vaya usted a saber quién es), pienso que Morena podría utilizar toda esa energía y ese know-how para aventarse otras encuestas mucho más chidas y útiles, unas que sirvan para resolver viejas dudas y rencillas que le han quitado el sueño a los mexicanos desde hace tiempo. Por ejemplo, las siguientes discusiones que son de vital importancia para el devenir nacional.
La cerveza Sol, ¿es cerveza o no lo es?
Un tema recurrente en cualquier reunión en la que fluya alguna gota de alcohol es si esta cerveza en realidad lo es. Miren, debo admitir que no soy un experto puesto que casi no bebo alcohol (ya sé, ¡qué aburrido!). Por ello, mi paladar no detecta las sutiles características de cada una de las cervezas que existen en el mercado, pero al menos para mí, la Sol sí califica como cerveza. Sin embargo, no han sido pocas las veces que he escuchado expresiones que harían llorar a la mamá de esta cervecita. La más estruendosa y memorable es “esa cerveza sabe a meados” (expresión que me dejó con la duda de cómo alguien puede tener información fidedigna sobre el sabor citado para realizar tal comparación). Como parece que hay un desencuentro entre los expertos y los no iniciados (como yo) en este tema etílico, pienso que es momento de hacer una encuesta para definir el estatus de este producto de una buena vez. Y si el pueblo decide que no es una cerveza, podríamos pedirle a la Profeco que prohíba su venta, por eso de la “publicidad engañosa”.
¿Quién es el verdadero rey de la canción, José José o Luis Miguel?
Este tema es un poco más para los mexicanos de la vieja escuela (porque no dudo que las generaciones actuales estén en ondas más modernas, con sus Bad Bunnies, Pesos Pluma y Malumas). Pero una encuesta no nos caería mal para definir cuáles chicharrones truenan más, si los de Pepe Pepe y su trágica vida, o los de Luismi y su…trágica vida. Aunque hay varios intérpretes y compositores que pueden ostentar tal título (entre ellos, José Alfredo, Pedro Infante, Agustín Lara, Juan Gabriel y un largo etcétera), estos dos intérpretes siguen siendo muy populares en las fiestas de todo mexicano. Porque, seamos honestos, ¿quién no se ha aventado esa de “Gavilán o paloma” a coro con los amigos? ¿O la de la “Incondicional” en la fiesta de cumpleaños de la que no resultó tan incondicional? Sin embargo, ¿quién seguirá poniéndole ambiente a nuestros reventones dentro de un par de décadas, cuando vayamos ya por la sexta o séptima transformación? Una encuesta ayudaría mucho para definirlo y darle la corona a uno de los dos de la forma más democrática.
¿Los chilaquiles deben estar crujientes o mejor aguados?
Aunque un poco menos intensa que la cuestión siguiente, también es un tema que causa confusión entre muchos mexicanos. Algunos dicen que los chilaquiles deben estar crujientes, mientras que otros los prefieren como una plasta en la que apenas se puedan distinguir los ingredientes. Aunque cada uno su gusto, tal vez sería bueno definir cómo deben ser los verdaderos chilaquiles y así evitar la pena de pedirlos de una u otra forma en el puesto de la esquina de la oficina (claro, cuando nos dan la posibilidad de escoger, porque unos nomás nos los dan como quieren). También serviría para que bauticemos a la variante perdedora de otra forma. Como, no sé, totopos crujientes con salsa. O revoltijo de tortillas, salsa, crema y cebollas.
¿Las quesadillas llevan queso o no?
Tal vez esta sea la mayor discusión que hay entre el pueblo mexicano, fuente de desencuentros familiares innumerables y causa de ruptura de una que otra amistad. Esta es una cuestión en la que ni los mismos expertos en eso del “cuchareo” de cifras pueden ponerse de acuerdo. Unas fuentes dicen que sí lleva, otras que nel. Unos las prefieren con el amado producto lácteo, otros las prefieren más puras, con el puro guisado. “Dime cómo prefieres las quesadillas y te diré cómo eres” es lo que dicta la sabiduría popular. Así que esto es un motivo perfecto para sacar a los encuestadores morenistas, preguntarle su opinión al pueblo y resolver, de una maldita vez por todas, cómo deben ser las quesadillas. Y hasta podríamos poner el resultado por escrito en un bonito decreto presidencial y volver a dormir tranquilos, ¿o cómo la ven?
Esos fueron algunos temas para los cuales las encuestas nos podrían servir. ¿Ustedes qué otros temas agregarían?
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