A menos de 10 días de la jornada electiva, el país parece estar en una relativa calma para poder ejercer el sufragio que muy probablemente llevará a la presidencia de México a Claudia Sheinbaum Pardo, en el segundo periodo de gobierno de la izquierda en la historia moderna del país.
El prolongado periodo de campaña y precampaña llega a su fin, luego de años de campaña real o velada en una votación que se desarrollará como un plebiscito, para determinar la continuidad del actual régimen o el regreso a las políticas socioeconómicas de los partidos tradicionales.
Después de tres periodos de lucha electoral y política, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) logró la primera magistratura del país para dar un cambio democrático en áreas tan esenciales como la universalidad de los programas sociales, el aumento del salario mínimo tan castigado por los gobiernos neoliberales y sobre todo para la verdadero ejercicio tributario para grandes contribuyentes que injustamente se privilegiaban de leyes a modo para no cumplir con sus obligaciones hacendarias.
Esta recaudación fiscal permitió que durante la terrible etapa de pandemia, las finanzas públicas se mantuvieran estables y con un endeudamiento razonable, en comparación con otros países que se endeudaron exponencialmente. El adecuado manejo de la macroeconomía y la nueva disyuntiva de la relocalización de las cadenas productivas han otorgado una posibilidad de crecimiento con mejores posibilidades de distribución de la riqueza. Esta buena herencia político-económica del país gobernado por AMLO abona a un mejor escenario electoral para Claudia Sheinbaum, que a pesar de las previsibles complicaciones de inicio de sexenio que enfrentará, tendrá las suficientes cartas por jugar y reencauzar el rumbo de su gobierno.
A diferencia de lo que la mermada y tragicómica oposición siempre quiso vender sobre Sheinbaum, esta no es ni una mujer producto de la voluntad de su mentor, ni tampoco es una improvisada en el ejercicio de la gobernanza. La exjefa de gobierno capitalino, tuvo a su cargo una de las ciudades cosmopolitas más complicadas de gobernar, la ciudad de México se precia de ser la entidad con mayores niveles de politización entre sus habitantes y con presencia real de la oposición que gobierna varias alcaldías.
Después del duro golpe opositor en 2021, la Ciudad de México parecía ser una importante posición política que podría ser arrebatada al oficialismo, el importante bastión morenista puede ser retenido a manos de la exalcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada, a pesar de ser una contienda más cerrada de lo que se esperaba. Fue en la designación de la candidatura opositora capitalina donde se bajó a Xóchitl Galvez, quien era la candidata natural, y que pudo dar mejor batalla electoral contra el gobierno tradicionalmente de izquierda. Pero al final todo parece demostrar que fue sacrificada para que el grupo panista, ligado al cartel inmobiliario en la alcaldía Miguel Hidalgo, pueda asaltar el comité ejecutivo nacional del PAN.
Luego del desastre en materia de seguridad pública que heredó del intrascendente Miguel Ángel Mancera, el gabinete de seguridad de Sheinbaum logró importantes reducciones en muchos índices delictivos que afectan a los capitalinos. Estas cartas y el natural escaparate que da la ciudad de México, pavimentaron el camino a la candidatura presidencial de la primera mujer con posibilidades reales de victoria.
Heredera de las luchas estudiantiles que abonaron a la democratización del país, se quiera o no reconocer, estas batallas culturales fueron demoliendo el poder absoluto del PRI gobierno, cuyo discurso autoritario nunca era cuestionado y por décadas continuó siendo hegemónico. La posición de defensa de derechos es natural en Sheinbaum, los temas escabrosos como el aborto, los derechos de las minorías sexuales y una mayor participación ciudadana, siempre han sido un eje central en su gobierno al frente de la ciudad de México.
Conocedora del entorno mundial, y los retos pendientes que deja el gobierno de AMLO, la probable presidenta Sheinbaum entiende que muchas áreas de gobierno están urgidas de recomponerse y de realizarse de manera correcta. La crítica más fuerte que recibe el gobierno morenista es la de tener muchas personas incompetentes en importantes cargos y sectores estratégicos. Para la exjefa de gobierno es un tema que seguramente ya tiene contemplado resolver, pues a diferencia del popular presidente, la figura de Sheinbaum es mucho más metódica, estudiosa y quizás hasta más maquiavélica.
Comprende que las coincidencias con el presidente AMLO le harán ganar de manera holgada la elección presidencial, pero entiende que con el natural retiro político del político de Macuspana, será ella la que llene todo el espacio de poder que trae consigo el sistema presidencial mexicano. Sería muy pueril, creer las fantasías animadas opositoras y de sus intelectuales orgánicos (más ricos que brillantes) de que su periodo de gobierno será solamente un Maximato recargado, en una realidad diametralmente opuesta a ese periodo post revolucionario.
La figura de la socialdemocracia parece ser el camino a seguir, con el especial análisis de los resultados electorales que definirán la conformación de las cámaras legislativas, que darán la mayoría calificada o una mayoría simple a Morena. En atención especial a lo que llaman el plan C, que es la reforma del corrupto poder judicial que en días pasados sumo un escándalo más a manos de la presidenta de la suprema corte, Norma Piña, que se reunió en forma muy oscura con el líder nacional del PRI, Alejandro Moreno, y junto con otros magistrados del Tribunal electoral en la misma casa del ministro Juan Luis González Alcántara Carranca.
Aquel encuentro ya reconocido por varios asistentes, no abona a la credibilidad de un poder de la nación que es estigmatizado de ser defensor de los poderes fácticos en detrimento de la ciudadanía. El silencio cómplice de la ministra Piña dinamita más la imagen deteriorada del poder Judicial. Si bien existe otro frente abierto, donde se le acusa al exministro Arturo Zaldívar, de presionar a jueces para incidir en decisiones jurídicas, estas lamentables situaciones no hacen sino desnudar las carencias, la corrupción y el descredito que todos los mexicanos sienten por ese poder judicial que nadie desea enfrentar.
El muy probable gobierno de la primera mujer presidenta en México enfrentará muchos retos, pero será producto de una gran legitimidad ganada en las urnas. Por ello el rescate del estado de bienestar será el sello distintivo del poder ejecutivo a manos de una talentosa mujer de izquierda.
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