Construyamos una democracia pareja

Votar es decidir y empezar a responsabilizarse, aceptando que todas y todos debemos poner de nuestra parte para aplanar la pendiente tan acrecentada. 

29 de mayo, 2024

“Por eso mismo, el republicanismo […] se funda en un proyecto libremente elegido: la construcción de una nación unificada en un Estado”. –Luis Villoro.

“A veces hay que dejar de lado la política del poder para hacer lo correcto”.–Steven Levitsky y Daniel Ziblatt.

“Oiga, disculpe, ¿usted conoce la historia de esta calle’” –dijo el conductor del Uber, José Luis, que me estaba dando un ride al corporativo. Yo estaba inmerso en el más reciente libro que adquirí –tratando de leer sin marearme–, el cual bajé con la sorpresa de la inesperada conversación. “¿Vasco de Quiroga?” –pregunté.  “No, no, joven.  Me refiero al «Paso Florentino». ¡Es la calle más peligrosa del mundo!” Por «peligrosa» se refería, no tanto a la criminalidad –aunque sí ha habido reportes de incidentes–, sino a la inclinación de la calle misma.  Y, –en efecto–, cuando uno lo busca en Internet puede ver varios vídeos y reportajes con la gran cantidad de accidentes y choques automovilísticos que han ocurrido en la pronunciada pendiente de la calle. Además de la fantástica crónica –aleatoria y muy cómica–, este suceso me puso a pensar. Más bien, la referencia y posibles sentidos que tal pendiente, tan pronunciada, así como las consecuencias muy reales que ha provocado, me parece un extraordinario símil para explicar lo que –considero– debemos aspirar como una sana democracia. Así, ensayo en estas breves líneas, una exhortación para defender la auténtica vida democrática, en pluralidad y deliberación. 

Hay una idea de Giovanni Sartori de la cual quiero partir: «participación es ponerse en marcha por uno mismo, no que otros te pongan en marcha ni que te movilicen desde arriba». Lo que está explicando es que una democracia no se construye por mandatos de personas con autoridad o poder. Todo lo contrario. La auténtica democracia surge desde la comunidad compuesta por personas que entre sí son familias, amigos y vecinos, unidos por metas que están determinadas por necesidades comunes. Es decir que la comunidad tiene como meta procurar «redes de reciprocidad» –concepto propuesto por Alasdair MacIntyre– para que, en conjunto, se apoyen para a salir adelante. Así, estas redes de reciprocidad se tornan esenciales en el tejido de una comunidad unida y próspera. Sin embargo, para que dichas redes funcionen, deben estar enmarcadas en lo que llamamos bien común –que será entendido como el «bien público»–, el cual se compone de aquellas necesidades comunes que todo ser humano necesita satisfacer para poder desarrollarse como una persona en plenitud «y en el terreno público, serán identificadas como derechos». Tales bienes, además, deberán ser buscados no sólo por grupos, sino por cada individuo que conforma la comunidad. 

A partir de estas redes de reciprocidad toda y todo ciudadano «encuentra la unidad en el orden social y político como una exigencia ética proyectada espontáneamente por su misma naturaleza racional. De aquí que el Estado y su poder no tengan su origen ni justificación en el mero consentimiento, sino en la necesidad de una autoridad regulante que brota de la naturaleza misma de seres inteligentes y libres que requieren de una jerarquía de funciones para alcanzar mejor su fin». En una democracia real, tal autoridad siempre serán las y los ciudadanos a través de sus electos representantes. Con esta idea, lo que pretendo resaltar es: a) la esfera política debe entenderse como todas aquellas acciones que emprendemos para alcanzar los bienes públicos –de las y los ciudadanos–; y, b) por lo tanto, requiere que todas y todos partamos del mismo plano para construir soluciones que beneficien a la comunidad. 

Regresando al icónico caso del Paso Florentino de la Álvaro Obregón, encuentro en tal pendiente el estado actual de nuestra democracia. Hay una necesidad común, un problema que ha afectado a todos quienes han transitado por la localidad y, sin embargo, nadie ha hecho algo. Se han detallado –desde 2021– que han ocurrido varios accidentes y, a pesar de ello, han pasado años sin ningún cambio. Esto es un ejemplo de democracia de corte mayoritarianista, donde «el poder político fundamental está en manos de la mayor cantidad y no de algún grupo más pequeño dentro de ese número». Es decir, donde lo único que importa es la elección y no la supervisión de ciudadanos con representantes políticos, como si lo único que importe es acceder a cargos. Así, esta pendiente, muy real que ha impactado la vida de personas, demuestra lo que sucede cuando ciudadanas y ciudadanos se desentienden de los fines en común que unen la comunidad. Así, sin esta conexión, la comunidad se empieza a disgregar. ¿De qué sirve –entonces– tener un sistema de elección popular y representativo si al momento de que alguien ocupe los cargos pierde toda relación con la ciudadanía? Si la razón de una estructura política es satisfacer estas necesidades en común para beneficio de todas y todos, ¿por qué nos aferramos a separar la ciudadanía de la representación pública como si fuéramos antagónicos? Donde los que están arriba de la pendiente pueden chocar con quienes están abajo y los que intentan subir requieren un monumental esfuerzo para siquiera llegar a la mitad del camino. 

Este 2 de junio nos toca votar. Votar es decidir y empezar a responsabilizarse, aceptando que todas y todos debemos poner de nuestra parte para aplanar la pendiente tan acrecentada. Que nadie nos mienta. Estamos experimentando un proceso de erosión democrática, entendida como a aquel proceso de erosión institucional que va debilitando la capacidad del Estado para garantizar los derechos y bienes necesarios para mantener el orden social. Aún si, querida lectora y lector, a ti personalmente no te ha sucedido algún mal, tu voto no debe reflejar egoísmo, ni división. No hay manera de que salgamos adelante si no empezamos a trabajar juntos, resarciendo nuestros vínculos de reciprocidad. Para ello, hay que aspirar a una democracia real «donde cada uno acepta una obligación permanente no solo de obedecer la ley de la comunidad, sino tratar de que esa ley sea coherente con su comprensión de buena fe acerca de lo que exige la dignidad de todos los ciudadanos».

Cuando votes, recuerda que el poder está en tus manos. Elige la opción que apueste por el diálogo, apertura y por crear acuerdos comunes. ¡Eso es la democracia! Si una candidata o candidato defiende la división y el resentimiento, tal propuesta jamás será democrática. Todo lo contrario, se tratará de una autócrata o autoritario. Podrás identificarlo porque: «1) rechaza, ya sea de palabra o mediante acciones las reglas democráticas del juego, 2) niega la legitimidad de sus oponentes, 3) tolera y alienta la violencia o 4) indica su voluntad de restringir las libertades civiles de sus opositores, incluidos los medios de comunicación». Votemos por un mañana donde se sigan escuchando todas las voces y no sólo las que están arriba de la pendiente. Elijamos la pluralidad y apostemos por un México donde, a pesar de los desacuerdos, podamos ponernos de acuerdo en las necesidades que nos unen, también, como nación. Y, sobre todo, no soltemos la responsabilidad, ni se la achaquemos a otros. El futuro de este país es responsabilidad de todas y todos, no sólo de unos cuantos elegidos. 

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