El ajuste estructural consiste en un conjunto de reformas de eficiencia y eficacia que permite hacer frente a los desajustes de largo plazo como la estanflación (menos crecimiento y más inflación); y también a los de corto plazo como la sobre dimensión del gasto y el consumo internos con respecto al balance de pagos.
Es una corrección de los fundamentos macroeconómicos de la microeconomía; es decir, los elementos que permiten analizar el comportamiento de los agentes económicos porque representan las relaciones de preferencias y las dotaciones iniciales de las familias, las funciones de producción de las empresas, las conjeturas que hace cada agente con respecto a los otros, y, sobre todo, las instituciones y las organizaciones de cada nación o, la misma idea con otras palabras: reformar para corregir los desajustes estructurales. Desajustes estructurales que no son solamente cuantitativos, sino también cualitativos.
Hoy en día, Alemania ocupa el puesto cinco de competitividad internacional según el ranking del Foro Económico Mundial. En efecto, se trata de una economía nacional ubicada en la cabecera de las que más han desarrollado la ventaja competitiva nacional; la cual se encuentra actualmente en entredicho a causa, principalmente, de la crisis energética producida por la invasión rusa a Ucrania, la cual disparó la inflación no solamente de la energía, sino también la de los alimentos. Entonces, se hizo necesario iniciar el ajuste estructural mediante la política anti inflacionaria eficiente que redujo la tasa correspondiente desde el 8.7% en enero 2023 a 3.2% en noviembre del mismo año, con una inflación acumulada en 2023 del 3.6%. La corrección estructural está llevando la inflación corriente de la actualidad a la histórica 2000 a 2023 menor al 3% anual y alrededor del 1.5%.
La variación anual del PIB afectada por las crisis sanitaria y geoeconómica se situó en el año 2000 en 2.9% y en 3.2% en 2021; 1.8% en 2022; aunque se contrajo 0.1% en el tercer trimestre de 2023, tras decrecer con esta misma cifra en el período previo; por lo que se justifica un año entero 2023 donde el PIB decrecerá un 0.4%. Estos datos trimestrales del 2023 indican el débil desempeño de diversos sectores de actividades económicas; particularmente la industria manufacturera y de la construcción. Como tantos otros países, Alemania está transitando por una recesión estanflacionaria que suma todo lo malo de la recesión con lo dañino del estancamiento y con el peor impuesto que existe; o sea la inflación.
El PIB en precios actuales y dólares EE.UU., pasó de 1.95 billones en el año 2000 a 4.08 billones en 2022, lo cual dibuja una tendencia de largo plazo sostenidamente creciente en el valor monetario de los bienes y servicios producidos en estos 22 años; por lo que junto a la buena medida de la actividad económica y del esfuerzo laboral de los asalariados, quienes son cada vez más productivos aunque se hayan reducido las horas trabajadas, sugieren a los alemanes evitar los estados de ánimo excesivamente depresivos.
La antesala del ajuste estructural se configuró con los altos precios energéticos, y los aumentos de las tasas de interés, aplicados para combatir la inflación según la receta monetarista. Convergiendo en esta antesala, existe una crisis presupuestaria medida por el déficit de 3.6% del PIB, la cual llevó al gobierno a reducir el gasto público y los subsidios; al mismo tiempo que se puso un alto al crecimiento de la deuda pública 2023 totalizante de 64.60% del PIB, situada un poquito arriba del techo aconsejado por las consultorías internacionales del 60%. Obedientes con estos principios de gobernanza pública, las autoridades prometen reducirla en 2024. Aún más y siempre en este umbral, pesa en buena medida el hándicap de las infraestructuras físicas obsoletas o cuasi obsoletas a causa de la falta de inversiones de porvenir; las cuales escasearon durante los últimos años.
Además de lo anotado en párrafos anteriores, la “locomotora de Europa Occidental” (mal que les pese a los germanófobos), tiene que institucionalizar al ajuste estructural debido al freno en las exportaciones y al envejecimiento de la población. En mayo de 2022, sonó la alarma porque se registró el primer déficit comercial en 31 años. Por otra parte, se prevé que en 2030 perderá el 12% de su población económicamente activa mayormente compuesta por jóvenes; todo lo cual no impide el crecimiento del consumo, mientras las exportaciones competitivas en calidad, pero no en precio, ralentizan.
Víctima del crecimiento del consumo, el excedente comercial se redujo desde 17 MM de euros en junio 23, a 16.1 MM en julio 23; a su vez que las exportaciones solo se incrementaron 0.75% mientras las importaciones hicieron lo propio en 2.1% (casi todos los datos estadísticos de este artículo fueron tomados de DESTATIS). Históricamente, en la primera década del presente siglo, las exportaciones se acercaron al 30% del PIB; en la segunda década al 40% del PIB; en 2020 bajaron a 35.53%, y en 2021 a 38.26%; aunque en 2022 subieron a 41,10%, y en 2023 se prevé que llegarán al mismo 41.10% del año anterior. La posibilidad de una recuperación se asociará al empujón de un comercio internacional renovado y reubicado más que nada por la recuperación de las exportaciones de calidad bastión de la competitividad germana; lo cual le permitirá neutralizar la dependencia de las mismas dirigidas a EE. UU y China, los grandes clientes de Germania.
El ajuste estructural debe reconfigurar a la estructura artefactual, porque el envejecimiento de la población hace que se jubilen mucha población activa portadora de mano de obra calificada, lo cual y hasta ahora, no es compensado por la inmigración a pesar de que esta economía social de mercado ha optado y opta por el nacionalismo cosmopolita. Este último es resultado de la mundialización forjadora de una nueva ciudadanía global o cosmopolita donde el ciudadano puede no compartir categoría étnica, gustos, hábitos o cultura con sus connacionales, pero sí asume a la obediencia constitucional como eje promocional de la democracia dialogística adversaria del nefasto populismo que se derrama por todo el mundo.
En 1998, fecha de otro ajuste estructural señero, Gerhard Schroeder lideró un gobierno de coalición con los Partidos Verde y Social Demócrata que le otorgó un 45% de las sillas del Bundestag para instrumentar las reformas del caso y dirimir los conflictos del desarrollo competitivo. Dado que el actual agrupamiento gubernamental corresponde a tres Partidos de tamaño medio con una capacidad de consenso bastante menor a la de Schroeder y sus asociados, hay buenas razones para dudar de un ajuste estructural sustentable; a no ser que como lo condiciona la dependencia de la trayectoria nacional, los alemanes se reencuentren con la energía colectiva producida por su historia económica, política y social.
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