Acerca del Crecimiento de Nuestra Economía

Otra vez el repaso del Producto Interno Bruto para medir nuestra economía, otra vez el incesante peregrinaje de las cifras que corroboran, sancionan o premian el desenvolvimiento de la actividad económica de la nación. Asumir que se...

19 de abril, 2021

Otra vez el repaso del Producto Interno Bruto para medir nuestra economía, otra vez el incesante peregrinaje de las cifras que corroboran, sancionan o premian el desenvolvimiento de la actividad económica de la nación. Asumir que se instala una dinámica sería redundar en la esencia de la economía; el dinamismo es presencia inobjetable de la marca que hoy supera la de ayer. Las pausas de la actividad económica las hacemos para reunir juicios interpretativos y nada más; las detenciones son mera función de análisis y corrección de rumbo. La detención de variables se hace para conformar política económica y unirla al conjunto de políticas públicas. En ocasiones esto constituye un proyecto de nación. No siempre.

Citar un resurgimiento económico equivale a invalidar toda una marcha productiva, pero reanudar cadenas de producción es una concepción un tanto más acertada si consideramos que prescindimos de un millón de agentes productivos en el curso de la pandemia, de los que no habrá retorno. Es una gran pérdida sin duda, pero lo que importa destacar es la visión de un gobierno alejado de toda reactivación o impulso para evitar lo ocurrido y la trascendencia al orden de la oferta fallida. Obviamente, podemos imaginar el desequilibrio natural que arroja la ausencia de productos terminados y de servicios de un millón de agentes borrados de la interacción comercial.

El primer efecto de este fenómeno de ausencia forzada afecta el mercado interno; si imaginamos un escenario de competencia, no tendríamos problema en suplantar la oferta de estos integrantes borrados del mapa económico, con el agravante de la especialización que elude la eficiencia en el posible reemplazo. Como se contemple, esto no es inmediato, por tanto la demanda seguirá una ruta delantera al camino de la oferta cuando la reactivación ocurra. El efecto de los precios naturalmente altera toda prerrogativa de estabilidad alguna vez lograda antes de la pandemia y del cierre de operaciones de negocios. 

En este delicado tema de mercado interno, el gobierno tomó la ruta equivocada, asumiendo que la reactivación del consumo interno puede estimularse mediante la dádiva; esto es poner a disposición de usuarios clasificados de acuerdo a una escala interpretativa, un ingreso. Esto naturalmente no puede calificar de ingreso toda vez que interrumpe el ciclo de valores agregados en toda cadena productiva. Si el ingreso no tiene correspondencia a un costo en dicha cadena, entonces se convierte en dispendio sin correspondencia alguna. El ejercicio puede nutrir una fase de consumo en un ciclo pero es incapaz de reproducirse sin la creación de utilidades de agentes productivos para un ciclo siguiente. 

Esto ocurrió en México en dos años de esta transición que gobierna; se ha ignorado la fuente original del ingreso gubernamental en la renta de los agentes productivos; esto es el ingreso por consecuencia fiscal en la libre expresión del que emprende. Se ha ignorado la inversión como vértice de la pirámide que el presidente decidió invertir para apuntalar su base en una creencia o imaginaria absurda de recomposición de una economía, pensando que el consumo de los de abajo, tomando su retórica, nutriría mercados internos desgastados. En este aspecto, habría que añadir que el desgaste fue producido por esta endémica postura y la recesión en puerta ya asomaba su rostro antes de la pandemia.

Las malas decisiones de este gobierno en turno han provocado una contracción del producto, han orientado políticas públicas en sentido contrario al universo creador de la globalidad de la que formamos parte, no solamente en trayectoria de décadas, en papel formal y suscrito con las potencias del norte. Al parecer se ignora o se soslaya este precepto de adhesión formal, que por cierto cabe mencionar, es ineludible. 

Ahora bien, del estanco en la producción al camino franco de la recuperación, México crece, al menos la tasa que se espera ronda el 5% anual. No es una tasa despreciable pero no corresponde al equilibrio esperado en las fuerzas productivas de la nación. La verdadera dinámica radica en el sector exportador y este a su vez se nutre de una inercia de crecimiento de la economía norteamericana. Tenemos entonces un aliento en la demanda pero no de todos los sectores que quisiéramos impulsar; no todo es manufactura como tampoco todo es perecedero. El problema que enfrenta México de momento es de temporalidad.

En las áreas delicadas en las que el gobierno tiene alguna injerencia, México las está padeciendo porque no conforman una línea de pensamiento o guía sólida y precisa; la obtusa visión de revivir actividades monopólicas proscritas, afecta desde el mensaje de un gobierno carente de concepción global hasta la determinación de grados de inversión. Las adhesiones y muestras de empatía con naciones en franco declive económico y social, invade la percepción que obliga a la mira del norte. México no debe situar sus prerrogativas en un costo de oportunidad como si las alternativas no estuvieran presentes. Lo están, están en tratados formales y signados. 

Toda fase de crecimiento desde luego es bienvenida pero toda fase de crecimiento requiere de capitalización, de renovación de planta y equipo; finalmente, toda fase de capitalización requiere de reglas claras y de un clima de certeza jurídica y de un ambiente propicio y armónico, responsabilidad de las autoridades. México no lo tiene de momento y tal vez no lo obtenga en un plazo corto; la recomposición del Congreso augura un futuro promisorio y equilibrado en la función presupuestal y en la libre dispensa de regulaciones y autonomía. Del llamado a la inversión sería incorrecto e irresponsable mencionar la existencia de seguridades con esta transición. La yuxtaposición del gasto público y la disposición del mismo mediante eufemismos y contradicciones en el discurso oficial, ha mermado la confianza del capital. 

Se reitera, México crece en su dinámica de exportación y ayuda a la recomposición del producto, pero deja atrás, en un compás de espera, un proyecto integral en materia de especialización y ventajas comparativas con otros bloques y mercados. Se entiende el proceso gradual, lo que no se entiende es la disparidad de objetivos con esta transición. No existe una visión conjunta. 

 

 

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