Somos lo que leemos | “Los justos” de Camus: ¿es posible fundamentar el bien desde el ateísmo?

No sabía qué libro de Camus compartir con ustedes. Sí, uno de Camus, porque en noviembre (hoy) se conmemora su natalicio. Estaba entre La peste, El extranjero y Los justos. Finalmente me decanté por Los justos, pues,...

7 de noviembre, 2022

No sabía qué libro de Camus compartir con ustedes. Sí, uno de Camus, porque en noviembre (hoy) se conmemora su natalicio. Estaba entre La peste, El extranjero y Los justos. Finalmente me decanté por Los justos, pues, además de ser una obra de teatro, el planteamiento es tan profundo que harían falta varios volúmenes de filosofía para explicarlo: ¿es posible fundamentar el bien sin Dios? 

Los pensadores religiosos, principalmente los católicos, dirían que no. Y he ahí la famosa frase de Dostoievsky (“Los hermanos Karamazov”) que suelen citar, “Si Dios no existe, todo está permitido”, lo cual, a contrario sensu, significa que Dios es el fundamento último del bien, de modo que, suponiendo su no existencia, no habría forma de distinguir el bien del mal.

Los existencialistas, especialmente Sartre y Camus, pensaron que esta máxima era falsa, y se propusieron demostrarlo, cada uno a su modo: Sartre y su idea de que el existencialismo es un humanismo (dado que era ateo, habría que afinar el sentido de la frase y decir que el existencialismo ateo es un humanismo, o, en corto, que el ateísmo es un humanismo); y Camus, a través de Los justos.

Muy brevemente: unos terroristas planean el asesinato de un alto funcionario del Zar, que representa la injusticia y la opresión que vive el pueblo ruso. Kaliayev se encargará de arrojar la bomba. Llegado el momento, Kaliayev es incapaz de lanzar la bomba porque el funcionario va acompañado de sus pequeños sobrinos. Kaliayev, que es ateo y terrorista, no es capaz de matar también a los niños, a fin de cuentas inocentes, porque aún en estas circunstancias tan extremas, sabe que matar a un inocente es intrínsecamente malo, aunque se trate de un efecto no querido en sí mismo, sino implícito irremediablemente en la acción justa de quitar la vida a un tirano. 

El contraargumento lógico que esgrime Federov, su compañero terrorista, es que si tanto le preocupan a Kaliayev las vidas de los niños inocentes, no haber matado al funcionario del Zar, aunque hubieren muerto dos niños, implicará que muchos niños más del pueblo morirán por causa de la opresión y la injusticia. Y además, cuando los inocentes sobrinos del funcionario crezcan, oprimirán al pueblo y matarán a muchos niños, igual que el tío. ¿Vale más la vida de esos niños, sobrinos del opresor y destinados a ser también opresores, que la vida de los niños oprimidos de Rusia?

A través de esta obra de teatro Camus mostrará que, aún si Dios no existiera, es posible fundamentar el bien.

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