La ucrania es uno de mis géneros narrativos favoritos. Parte de la idea de que algo no sea como ya sucedió. Revancha de perdedores, refugio de los tristes y esperanzados, es una manera de crear el mundo desde la íntima concepción de que algo podría haber sido diferente. A reserva de nunca poder ser exhaustivo y quedarnos siempre a medias como sucede con todas las listas, este podría ser un primer repertorio de ucronías que haría falta leer. Algunas no han sido traducidas al español, pues salvo los casos de la Guerra Civil española y las dictaduras sudamericanas, los iberoamericanos no somos muy adeptos al género, tal vez por nuestra excesiva pasión reverencias por el pasado o por nuestra tendencia al determinismo.
Comencemos por los más difíciles de clasificar. Sobre la sobrevivencia de los dinosaurios, Al oeste del Edén, de Harry Harrison por ejemplo o de Adolfo Bioy Casares La trama celeste, un cuento de suspenso e intriga que juega con los universos paralelos que termina con la victoria de Cartago sobre Roma; entre las inclasificables también se encuentra una peculiar trilogía, The Neanderthal Parallax de Robert J. Sawyer, en la que los neandertales vencen a los homo sapiens como especie homínida dominante en la tierra.
Algunas más cuestionan los fundamentos de la civilización occidental, tal como hoy la conocemos. Un ejemplo son aquellas que suponen la derrota del cristianismo como religión y modelo ético dominante, tal es el caso de Roma eterna, de Robert Silverberg, o Tiempos de arroz y sal de Kim Stanley Robinson, en donde la peste negra acaba con los cristianos en Europa y el mundo queda en manos de budistas y musulmanes. En el mismo sentido se dirigen las ucronías que se desplazan hacia un pasado lejano que, desde luego, implica cambios más profundos en la geopolítica y aún en la concepción del mundo, así, digamos, el triunfo de la Armada Invencible frente Inglaterra y la conducente hispanización del mundo como en Pavana, de Keith Roberts y Britania conquistada, de Harry Turtledove, o un extraño caso de autocomplacencia histórica: La victoria de la Grande Armée de Valéry Giscard d’Estaing, que narra el triunfo Napoleón sobre el Imperio Ruso.
La Conquista de América también es punto de reflexión. En tal sentido dentro de las ucronías; en su colección La danza del tiempo, Igor Baranko supone el descubrimiento de Europa por los pueblos originarios de América, tema que toca también en la trilogía Crónicas de la Serpiente Emplumada, Edgardo Civallero.
La ucronía ha sido también fértil en los terrenos de la ciencia ficción donde aprovecha los recursos de dicho género para suponer adelantos imprevistos o condiciones materiales que aceleran procesos históricos y cambios sociales imprevistos; entre ellas, La máquina diferencial, de William Gibson en la que supone que Charles Babbage logra construir su máquina y acelera la aparición de la informática cien años antes o Antihielo de Stephen Baxter que propone el descubrimiento de una fuente inagotable de energía.
Desde luego, la suposición de una derrota aliada en la Segunda Guerra Mundial ha sido uno de los temas más prolíficos en materia de ucronías. Rescataríamos Hitler victorioso, de Gregory Benford o la magnífica El hombre en el castillo de Philip K. Dick y la muy significativa Patria, de Robert Harris, donde uno de los protagonistas es Joseph Kennedy, convertido en presidente de los Estados Unidos con tendencias pro nazis en visita oficial a su amigo Adolf Hitler.
También la Guerra civil española y la victoria republicana han sido fuente de importantes ucronías y de hecho forman el cuerpo central de dicho género en nuestra lengua. A propósito de ello, destacan El coleccionista de sellos, de César Mallorquí y En el día de hoy, de Jesús Torbado cuyo título evoca el último parte de guerra con el que la historiografía española considera iniciada la dictadura de Franco y Els ambaixadors de Albert Villaró; novela curiosa e interesante es La Colomina 36 de Nicolás Bardio, sobre el triunfo de la rebelión minera en Asturias y la posterior incorporación de España a la Unión Soviética; no hay que olvidar la excelente recopilación de cuentos ucrónicos sobre el tema Franco, una historia alternativa, reunidos por Julián Díez.
Desde luego hay que tener en cuenta una novela española que se inserta en los cambios geopolíticos y que no se refiere a la insurrección franquista, esta es Fuego sobre San Juan, de Pedro A. García Bilbao y Javier Sánchez-Reyes, que narra la victoria española sobre los Estados Unidos en la guerra del 98, lo que implica cambios en el desarrollo posterior de la historia en todo el hemisferio.
En cuanto a Latinoamérica, México es escaso en su producción, pero las dictaduras sudamericanas han generado algunos títulos notables. SYNCO, de Jorge Baradit, imagina a un Pinochet fiel a la institucionalidad e incondicional de Salvador Allende y la creación de un estado cibernético; Atentado Final, de Fernando Sáez, donde propone la muerte del dictador en el atentado que sufriera en 1986 y que desata una guerra interna dentro del régimen; tema similar resulta en Frente a la Derrota, de Álvaro Delgado en la que Pinochet desconoce los resultados del Plebiscito Nacional de 1988 en el que triunfa el NO a la dictadura. Caso peculiar en el que se habla de la dictadura sin hablar de ella es República Nazi de Chile, de Carlos Basso, en la que el autor imagina el triunfo del Tercer Reich y la creación de un Estado nazi en la república sudamericana.
Por su parte, Dalmiro Sáenz hace lo propio desde la óptica argentina mediante dos novelas en torno al retorno a la democracia luego de las dictaduras militares: El día que mataron a Alfonsín y El día que mataron a Cafiero.
Otra temática propia de las ucronías surge de la suposición de que algunos personajes hubieran sobrevivido a sus muertes y con ello implicar cambios dentro de sus contextos más o menos limitados, de tal suerte El Cuarto Disparo de Javier Lacomba Tamarit, que supone las sobrevivencia de John Fitzgerald Kennedy y la muerte de Jacqueline en el atentado de Dallas; o bien Máquinas como yo de excelente factura escrita por Ian McEwan, donde Alan Turing no se suicida y vive hasta la década de los años de 1980 cuando el Reino Unido pierde la Guerra de las Malvinas.
Mención aparte merece, por su tratamiento y por su autor, Ada o el ardor de Vladimir Nabokov, su novela más extensa y de las primeras escritas en inglés, en la que supone como telón de fondo unos Estados Unidos conquistados por la Rusia Zarista, donde la electricidad está prohibida y sobre el que se desarrolla un amor incestuoso entre hermanos. Esta novela sui generis podríamos considerarla una especie de ucronía melancólica.
Por último, la situación contemporánea ha abierto la puerta a lo que podríamos llamar las ucronías apocalípticas que se relacionan con las distopías del mismo estilo, de entre ellas es ejemplar La guerra de las Amazonias, de E. Sebastian, una batalla internacional por el control de la cuenca del Amazonas; o bien la novela ilustrada Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons, donde se ofrece una dictadura de treinta años liderada por Richar Nixon que ha triunfado en Vietnam y que goza de la ayuda de un superhéroe que enfrenta a sus pares considerados ilegales por la dictadura. Las llagas de la Tierra, de Greg K. Martin, ofrece un mundo devastado por la tercera guerra mundial derivada del conflicto entre Occidente y el mundo islámico y Sumisión de Michel Houellebecq presenta una guerra civil en Francia ante el triunfo electoral de las minorías islámicas.
@Cesarbc70
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