Después de un retorno a clases presenciales que para todos fue un alivio, pero que al mismo tiempo representó una zambullida obligada en un mar de emociones encontradas (alegría de volvernos a ver, ansiedad por recuperar los roles o quizá incertidumbre de lo que pasaría), llegó el merecido descanso que todos necesitamos.
Sin embargo, justamente debido a ese regreso a la “normalidad” (nueva, reconocida o transformada) y todo lo que supone, más el hecho de que la pandemia no ha terminado y debemos seguir siendo conscientes de ello, estas serán, una vez más, unas vacaciones diferentes.
Así que, más allá de realizar el viaje que tanto estamos esperando, más que empezar a elegir qué maleta llevar para que quepan el iPod, la tableta y la consola de videojuegos o antes de pensar en cuántas fotos vamos a compartir en nuestras redes sociales, es preciso que nos demos un tiempo para reflexionar sobre cuál debería ser el propósito real de este periodo de descanso y, lo más importante, cómo podemos disfrutarlo, priorizando la convivencia familiar de calidad y cuidando la salud de todos.
Aprender a estar presentes en familia
Las vacaciones nos dan la oportunidad de pasar más tiempo juntos, pero al mismo tiempo, por el cambio de las rutinas establecidas, pueden provocar que se generen diferencias entre los miembros de la familia. Además, los avances tecnológicos y el ruido de todo tipo al que estamos expuestos día a día, nos han llevado a tener dificultades para disfrutar del tiempo de ocio en un ambiente de paz y libre de estímulos exagerados que alteran nuestra capacidad de atención (y de estar realmente presentes).
Por ello, es muy importante que busquemos la manera de lograr que el tiempo vacacional sea de calidad y que nos sirva para estrechar los vínculos y reafirmar los valores familiares.
Algunos tips que nos pueden ser de utilidad:
- Elijamos actividades que involucren a todos. Desde un juego de mesa, si nos quedamos en casa, hasta un viaje de exploración en algún destino ecoturístico o exótico, lo importante es que todos los miembros de la familia participen, se sientan útiles, se escuchen, se diviertan, se acompañen y compartan.
- Tratemos de limitar el tiempo de pantalla. No podemos negar que todos estos dispositivos tecnológicos mágicos e irresistibles se han convertido en herramientas cotidianas, pero no podemos olvidar que la responsabilidad primordial de los padres es estar presentes para nuestros hijos. Imposible hacerlos sentir amados, escuchados o tomados en cuenta, si los dejamos pasar horas frente a cualquier tipo de pantalla o bien, si somos nosotros quienes no podemos dejar de estar pendientes de la última publicación o chat que nos llegó.
No se trata de prohibir sino de darle un lugar especial a los demás (con mayor razón cuando se trata de nuestros seres más amados).
- Compartir las comidas. Hay un dicho que dice que “la familia que come unida, permanece unida”… No hay mejor momento para comentar, platicar, recordar los mejores momentos del día, compartir alguna reflexión e incluso, educar, que cuando comemos juntos. Y si alguna duda nos queda, hagamos una pequeña reflexión y pensemos: ¿Cuántas cosas aprendimos de nuestros padres o abuelos sentados a la mesa?
- Aprendamos juntos a disfrutar del silencio. Ya no sólo se trata de nuestros hijos; nosotros mismos, los adultos del siglo XXI y especialmente los citadinos, hemos perdido la capacidad de disfrutar del silencio.
Hay estudios neurológicos que avalan que el silencio tiene un impacto altamente beneficioso sobre nuestro cerebro y el tiempo de vacaciones es perfecto para empezar a ejercitar nuestra capacidad de disfrutarlo.
Busquemos un lindo lugar para ver el atardecer, un bosque o alguna montaña y sentémonos con nuestra familia a disfrutar de lo que todos nuestros sentidos son capaces de percibir cuando el ruido no puede distraernos.
- Promovamos el amor a nuestro país conociendo destinos nacionales. Es sorprendente la cantidad de mexicanos que no conocen su país. México es una tierra llena de bellos matices, abundantes recursos, hermosos paisajes y gran diversidad biológica y cultural. Aprovechemos nuestro tiempo y dinero para darnos la oportunidad de conocer todo lo que tiene que ofrecernos y contribuir así, al fortalecimiento de la identidad nacional de nuestros hijos, enseñándolos a amar sus propias raíces.
¿Y los contagios? ¿Y el retorno seguro después de vacaciones? ¿Qué podemos hacer?
Es cierto que, además del amplio porcentaje de la población que ya ha sido vacunado, hasta ahora hemos demostrado que tenemos la capacidad de disminuir los contagios y de cuidarnos los unos a los otros, mediante el seguimiento puntual de los protocolos que han marcado nuestras autoridades sanitarias y nuestras escuelas.
Pero para que todo esto siga siendo efectivo, nos ayudará tener en cuenta:
- Recordar, sin miedo, pero sí con precaución, que la pandemia no ha terminado.
- Preferir lugares y actividades al aire libre.
- Continuar utilizando cubrebocas y gel desinfectante o lavado de manos, siempre que nos sea posible.
- Permanecer en casa ante la presencia de cualquier síntoma o infección.
- Realizar pruebas de detección del virus antes de volver a la escuela o trabajo.
Corazones plenos, cuerpos sanos y un regreso seguro para todos
Sin importar a dónde fuimos, cuánto tiempo fuimos o si no fuimos, lo valioso es que el tiempo que hayamos invertido en compartir vivencias con nuestra familia es una inversión a largo plazo que se verá multiplicada por mil.
Y si en estos momentos pudimos, además, permanecer sanos y seguros, tendremos la tranquilidad de poder volver a los espacios que compartimos con la familia que elegimos por extensión, con la seguridad de que seguiremos cuidándonos mutuamente desde la solidaridad, la responsabilidad y la empatía.
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