“Nuestros sentidos nos permiten percibir sólo una pequeña porción del mundo exterior”. – Nikola Tesla (1856-1943), físico, matemático e ingeniero eléctrico serbio.
Como seres humanos estamos estrechamente conectados con algo mucho más complejo que nuestros dispositivos móviles. Y no me refiero a las redes de comunicación o a la capacidad para entablar una conversación desde el otro lado del mundo sino a la naturaleza. Antonio Gaudí (arquitecto español) pensaba que “El gran libro siempre abierto y que hay que hacer el esfuerzo de leer es el de la Naturaleza.” Y, parafraseando a Albert Einstein, hay que mirar profundamente en la naturaleza para comprenderlo todo mejor. No es casualidad que los grandes pensadores y creadores de la antigüedad hayan tomado a la naturaleza como referente y en tiempos críticos como en los que nos encontramos, sería oportuno volver a ese origen que no, a lo antiguo.
Hace dos semanas escribí que “La vida es un ratito y estamos perdiendo la oportunidad de generar un barbecho (sistema de cultivo que consiste en dejar de sembrar la tierra periódicamente para que se regenere) en nuestras vidas”. El término puede sorprender porque pertenece al ámbito de la agricultura pero ya que hablamos de la naturaleza lo rescato del injusto olvido de las redes sociales (puesto que, la velocidad de la información almacena cada segundo miles de publicaciones) para reflexionar en torno a la necesidad de tomar un respiro, permitir que nuestro terreno llamado vida se limpie y se prepare para la nueva siembra, movernos con el cambio mundial, re-conectar con lo esencial y seguir adelante desde la solidaridad y la colectividad que nos enseña el proceso de simbiosis en la biología y que se aleja de la competencia sin sentido; de hecho, nuestro cuerpo es una clara manifestación simbiótica donde la sincronización y el equilibrio de células animales, bacterias y hongos hacen posible la perfección de las diferentes funciones y sistemas.
Por lo anterior, resulta interesante hablar del micelio que es el verdadero cuerpo del hongo y de sus funciones de simbiosis y descomposición en la naturaleza, ya que: “los hongos interconectan a los árboles de su alrededor. El micelio del hongo y la raíz de la planta se unen e intercambian algunos elementos. El hongo provee a la planta de nutrientes que por sí misma no puede sintetizar y le ayuda a aumentar su capacidad de absorción de agua, mientras que la planta provee al hongo de carbohidratos que la planta obtiene a través de la fotosíntesis. Investigaciones de los últimos años han revelado que esta interconexión permite a las plantas transportar alimento y energía a árboles enfermos o a las nuevas generaciones, no siendo una limitante la especie del árbol” (Daniela Torres / Fundación Fungi).
El comportamiento del micelio bien puede ser un punto de partida para cambiar el chip de nuestras mentes y enfocarnos en soluciones para una nueva realidad desde la colaboración y la sensibilización a las necesidades de la colectividad lejos de etiquetas y juicios superficiales; por lo tanto, se hace necesario voltear la mirada a la naturaleza para aprender de simbiosis y de nuevas formas de conectar con lo y los demás, ya que somos habitantes temporales del planeta tierra y lo ideal sería dejarlo un poco mejor de lo que encontramos al nacer.
Si la crisis financiera mundial, la pandemia, el rezago educativo, la vergüenza política y la violencia nos dejan sin esperanza cabe preguntarse ¿De qué está hecha la existencia? ¿No será que dos años después de iniciada la pandemia seguimos con vida porque queda mucho por hacer en todos los ámbitos? Si el sistema económico colapsa ¿Nuestra vida, nuestros sueños, nuestro desarrollo como personas se acaban también?
La naturaleza sigue su curso y nos dio una lección magistral cuando le dimos un respiro al planeta en el interminable confinamiento del 2019. Los hongos son en realidad la expresión macroscópica del micelio pero de él dependen las funciones principales para mantener el ciclo de la vida de los bosques y es que, como escribió el escritor portugués José Saramago: “Solo si nos detenemos a pensar en #laspequeñascosas llegaremos a comprender las grandes”. Lo cual significa que nos queda mucho por aprender.
A manera de colofón: si como lo demostró mi tweet, a través de las redes sociales podemos conectar con personas de todos los rincones del planeta y obtener reacciones, opiniones, comentarios y si, como nos demuestra el micelio a través de su colaboración e interacción natural con los árboles es posible otra forma de coexistencia. ¿No es un buen momento para intentar formas diferentes si queremos resultados diferentes? Al parecer, la pandemia no nos ha hecho más humanos sino al contrario, nos ha llevado directo al abismo del egoísmo. Intentemos ser como el micelio y conectemos más y mejor con los demás que nos rodean y que hacen posible nuestra existencia a través del amor compartido.
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