“La maternidad ha cambiado, como la vida misma de las mujeres que arribamos a la contemporaneidad.”
– Ileana Medina / Periodista cubana (1973)
Soy hija de madre soltera, el sándwich entre dos varones (aunque en realidad siempre digo que soy el jamón porque es la parte sustancial del emparedado) y si mi padre no hubiera… quizá mi madre habría… entonces yo sería… pero honestamente no me inquieta los “hubieras” porque son meras suposiciones y me gusta la vida que tengo y la que tuve en la infancia. Aunque he visitado cantidad de veces el diván del psicoanálisis, no sufro depresión ni tengo pensamientos autodestructivos, sino que tengo corazón de pollo y todavía sigo aprendiendo entre el mar de emociones que a menudo se convierten en tsunami, pero que una vez pasada la tormenta llega la calma y todo vuelve al orden acostumbrado.
Soy madre de tiempo completo de un niño de casi siete años: el jefe más demandante que he tenido en mi vida, sin derecho a vacaciones ni pausas por fin de semana o días festivos y estuve a su entera disposición durante los nueve meses del embarazo porque el proceso fue de alto riesgo y fue necesario guardar reposo, dejar la vida laboral y construir una nueva vida en todos los sentidos, lo cual no fue fácil.
La maternidad tiene múltiples aristas, no se limita al modelo de los personajes que representó en su época Marga López (actriz nacionalizada mexicana, 1924 – 1950) pero tampoco se acota al estereotipo que Martha Debayle convirtió en marca, porque la maternidad es un proceso natural de la vida y como tal, no tiene fórmulas ni atajos, no tiene nada que ver con el glamour y no llega con fecha de caducidad.
La reflexión en torno a la maternidad es reciente a nivel mundial y en México, estamos en pañales. Mi principal pensamiento cuando me supe embarazada se enfocaba justo en tratar de entender cómo ejercer la maternidad en tiempos de inmediatez. Recuerdo que veía otras mujeres embarazadas ir y venir con total naturalidad, como si el embarazo fuera similar a tener un resfriado o jaqueca y el entorno era aún más confuso porque en los pocos recorridos que hice tanto a pie como en transporte público a nadie parecía importarle una mujer embarazada como yo, así que el tema rondaba por mi cabeza mientras que afuera, el mundo albergaba una mujer más en proceso de gestación de una nueva vida.
Y ocurrió que me volqué en los libros, en Internet y no exagero al decir que ocho años después sigo aprendiendo y recibiendo material nuevo: las madres en España manifestándose por el pronto regreso a clases en plena pandemia y sin los protocolos necesarios; las madres usando el hashtag #SialaLactancia después de que en el Museo Soumaya le pidieran abandonar el recinto a una madre mientras amamantaba; las madres escribiendo sobre su experiencia durante la pandemia y el enorme reto de combinar el trabajo con la escuela de los hijos, la atención del hogar, entre otras tareas; las madres pidiendo mayor tiempo para las licencias por maternidad; las ministras que se presentan con sus bebés en brazos y todas tienen un común denominador: defienden a sus crías y su derecho a la maternidad, el respeto a su espacio y a hacer tribu (como lo llaman ahora).
El término maternidad (del latín maternitas = estado, condición, calidad o cualidad de madre) no existió en la Europa Occidental hasta el siglo IX, pero se aplicaba únicamente como sinónimo de tierra nativa y no fue sino hasta la Edad Media que se empezó a definir la maternidad tal y como la entendemos actualmente (De la historia de la maternidad, Cira Crespo).
Este breve espacio y la mercadotecnia que pone reflectores si y solo si en las efemérides señaladas por el calendario no son suficientes para desmenuzar un tema tan complejo como lo es la maternidad, en 2005 publiqué el libro autobiográfico Yo, Mamá (Ed. Acribus) cuyo objetivo fue invitar a la reflexión y dar una nueva mirada en una era inundada de convencionalismos y estereotipos en tanto raíces de nuestra sociedad. Porque es en el rol materno donde se siembran las semillas de #laspequeñascosas de la vida, esas que no ocupan las columnas de ocho en los diarios ni son tendencia en redes sociales, pero que sustentan la existencia misma, igual que las hormonas que se alteran antes, durante y después del proceso de gestación. La maternidad no es miel sobre hojuelas, el sufrimiento materno es latente en muchos ámbitos, las voces de millones de madres han sido ignoradas o calladas, el derecho a la libre maternidad no es moda ni opcional, las madres que trabajan son tanto o más comprometidas que los hombres. Y sí, madre solo hay una (aunque yo tengo dos). Seguiré escribiendo sobre maternidad hasta que ser madre, emprendedora, mujer y empoderada sea una experiencia de vida integral y no sinónimo de renuncia a la realización personal, porque las mamás movemos al mundo y además, tenemos radar.
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