Pausar en la vida cotidiana parece imposible; sin embargo, algo sucedió con la pandemia que nos hizo activar un chip especial para conectar más con la naturaleza, con la pausa, con la atención plena, con la percepción del tiempo y el espacio en forma más consciente; quiero creer que al menos todos entendimos que la vida nos cambia en un abrir y cerrar de ojos o, para “estar más en onda” en un click.
Tenemos mucho que aprender de la naturaleza en tanto su capacidad de evolución, estructura, reproducción, organización y permanencia en el planeta. Basta con dar una caminata por el bosque para mirar y admirar la inmensidad de los árboles, la extensión de las plantas, la forma y el color de las flores y frutos.
Maurice Maeterlinck (Premio Nobel de Literatura 1911) fue un dramaturgo y ensayista belga que perteneció al movimiento del simbolismo cuyo principio exaltaba la espiritualidad, la imaginación y los sueños y que proclamaba el arte por el arte “En este arte, las escenas de la naturaleza, las acciones de los seres humanos y todo el resto de fenómenos existentes no serán nombrados para expresarse a sí mismos; serán más bien plataformas sensibles destinadas a mostrar sus afinidades esotéricas con los Ideales primordiales”. Entre sus obras más conocidas se encuentra “El pájaro azul” y el ensayo “La inteligencia de las flores”.
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En este último escribe: “No es solamente en la semilla o en la flor, sino en la planta entera, tallo, hojas y raíces, donde se descubren, si quiere uno inclinarse un instante sobre su humilde trabajo, numerosas huellas de una inteligencia perspicaz.” Recientemente, mi hijo y yo dimos un paseo por el Desierto de los Leones, un recorrido ligero que nos permitió salir de la prisa y lo cotidiano de cada día para respirar un aire un poco (sólo un poco) más puro, disfrutar de los sonidos, colores, texturas, olores y sabores de la naturaleza (aunque no comimos ningún fruto, semilla o flor silvestres) pero también aprendimos (y agregaría que re-descubrimos) la maravilla y majestuosidad que es la naturaleza.
Es imposible no sentirse pequeñito ante tal inmensidad y se hace obligatorio respetar ese entorno y esa forma de organización que se asemeja más a un santuario que a un parque de diversiones (porque parece que en eso lo quieren convertir con sus recientes anuncios por todo el camino principal mencionando al “patrocinador” que colabora en su conservación) porque no se puede más que admirar, disfrutar y agradecer. En el recorrido aprendimos la importancia del musgo, los hongos y los helechos (filicopsida, símbolos de amor y armonía) estos últimos tienen forma de cabeza de violín en su forma naciente, se reproducen mediante esporas y protegen el subsuelo para conservar el ecosistema. Por su parte, el musgo y los hongos son los encargados de nutrir y conservar los troncos de los árboles al retener el agua necesaria. Aprendimos de la forma en que se conectan los árboles tanto en lo alto de sus copas como en lo profundo de sus raíces y pudimos disfrutar de un verdadero concierto de aves durante el trayecto. ¡Privilegio de Dioses!
La humanidad se ha desconectado de su origen natural con el paso del tiempo, se dice que desde tiempos bíblicos existió tal desconexión al quedar asentado que al construir el arca, Noé no incluyó especies de plantas; sin embargo, la señal de que la tierra era habitable después del diluvio fue justamente una rama de olivo en el pico de la paloma que Noé envió a explorar. Se demuestra una vez más, que nuestra existencia es posible gracias a #laspequeñascosas que determinan los diferentes estilos de vida. No es casualidad que veamos fotografías en redes sociales de la lluvia, del sol, de la luna, del amanecer, del mar, de las aves; quizá es la oportunidad de reconectar y reconciliarnos con nuestro hábitat natural al exterior y con nuestra naturaleza humana al interior.
A manera de colofón: el mundo textil ha encontrado un nuevo sentido y un nuevo nicho de mercado a partir del confinamiento que vivimos por COVID-19, sus posibilidades creativas y expresivas no tienen más limite que la imaginación. Laura Murcia (cantautora) nos dice: “La costura es lo primero en un mundo que se hace pedazos”. Eduardo Galeano escribió: “Quien escribe, teje. Texto proviene del latín “textum”, que significa tejido. Con hilos de palabras vamos diciendo, con hilos de tiempo vamos viviendo. Los textos son como nosotros: tejidos que andan”. Y no es coincidencia que hablemos de redes sociales, del tejido social, de hilos de sangre. En el mundo actual, en el que la celeridad se sirve en plato frío cada día, bordar y tejer se convierten en actos de resistencia, revolucionarios, innovadores; se requiere de tiempo y espacio para crear una pieza tejida o bordada pero también es una forma de acercarse a la naturaleza si profundizamos en el origen de los hilos, estambres, telas. Así es como el mundo textil se abre camino en un mundo de inteligencia artificial, de likes, de emojis y de sofisticada tecnología. Este fin de semana se realizó la Feria Textil, organizada por un colectivo de jóvenes mujeres y estudiosas de las artes textiles (teñido natural, tejido, bordado, fotobordado, macramé, entre otras). El evento tuvo lugar en Casa Ensenada 60, un espacio dedicado a realizar diversas actividades lúdicas y culturales, que albergó a creadores y emprendedores en el mundo textil.
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