“Las etiquetas son para las latas no para las personas”.
– Eslogan publicitario
La sopa, las verduras, el atún, la soda, el jugo, el aceite de oliva, la sardina, la fruta en almíbar, la cerveza, las galletas, los chiles, el café y hasta el cine pueden enlatarse porque todo cabe en una lata sabiéndolo acomodar. Existen latas inigualables, la de Coca-Cola sigue siendo irresistible o la de Campbell inconfundible y ambas aportan una sensación de tener la vida resuelta con solo abrirlas, pero la vida no está disponible en una presentación en lata, la vida simplemente es y ocurre mientras caminamos por una acera y nos encontramos una flor caída en el piso o una pluma de ave o una moneda de un peso o a un anciano platicando con su nieta en un café. Todo ello ocurre mientras seguimos en un eterno periodo pandémico. Y ¿qué hacer?
Parece increíble poder decir que ha transcurrido un año y cuatro meses desde que fuimos recluidos en nuestros hogares lejos de lo que llamábamos vida y hoy nos miramos en la calle entre cubrebocas, evitamos darnos la mano, abandonamos los cines, restaurantes, museos, plazas públicas, centros culturales, librerías, tiendas, lo dejamos todo. Y es que quizá resulte que estábamos acostumbrados a una vida en lata disfrazada de autos del año, casas en las que sólo dormíamos, oficinas, escuelas o bares que bastaba con abrir para sentir que lo teníamos resuelta la vida y entonces, llegó la pausa obligada.
No pretendo repetir lo que han dicho los especialistas ni hacer pronósticos (buenos o malos) respecto a lo que nos depara la COVID-a (como algunos la llaman), sino insistir en eso que está más allá de la vista y que a veces parece parte de la escenografía de nuestra vida, pero que tiene una intención si tenemos la sensibilidad para detectarlo.
Hace unos días leí en Twitter un pequeño relato: Una persona “N” llegó a un restaurante “X” en Toluca, el sitio estaba concurrido y le pidieron esperar, después de ella llegó una pareja de ancianos a los que pasaron de inmediato, la pareja le ofreció a la persona “N” un lugar en su mesa y ella aceptó; pasaron un rato magnífico, salieron a caminar un rato después del almuerzo compartido, se contaron anécdotas, intercambiaron números y la persona “N” declaró haberse sentido entre familia. El restaurante “X” pertenece a una familia muy cercana a mí y me dio un gusto especial que una historia tan peculiar lo hubiera tenido como escenario, compartí la historia y el círculo se cerró porque de lo que se trata es justo de recuperar los espacios, las relaciones y la vida no como era sino como es de forma natural, una vida en la que es posible conectar con extraños y en la que cada momento trae sus experiencias, sensaciones y emociones si nos damos el tiempo para valorarlo.
Ojalá que se pudiera encontrar la felicidad, el éxito o el amor en lata, pero no es posible no solo por tratarse de cuestiones intangibles, sino porque cada uno tiene especificaciones precisas y cambian de persona a persona justo porque no estamos hechos en serie (aunque la gestación in vitro o la clonación hagan parecer que sí) y porque 235ml de vida enlatada no alcanzan para descubrir la belleza de un atardecer o sentir la lluvia en la cara o reírse a carcajadas con una película de comedia o para llorar un profundo dolor o para enamorarse, hace falta más, mucho más.
¿Cuántas veces en la vida nos hemos quedado enlatados? En contraste a lo fast que puede significar la presentación en lata de ciertos alimentos o bebidas, se dice que aquello que causa hastío y disgusto se convierte en una lata y si llega al extremo de convertirse en fastidioso, molesto o pesado, se trata, sin duda, de algo o alguien latoso (como los trámites burocráticos). Nos quedamos enlatados cuando no tenemos más posibilidades, cuando nos achicamos, cuando caemos en la apatía, cuando hacemos las cosas pese al disgusto que puedan provocarnos o nos resignamos a ser uno más en el anaquel, a disposición de alguien más.
Seguramente la próxima vez que abras una lata, tu experiencia será diferente después de haber leído esto, igual que ocurre siempre que ponemos atención a #laspequeñascosas de la vida.
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