Cortisol: ¿amigo o enemigo en “postpandemia”?

Después de casi dos años de incertidumbre y aislamiento, por fin parece que la pandemia empieza a darnos una tregua y poco a poco hemos ido retornando a nuestras actividades habituales. Sin embargo, una de las cosas...

12 de mayo, 2022

Después de casi dos años de incertidumbre y aislamiento, por fin parece que la pandemia empieza a darnos una tregua y poco a poco hemos ido retornando a nuestras actividades habituales. Sin embargo, una de las cosas que, sin duda, podemos observar en nosotros mismos y en quienes nos rodean, es que, si bien hemos podido regresar a “las cosas de siempre”, parece que ninguno de nosotros es “el mismo de siempre”: estamos más irritables, agresivos  o sensibles, más gordos o más flacos, poco tolerantes o absolutamente indolentes, tristes unas veces y eufóricos otras… 

Pero, lo importante de estos cambios que todos presentamos es darnos cuenta de que, si bien la causa es mucho más profunda de lo que podemos apreciar a simple vista, también hay diversas estrategias que pueden ayudarnos a solucionar el problema de fondo.

El estrés, el cortisol y el cerebro

Históricamente el estrés ha sido un elemento esencial en la vida del hombre y es, de hecho, gracias a él que hemos logrado sobrevivir como especie, ya que nos permite hacer frente a todo tipo de amenazas tanto físicas, como ambientales, sociales y psicológicas.

Cuando estamos estresados nuestro cuerpo manda una señal de alerta que libera diversas hormonas que actúan como neurotransmisores, para provocar reacciones específicas en nuestro organismo y de entre las cuales la más importante es el cortisol.

Este se produce en las glándulas suprarrenales y, junto con la adrenalina, nos permite enfrentar el peligro, resolver problemas y huir de amenazas potenciales (acelerando la frecuencia cardíaca, elevando la presión arterial, maximizando los suministros de energía y los azúcares (la glucosa) en el torrente sanguíneo, mejorando el uso de esta sustancia en el cerebro, aumenta la disponibilidad de sustancias que reparan los tejidos, alterando las respuestas del sistema inmunitario, suprimiendo los sistemas digestivos reproductor y los procesos de crecimiento, y limitando las funciones que serían no esenciales o perjudiciales en una situación de lucha o huida. 

Y además de todo, este complejo sistema de alarma natural también se comunica con las regiones del cerebro que controlan el estado de ánimo, la motivación y el miedo.

Es por esto que cuando tenemos un subidón de cortisol (y adrenalina) todos nuestros sentidos se alteran, el hipotálamo y la corteza prefrontal se nublan y no somos capaces de ver más allá del peligro que enfrentamos.

La realidad es que todos estos son procesos naturales que, como ya mencionamos, han sido “programados” para garantizar la supervivencia de la especie humana y hasta aquí todo va bien, pero… 

¿Qué pasa cuando los factores de alarma no desaparecen, nuestros niveles de estrés son muy altos (y/o constantes) y el cuerpo no deja de producir cortisol y adrenalina? 

Pros y contras del cortisol sobre el organismo

Cuando los niveles de cortisol están balanceados nuestros órganos y sistemas funcionan en armonía. Sin embargo, cuando esta hormona se mantiene elevada (por factores estresantes que no desaparecen, como los causados por la pandemia o los que provoca el estilo de vida frenético y acelerado y lleno de estímulos al que “felizmente” regresamos) puede derivar en una alteración endocrina conocida como “hipercortisolismo”, que produce efectos muy negativos en las funciones de las células de todo el cuerpo. Es curioso que los efectos adversos, en la mayoría de los casos, afecten exactamente los mismos órganos y funciones a los que ayudan cuando los niveles hormonales son normales, como podemos apreciar en esta tabla:

Cortisol vs Oxitocina

Por fortuna para todos, el cuerpo humano es una “máquina” increíblemente bien diseñada que tiene la capacidad de regularse, regenerarse e incluso, hasta de sanarse en las condiciones adecuadas.

Y cuando hablamos de neurotransmisores, resulta ser que, existe todo un mecanismo en nuestro cuerpo en el que otras diversas sustancias también son liberadas para que podamos pasar de estados de alerta a momentos de calma y de emociones negativas exaltadas a estados de paz interior y de alegría.

Una de estas sustancias (y la que más puede ayudarnos en estos momentos de tensión “postmandémica”) es la oxitocina.

También conocida como la “hormona del amor”, la oxitocina se produce en altas cantidades cuando abrazamos, damos la mano, sonreímos, bailamos, tenemos buena actitud, compartimos con los amigos, evocamos buenos recuerdos, etcétera y entre sus principales beneficios se encuentra el hecho de que nos ayuda a disminuir notoriamente los niveles de cortisol en el organismo y con ellos, la ansiedad, la depresión, la irritabilidad y hasta los kilitos de más o de menos de los que hablábamos antes.

5 tips infalibles para bajar cortisol y elevar la oxitocina

Las investigaciones neurocientíficas han avanzado increíblemente en último siglo y a veces resulta hasta increíble darnos cuenta de que las soluciones que encuentra son más simples de lo que imaginamos, sino que se encuentran presentes cuando nos enfocamos en lo más importante que tenemos; la parte humana.

Desde luego, lo primero que tenemos que tener en cuenta es que todo cambio requiere de decisión, voluntad, perseverancia y disciplina, por lo que repetir las siguientes estrategias tanto como podamos y convertirlas en hábitos, será un factor clave para lograr el éxito:

  • Hacer deporte
  • Cantar
  • Bailar
  • Sonreír
  • Abrazar 

Convertir la felicidad en nuestra “nueva normalidad”

Un niño feliz es un niño que aprende y un adulto feliz es un adulto productivo.

Poner en práctica estas estrategias nos ayudará a disminuir el estrés y generar neurotransmisores que se traduzcan en emociones positivas, activando nuestra química cerebral, poniendo en funcionamiento la de todo el cuerpo y creando una especie de “red de conciencia celular” que nos permita fortalecernos a todos los niveles.

Quizá nos falte un largo trecho por recorrer para poder decir que superamos esta crisis, pero lejos de sentarnos a esperar a que termine, nuestra obligación es actuar para que cada instante valga la pena, para que cada día sea el más importante y para que la felicidad no se encuentre al final del camino, sino que sea parte de él y nos lleve a salir de esto más sanos, más fuertes y más preparados para ayudar a quienes aún no se hayan dado cuenta de que la vida se trata de ser felices hoy.

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