Como ocurre en cada una de las últimas elecciones, no son pocos los analistas y opinadores que señalan que…
Como ocurre en cada una de las últimas elecciones, no son pocos los analistas y opinadores que señalan que los partidos tienen campañas decepcionantes o francamente nauseabundas. Como si los partidos hicieran campañas por debajo del nivel ciudadano. Se asegura que no hay mensajes sobre los cómos resolver problemas y que todo o casi todo es campaña de desprestigio. En este camino, muchos terminan justificando que los ciudadanos no se interesen en política debido precisamente a todos esos defectos.
Para fines de pura especulación pensemos que es al revés: los ciudadanos son apáticos, no ahondan en la información que reciben en cápsulas de los medios de comunicación. Tal vez esta sea la causa de que los partidos políticos no elaboren mensajes más profundos y de más larga duración. Imaginemos que la lluvia de spots que nos chutamos se cambiara por un programa diario de media hora en horario estelar. En ese programa, los candidatos expondrían sus programas y los confrontarían. Imaginemos, en el colmo de la fresez, que no se permitieran acusaciones que no estuvieron probadas. ¿Serían más exitosas y más vistas las campañas? Es difícil creerlo.
Las campañas no están dirigidas a los comentaristas, analistas y académicos. Van dirigidas a la gran masa de votantes que está enojada por la situación del país, que quiere “sangre”, es decir, alguien a quien culpar. Empeñada en ganarse la vida, esa gran masa heterogénea de votantes no tiene tiempo ni energía para sentarse a ver y escuchar profundos y largos mensajes políticos o de ningún tipo. El tiempo y la dedicación sólo la tienen los profesionales, esos a los que no gustan las campañas; por cierto que, en muchos casos, estos profesionales no parecen profundizar tampoco en sus opiniones. No se trata de que la gran masa de votantes sea menos inteligente que los comentaristas, analistas y académicos. Si estos últimos fueran inteligentes no defenderían, como ocurre en muchas ocasiones, a políticos simplones o caudillescos. Los partidos políticos se han decantado por hacer campaña en dos vías: la descalificación de los adversarios y las propuestas muy, muy concretas. Acaso saben algo que los analistas no. Ya se verá.
De manual: El presidente de OHL, Juan Miguel Villar Mir, asegura que desde enero su empresa (OHL) sufre una campaña de difamación que se basa en conversaciones telefónicas obtenidas ilegalmente. Tiene razón, las conversaciones difundidas no tienen valor probatorio. Sin embargo, muestran un método de hacer negocios que no parece cosa sólo de Pablo Wallentin. Por ese hecho valen todas las investigaciones en su contra y se explica la baja en sus acciones. Los gobiernos deben investigar a fondo o arriesgarse a quedar en entredicho, como hasta ahora ha sucedido. También los gobiernos ven bajar sus acciones.

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