El hombre volador se arriesga ya en el cosmos, aspira a determinar el sexo de sus hijos y a curarlos de enfermedades prenatales; las mujeres estériles optan por ser madres y las fértiles no; emborronamos el frío del invierno y el calor del verano,. Exigimos cualquier alimento en cualquier tiempo, indiferente a cosechas y ciclos; nos acercamos a la velocidad de la luz e inventamos armas que ponen en peligro nuestra continuidad y la del mundo. Pero, a pesar de todo, no hemos abolido ni el miedo, ni el hambre ni la muerte, desconocemos la paz, nos oprimen las ciudades que construimos para salvarnos, y no nos sentimos más felices que antes”.
Y nos creímos que lo que salvaría al mundo era el progreso en la ciencia y la tecnología, como a principios del siglo XX. Y le apostamos a ello. El siglo de las peores guerras, masacres, muerte, destrucción fue el siglo XX (o quizá este siglo, XXI, si es así, peor estamos). Ahora iniciamos este siglo creyendo lo mismo. Remite a pensar que son los humanos que se creyeron el ser más inteligente en la tierra y por ello su poseedor, sin ver que eran finitos los recursos y olvidando lo que es infinito… sin verse ni comprenderse dentro de un mundo al que pertenecían en esta interrelación con el mundo y con el universo.
Somos uno más del orden natural, eso nos hace trascendentes, este tipo de pensamiento nos acerca a la finitud, pero también al infinito impensable por su grandeza y su perfección. La mente y la imaginación con corazón nos ha faltado ¿Dónde se quedó? ¿Lo perdimos sin querer o fue adrede? Perdimos la capacidad de admiración, de la pregunta sencilla, de aprender como una forma natural de curiosidad, así, sin más, la mente funciona conectado con el mundo, con las personas, con los seres vivos. Las conexiones que se dan al entender esto son energía, son conciencia, son cognición, son entrelazamientos, es biología, es amor, es el ser, y dejamos de usarla.
¿Cuántas veces no hemos entendido este principio y hemos fallado al ir en el camino de la verdad humana, la verdad del ser? Porque la ciencia busca la verdad, la ciencia que no nos ha hecho más felices, porque la ciencia, si no se conecta con la espiritualidad está vacía, y se llena de realidades materiales, interpretaciones de poder material, y la ciencia se parece a la economía, de cambio de bienes, de uso de bienes, de cambio de humanos, de endiosar al mercado, de que lo que vale es porque se puede medir, se puede comprar, el valor de las cosas-humanos se da por un precio.
Y así, los mejores postores tendrán lo mejor, por que serán los que lo pueden pagar, los que no desaparecerán poco a poco; y los invisibles, en cuanto necesarios para que funcione el mercado estarán presentes en su ausencia, después, como objetos desechables, se pueden tirar, se pueden morir -y no pasa nada-.
No ha pasado nada en estos dos siglos. ¿Dónde se quedó nuestra esencia? O nos equivocamos al pensar que la esencia humana es la comunión, conjunción con el otro, que nos conecta a un nosotros en un mundo de todos compartido. ¿Es acaso un pensamiento ideológico que nos hace pensar y sentir bonito inculcado por un grupo de locos? ¿Qué es la realidad, la verdad, la vida? Y nos volvemos a cuestionar las grandes preguntas de siempre…(filosóficas): ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
Cuando parece que despiertan los ciudadanos, dormidos y esperanzados en un modelo político que nos engaña, ya sea democracia o república, en un sistema económico de consumo, que no sabe dar respuesta a lo que defiende como derechos humanos -que argumenta su existencia-, viene el control a través del miedo, de la sumisión, de la educación, de la salud, del uso de la comunicación y sus medios para decirte que pensar, qué hacer, cómo moverte, dónde moverte.
¿Hemos avanzado en el tiempo como humanos? O ¿de qué forma debemos seguir evolucionando? ¿Hemos evolucionado? La desesperación nace del corazón, un poco de la razón, pero la esperanza llena de utopías nos mantiene vivos, algunos solo funcionando, otros retando un sistema, la revolución es la esencia humana, la metamorfosis, el cambio, la aceptación a la construcción humana, no estamos acabados, la naturaleza nos enseña a ser resilientes, a ver que en ella estamos y somos y nos unimos y creamos fuerzas y energía, la inteligencia se alimenta de esa energía y sin energía autogenerada, no hay conciencia.
Ser humano significa la música, que hace vibrar a frecuencias del universo, la frecuencia del corazón; la danza, que mueve el corazón que lleva energía al cerebro y lo ilumina como el universo hace estrellas, sonidos, galaxias, somos los elementos del universo en su fórmula química, su física, su biología, las neuronas, todo siempre en movimiento. Somos poesía, la metáfora que nos acerca a entender lo inentendible, nos sensibiliza, nos acerca al mundo y nos abre las percepciones más pequeñas y más grandes. Nos acerca a entendernos en un mundo irreal pero vivido desde la materia. La cocina, comer, un placer que nos acerca a historias, costumbres, recuerdos, al disfrute de lo bendito de la tierra que no inventamos, descubrimos y lo hicimos sublime al transformarlo para encontrarnos con los sentidos y las compañías.
El dibujo, una sola línea, o muchas nos llevan a la fantasía, a la imaginación del que todo es posible, igual que la lectura, a través de la cual vivimos vidas, experiencias, conocimientos, sentidos a través de la trascendencia de los signos en la fantasía, en la mente, en el corazón. La soledad, el espacio sin ruido que nos conecta con lo más profundo de nuestra realidad en el tiempo, en el espacio, en los sentimientos. En el diálogo sentido, pensado y argumentado que disfruta la compañía con el que dialoga y se recrea en la escucha y en el sentimiento. Somos muerte y ritual, y cuando nos vamos desde la muerte, somos polvo de estrellas, donde la luz se concentra en energía que nos conecta con el planeta-universo, así, la naturaleza refleja una semántica hecha de orden, de armonía y de ritmo, dice Houis (1971), en donde la vida cobra sentido en la muerte, el orden con el caos, el universo en lo cuántico, y esto con el cuerpo humano y la naturaleza.
Siglo XXI, seguimos aquí, ya pasamos las teorías catastrofistas de que se acababa el mundo en el 2000. ¿En qué hemos avanzado como humanos? Si, el mundo avanzó en el deterioro del cambio climático, seguimos…destruyendo nuestra casa, nuestra esencia. Seguimos siendo consumidores antes que ciudadanos, guardados, cansados, con miedo a los virus, a la muerte, a la vida, a la solidaridad, a reclamar la injusticia, a buscar la paz.
La solución está primero en entendernos como humanos y querernos, para así querer, amar, compartir y disfrutar la belleza de la vida.
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