Detlev Ganten, en Vida, naturaleza y ciencia. Todo lo que hay que saber lleva a cabo un interesante análisis acerca de las distintas teorías del funcionamiento de la mente. En principio está el célebre Freud y su psicoanálisis. Diseñó el extraordinario modelo que supuso que nuestro espíritu está dividido en tres instancias: el yo, el ello y el superyó. El primero, el yo, es el responsable de nuestros actos racionales, el ello de los instintos y el superyó de la moral. De esta forma Ganten nos explica que “cualquier acto psíquico (ya sea una acción o un sentimiento) es por tanto el resultado de una combinación de fuerzas en la que el yo es un mediador entre el ello, el superyó y el mundo exterior1” .
Esta combinación de fuerzas tiene un ingrediente adicional que termina por complejizarlo hasta lo indecible: el subconsciente. Tenemos la idea de que sabemos por qué hacemos las cosas, pero lo cierto es que los motivos más profundos los desconocemos.
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Otra de las teorías de la mente expuesta en la obra de Ganten es la mente como una «caja negra». El nombre bajo el que esta teoría ha sido conocida con el nombre de «behaviorismo» o «conductismo». Esta teoría tomó una enorme fuerza en la primera mitad del siglo XX en los Estados Unidos con el famoso modelo implementado por Pavlov y su célebre perro que babeaba antes de siquiera oler la comida, a consecuencia de un reflejo condicionado que el científico creó en él a fuerza de escuchar los tañidos de una campana que anunciaba la hora de comer.
Lo cierto es que si bien es verdad que respondemos a ciertos “reflejos condicionados” (llámense creencias, prejuicios, etc.) lo cierto es que somos mucho más que eso. “El hombre behaviorista no piensa ni siente, sólo se comporta, y su comportamiento es determinado por el aprendizaje2” . En efecto, el ser humano es lo que aprende, pero en el fondo es también un sinfín de cosas más, que esta teoría deja de lado. Si el conductismo fuera verdad quizá jamás nos habríamos bajado de los árboles.
También se habla de la mente como producto cultural. Aquí se defiende la idea de que el entorno es una poderosa fuerza modeladora. Estoy convencido de que tiene una parte de verdad, pero de nuevo ese afán de dividir en vez de integrar.
Sobre la mente como producto de la naturaleza ya hablamos en alguno de los artículos anteriores, cuando se planteaba el debate entre los defensores de lo innato contra lo aprendido y sobre la mente como un ordenador pienso que ni siquiera viene a cuento, puesto que no somos simples máquinas de procesamiento de información, sino que tenemos emociones, propósitos, anhelos y un sinfín de características que han hecho imposible, a pesar de toda la tecnología existente, la creación de inteligencia artificial comparable a la humana, cuando menos hasta la aparición del ChatGPT, del que aún es prematuro opinar.3
Por eso prefiero cerrar este artículo con la teoría de la mente como un sistema intencional, que me parece mucho más plausible e interesante. El filósofo Daniel Dunnet propone considerar a la mente como una serie de sistemas intencionales que se caracterizan porque se puede entender su comportamiento atribuyéndoles convicciones y deseos que lo motivan. Sin duda esto ya suena mucho más humano que las anteriores. Para este filósofo el comportamiento de un ser dotado de intelecto no tiene motivaciones casuales, sino psicológicas. Así, concluye que el ser humano tiene motivos para comportarse como se comporta.
Quizá habría mucho que decir respecto a este tema, pero también mucho qué explorar. Quizá no todos esos motivos son tan claros puesto que nadie, al menos en teoría, tendría como motivo existencial autodestruirse con sustancias o comida en exceso, sin embargo el hecho de atribuir al ser individual la «responsabilidad» para actuar según sus motivos propios, resulta de lo más interesante y abre un abanico de posibilidades que sin duda no ha sido exploradas aún. “Según Dennet, la mente de un ser humano es un sistema intencional de orden superior. Un sistema intencional de orden superior tiene convicciones y deseos que pueden dirigirse a todo lo imaginable, pero no a otras convicciones y deseos4” .
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Sin duda que lo aquí expuesto no explica todas las intenciones posibles y es verdad que no explica porque odiamos, somos mezquinos o atentamos contra nosotros mismos, pero al menos sienta las bases para entender cómo fue posible que llegáramos a la luna, encontráramos la forma de trasplantar un riñón o tuviéramos la inspiración para escribir un poema. Sin ser aún una teoría cerrada, deja entrever un buen número de posibilidades por explorar.
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1 Ganten, Detlev, Vida, naturaleza y ciencia. Todo lo que hay que saber, Madrid, Taurus, 2004, Pág. 526.
2 Íbidem, Pág. 527 – 528.
3 El País, Tecnología, Jordi Pérez Colomé, Funciona muy bien, pero no es magia: así es ChatGPT, la nueva inteligencia artificial que supera límites, 7 de diciembre de 2022
Consulta 21 de febrero de 2023
4 Ganten, obra citada, Pág. 533.
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