La ciencia se abocó a comprender cómo el cerebro alcanzó su desarrollo actual. Así, los vestigios más antiguos de nuestra mente están en el “tronco cerebral” que compartimos incluso con los reptiles. Sobre él, con el paso de las diversas etapas de evolución, fueron creándose capas sobre capas hasta alcanzar el desarrollo actual.
La semana anterior hablábamos que a partir del caso de Phineas Gage comenzó a suponerse que nuestra personalidad, lo que nos distingue del resto de los seres humanos, está concentrada en unos cuantos milímetros cuadrados de cerebro.
A partir de los sucedido con este obrero ferroviario el rumbo de las investigaciones cerebrales quedaron definidas por los siguientes cien años. “La llamada “teoría de la localización funcional” consiguió por métodos científicos lo que la frenología había intentado por métodos no científicos: trazar un mapa del cerebro1”.
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Claro que esto fue sólo un paso, puesto que la teoría de la localización por sí sola no lleva al entendimiento de cómo todas esas partes descritas se combinan entre sí para formar un todo.
Para comenzar a vislumbrar ese entendimiento, la ciencia se abocó a comprender cómo el cerebro alcanzó su desarrollo actual. Así, los vestigios más antiguos de nuestra mente están en el “tronco cerebral” que compartimos incluso con los reptiles. Sobre él, con el paso de las diversas etapas de evolución, fueron creándose capas sobre capas hasta alcanzar el desarrollo actual.
De hecho compartimos prácticamente todo el cerebro con nuestro pariente más cercano, el chimpancé, salvo por el inmenso crecimiento de nuestra corteza cerebral que es tres veces mayor que la suya. Así, nos dice Detlev Ganten en Vida, naturaleza y ciencia. Todo lo que hay que saber, que “la comparación de cerebros de distintos animales muestra a las claras que a partir de la observación del cerebro puede aprenderse poco sobre el intelecto y las facultades específicas de cada uno de ellos. La química cerebral es en esencia la misma en todos los animales superiores, pero los programas cognitivos que funcionan en esos cerebros sustancialmente iguales son distintos en cada especie animal. Por eso, la capacidad humana de pensar; tan específica. No puede derivarse de la anatomía del cerebro2” .
Visto de esta manera hay dos caminos para acceder a lo que Ganten llama el “órgano del alma”, y ambos deben recorrerse simultáneamente. Por una parte no debe despreciarse la descripción física del cerebro, por el otro, está la exploración de la mente y su funcionamiento.
Empezaremos por las partes principales del cerebro que son: el tronco cerebral, la corteza, los ganglios basales, el hipocampo y el cerebelo.
En el tálamo se reciben las impresiones sensoriales y que posteriormente son transmitidas a otras áreas del sistema cerebral. “Ambas partes están divididas en diferentes áreas que no entraremos a describir en detalle. Dicho en términos simples, las impresiones sensoriales continúan siendo procesadas en el cerebro, mientras que detrás de la mente pensante se oculta el sector del cerebro encargado de la planificación3” .
Por su parte en el cerebelo, los ganglios basales y en el hipocampo se llevan a cabo procesos mentales rutinarios que gozan de poca flexibilidad, pero que se realizan con enorme eficiencia, así como lo son la coordinación del movimiento y demás tareas motoras y cognitivas.
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También se habla en el texto de las diferencias entre el hemisferio derecho e izquierdo; donde el primero está más especializada en funciones semejantes a las de un ordenador y el segundo lleva a cabo labores operaciones menos especializadas. De cualquier forma Ganten nos aclara que “la división simplista de ‘a la derecha la música, la poesía y la creatividad, y a la izquierda el lenguaje, los números y el pensamiento lógico’ no hace justicia a la compleja realidad del interior de nuestra mente. En el cerebro no hay cajones ni competencias bien delimitadas, sino una división del trabajo expresamente cooperativa4” .
La próxima semana continuaremos explorando, si bien de forma superficial, las demás partes del cerebro junto con otros puntos importantes a considerar.
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1 Ganten, Detlev, Vida, naturaleza y ciencia. Todo lo que hay que saber, Madrid, Taurus, 2004, Pág. 492.
2 Íbidem, Pág. 494.
3 Ídem.
4 Íbidem, Pág. 498.
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