Considero que el tema es de interés general y por eso lo comparto.
Estimado amigo:
Pretendo responder a tu comentario con mi mejor esfuerzo de reflexión y objetividad, expresando mis opiniones sin dejarme llevar por mis sentimientos a fin de obtener conclusiones enriquecedoras.
Tu comentario fue:
La carga de 80 años de pasado no se borra en un año, ni en tres, ni en 6. Se necesitan dos generaciones.
Los judíos cuando salieron de Egipto entraron al desierto y ahí se quedaron 40 años antes de llegar a la tierra prometida.
Es raro pensar que un desierto que cuando mucho tardas en cruzar una semana ellos se quedaron ahí por 40 años y Moisés su liberador nunca llegó a Israel.
No es fácil imaginar el porqué.
Pero Moisés esperó a que murieran todos los que habían sido esclavos (incluido él) para que a la tierra prometida solo llegara la nueva generación de hombres libres, hombres que no supieran lo qué son las cadenas de la esclavitud.
Tú eres un hombre muy inteligente y siempre lo noté, además de emprendedor.
Cuando pusiste la fábrica de escobas, no comenzaste de cero. Tenías un buen cliente. Sin embargo, no hiciste un imperio cepillero en un año, ni en seis, tu negocio tenía una población (estimo de 30 familias, tal vez 40 y otras 30 indirectas).
La pregunta entonces es ¿por qué queremos que un gobierno transforme y cure de los vicios heredados a un país que durante 80 años ha vivido en la inmundicia?
Tú, a pesar de muchísimo esfuerzo no pudiste sacar adelante una empresa de 60 familias.
Y te lo digo con mucho cariño, respeto, conociendo y respetando el esfuerzo que empeñaste.
¿Quién puede cambiar este país corrompido hasta la huesa, en seis años?
Puntualizando los temas:
México no se corrompió en 80 años: nació y creció en medio de la corrupción con lapsos intermitentes de honestidad, destacando dentro de los mencionados 80 años el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines y periodos de limpieza y trabajo honesto durante los gobiernos de López Mateos y de Días Ordaz, contrastando con las devastaciones de Echeverría, López Portillo y Salinas de Gortari.
Porfirio Díaz fue hombre honesto y su gobierno también, con grandes errores incomparables con los de los revolucionarios que acuñaron el verbo Carrancear y acabaron con la honestidad a cañonazos de $50 000.00 pesos.
Ahora se pretende abusar de la ignorancia del pueblo bueno con slogans astutamente preparados como el de la corrupción de 80 años.
El tema del Éxodo israelí es demasiado amplio para concluir con un juicio lapidario e inexacto como el de que hasta que murieron los que habían sido esclavos pudieron acceder a la Tierra Prometida.
La liberación del pueblo de Israel, esclavizado por completo, fue una decisión Divina, sería necesario que leyeras completo el libro y lo comentaras con eruditos de la Torá. En México tenemos excelentes rabinos que te ilustrarían; pero baste mencionar que desde la salvación de Moisés de las aguas del Nilo, su educación faraónica, su exilio, la llamada de Dios, donde le revela Su Nombre, la Misión, las plagas, la liberación, la migración, las columnas de humo y de fuego, el paso del Mar Rojo, las Tablas de la Ley, la adoración del becerro de oro, el maná, y otros detalles, no solo los puedes constatar en la Biblia, sino en Youtube, o en Google, buscando las evidencias arqueológicas del paso del Mar Rojo que incluye el hallazgo de los tapones de oro del carro de combate hundido que permiten suponer que corresponderían al carro del Faraón. La intervención Divina para liberar a su pueblo se muestra por completo y los cuarenta años del desierto fueron en castigo a quienes adoraron al Becerro de Oro y que con tal perdieron el derecho de alcanzar la Tierra Prometida.
En lo que toca a la fabriquita de cepillos, te menciono que negocios como el que emprendí en ese tiempo tienen una esperanza de vida máxima de dos años y ésta se mantuvo durante 20; fue víctima de la corrupción general, la estocada final se la dio AMLO, después de los delitos de que fui víctima sin respuesta alguna de su gobierno, me recomendó la policía federal que me diera periódicamente mis vueltas al Ministerio Público ya que a veces aparecían bodegas de los delincuentes donde pudiera encontrar mi mercancía, ya que sin ser perecedera podría aparecer almacenada, lo mismo a ver si alguna de las actas de las muchachas encontraban algún responsable. Así lo hice durante algunas semanas hasta que el gobernante anunció que las investigaciones en curso estaban al corriente y que no había pendientes en los MP ni en los juzgados, con tal noticia me presenté a ver los resultados de mis actas y la respuesta fue que ya no aparecían en pendientes, pues las instrucciones eran de archivar todas aquellas donde no existieran datos suficientes para identificar a los actores. Como ninguna de las mías tenían copias de credenciales para votar, fotografías o medios de identificación de los delincuentes, se mandaron al archivo, contabilizándolas como casos resueltos. De esta manera obtuvo las excelentes estadísticas que sirvieron para engañar al pueblo y presentarlo como el gran gobernante que nunca fue ni será.
La corrupción que me impidió mayor éxito no fue solo la gubernamental, fue la competencia desleal, el espionaje que mandó ladrones a trabajar conmigo, el socio que apoyé para montar en su casa una sección de la fábrica y que valiéndose de su propiedad quiso imponerse como autoridad, la supervisora culpable de accidente grave y que sacó la vuelta a la responsabilidad alegando que el negocio no era de ella y que podía demostrar que el negocio era mío, el mecánico que me amenazó de muerte si dejaba de darle tiempo extra, que según él ya era su derecho, el empleado que de rodillas a media calle solicitó empleo y que al tenerlo quiso organizar una huelga que terminó con una demanda de unos cuantos, del socio que no puso por escrito sus compromisos y fácilmente los evadió, dentro de todo esto la corrupción gubernamental, sólo fue la puntilla.
Podría escribir un libro acerca del asunto enriquecido por las anécdotas de muchas otras empresas que asesoré, o simplemente llevé la contabilidad y que abarcan al menos 20 mercados diferentes, que van desde la construcción a la radiodifusión, de la artesanía a la tecnología de punta y si alguien conoce de corrupción, vivida en carne propia o relacionada con amigos, clientes o empleados, soy yo.
Este es el México en el que vivimos, que no el que soñamos, que dista un mundo del que pretende AMLO. Las utopías son irrealizables, desde las de San Agustín, Platón o Marx; más aún cuando ni siquiera está enunciada de una manera congruente y lógica, sino que es una que solo el autor conoce y a donde quiere llevarnos basado en Mitos, imposiciones, injusticias y ocurrencias, absurdas en la mayoría de los casos.
Para definir al México de mis sueños, tengo que empezar por aceptar la realidad de mi país, su imperfección no se centra en la corrupción gubernamental e identificar la crisis de valores en la que vivimos, misma que fue astutamente aprovechada por el equipo de excelentes publicistas que encumbró oportunamente a AMLO.
“ANTICORRUPCION VENDE” y es la base de la falsa imagen construida para el candidato a la que el presidente no corresponde, no es posible que un mentiroso, falaz, corrupto, falso idealista y habilísimo manipulador lleve al país a una reforma valiosa.
Necesitamos una revaloración de las personas, de las familias, de la sociedad, de la cultura, del país. No basada en pedacitos de reforma, sino en una oleada de reconciliación nacional con los valores, con la nacionalidad bien entendida, no chauvinista, integral. Requerimos un verdadero líder, no una máscara de Mesías que esconde a un lobo con piel de oveja.
Sé muy bien que no tendré tiempo para llegar a verlo, pero ¿cuál es el México que sueño para mis nietos? Uno donde reine la justicia; donde los resultados personales sean congruentes con los esfuerzos realizados; uno donde no se considere que una pandemia es una coincidencia afortunada que viene “como anillo al dedo” a un proyecto de destrucción de las instituciones creadas anteriormente, para imponer nuevas instituciones inspiradas en doctrinas obsoletas probadamente fracasadas; uno que vaya al frente en el desarrollo de nuevas tecnologías gracias a los estudios de escuelas y universidades, donde la ciencia y tecnología no sean calificadas de neoliberales, sino que solo sean ciencia y tecnología, uno donde las energías limpias desplacen paulatinamente a las contaminantes dañinas para el planeta; uno donde no se escatimen los recursos para salud y protección para los combatientes de primera línea y se regateen los suministros hospitalarios para poner ladrillos en refinerías obsoletas desde su concepción; un país con líderes inteligentes, preparados, sensibles, carismáticos que sean capaces de encabezar marchas como la de la sal que efectuó Gandi o de unir etnias como lo hizo Mandela y esos que día con día dividen y hacen más profundas las heridas y los resentimientos haya pasado a la historia en el lugar que merecen debajo de la alfombra.
Si sobrevivimos a esta pandemia triple, la de salud, la de economía y la de valores; ¿qué puede ofrecer la autodenominada cuarta transformación?
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