El casi ganador de un Nobel de la Paz

Donald Trump es el nuevo nombre de moda en el caso de Jeffrey Epstein. La credibilidad en la casta política estadounidense está cada vez más golpeada. ¿Es la lista de Epstein una piedra para toda la élite...

5 de diciembre, 2025 El casi ganador de un Nobel de la Paz

Donald Trump quedó cerca de ganar su codiciado Nobel de la Paz. Pero terminó en manos de una de las pocas mujeres que sí respeta, la venezolana María Corina Machado. Ahora, el creador de MAGA, enfrenta un enorme reto en torno a su credibilidad política

El 10 de octubre de 2025, Trump lograba la firma de un “nuevo amanecer histórico para Medio Oriente”. El acuerdo de paz en Gaza, el desmantelamiento de Hamás y la neutralización de la milicia Israelí, eran actos puntuales y perfectos para ser merecedor de un Nobel de la Paz. Era incluso realista cuestionar si Donald Trump es un actor político con más importancia y carácter del que se le atribuye públicamente.

Fue en esa misma fecha, mientras se colgaba medallas en Egipto, que se anunció a Corina Machado como la ganadora del premio. Un mes después, a inicios de diciembre, MAGA parece estar en su momento de mayor división y la credibilidad al presidente republicano nunca se había visto tan fragmentada.

Crece la vinculación y el nivel de relevancia de Donald Trump con el caso de Jeffrey Epstein. También crece la división en el partido republicano y en las elecciones para elegir alcaldes en todo el país, el partido demócrata mostró que no están perdidos.

Aunque de fondo los focos están sobre un escándalo preocupante y asqueroso. Frente a un imperio estadounidense que empieza a verse decadente, corrupto y lleno de falsos líderes. Ahora tenemos la imagen, real o no de Donald Trump en cuclillas para darle placer sexual a Bill Clinton. Pero si no es el expresidente Clinton, sería “bubba”, un caballo de Ghislaine Maxwell, la mano derecha de Jeffrey Epstein.

Esto es solo un chisme, aunque el correo electrónico que lo desató es real. A pesar de ser un rumor, la imagen que se siembra en el consciente colectivo es brutal. Un retrato que impacta fuertemente en la Casa Blanca y en las élites de poder y entretenimiento de Estados Unidos. ¿Hasta dónde llegará la desconfianza del pueblo “americano” en sus figuras de poder? Porque el retrato es cada día más perturbador, pero también conspiranoico. Y tras el chisme de Trump y Bill Clinton. Lo relevante no es si fue un caballo o Bill Clinton. Es lo que denota y significa un escándalo de este tipo.

El de una casta que nunca ha estado dividida en “demócratas” y “republicanos”. Lo importante no son los actos, es la evidencia de que Jeffrey Epstein tenía una verdadera lista de poderosos contactos, que penetraba en los círculos políticos y de poder más importantes del país. Lo que comenzó como una red de pedofilia, ahora es un matadero mediático en el que participan actores, empresarios, inversionistas, políticos y dos presidentes, cada uno de partidos, posturas y valores diferentes, en teoría.

La credibilidad de la mayor potencia mundial lleva en caída 12 años. Y el presidente, que prometió hacer justicia contra las élites globalistas; esencial durante su campaña electoral. Le rebotó en la cara con mayor dureza. Tan solo por ruido mediático, el nombre de Donald Trump entra al consciente colectivo como alguien con tendencias sexuales, abusivas y peligrosas. Que nunca ha sido distinto a las personas que crítica. Y sobre todo, que ahora es más difícil distinguir qué figuras mediáticas son honestas frente a la red de Jeffrey Epstein.

La sociedad civil de Estados Unidos parece más fragmentada que nunca, la confianza en el estado jamás estuvo tan perdida y junto al nombre del presidente en el caso Epstein, también están cientos de nombres. Si acaso figuras como el nuevo alcalde electo de Nueva York muestran ese aire de frescura y cercanía con el pueblo, pero el sistema carga con el podio de la deshonestidad y no es fácil romper esa idea entre los ciudadanos.

El país de las oportunidades, ya no se ofrece nada. Más que la pintura de un grupo de oligarcas que llevan años compartiendo el poder, creando contactos y cometiendo crímenes que van desde lo legal, hasta lo moral. Para el votante republicano promedio, es la ironía de ver cómo su defendido valor de moralidad, devoción al cristianismo y la familia ya no puede estar directamente alineada con el casi ganador del Nobel de la Paz.

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