En unos días, la Señora de Palacio celebrará con bombo, platillo y varias decenas de miles de acarreados de todo el país con cargo al erario, los extraordinarios logros de la Gran Transformación de México bajo los gobiernos de la 4T. No obstante, bajo la perspectiva de “los otros datos”, realmente no se ve mucho qué celebrar sino muy al contrario. Desde los primeros días de diciembre del 2018 (en realidad desde antes -cuando AMLO decidió cancelar el NAIM -), un día sí y al otro también, los mexicanos que leemos periódicos nos desayunamos con una o más noticias que sacuden perturbadoramente nuestra vida pública, aunque en el último año las cosas se han puesto peor. Como botón de muestra, nomás en las últimas semanas, entre agosto y los primeros días de diciembre de este año, las tormentas se acumulan en un contexto político y económico agitado en extremo.
Cada semana, si no cada día, la nueva mala noticia supera a la anterior, cubriéndola con efecto de bola de humo: Un día nos enteramos de los vínculos estrechos del exsecretario de Gobernación y exaspirante presidencial (y exgobernador de Tabasco) con “La Barredora” -filial en el sureste del cártel “de las 4 letras”-; días después, supimos de la cloaca del mayor desfalco a las finanzas públicas en la historia del país con el escándalo del “Huachicol Fiscal”, donde quedan embarrados hasta el copete el hijo consentido del expresidente así como personajes del círculo íntimo de Palacio, además de funcionarios de alto nivel en diversas áreas del gobierno federal, así como gobernadores, alcaldes, legisladores y jueces, todos más o menos aliados a los grupos criminales que tienen aterrado al país.
Posteriormente hemos conocido de los desatinos cotidianos de los nuevos “Jueces del Bienestar” que no sólo no saben del Derecho que deben aplicar sino que responden con represalias severas a los abogados que en el juzgado osan corregirles explicándoles lo que dicen las leyes; nos enteramos que en la Suprema Corte de Justicia la Ministra del Pueblo, apoyada por el nuevo Presidente de la Corte, promueve la iniciativa de eliminar el principio jurídico de “cosa juzgada”, barbaridad que si se aplicara anularía propiamente el estado de Derecho.
Después ocurrieron, en Michoacán, los asesinatos del líder limonero Bernardo Bravo y del notable Alcalde de Uruapan Carlos Manzo ante lo cual, la Presidenta Sheinbaum reaccionó ¡con un airado reclamo contra la prensa crítica, “la derecha” y el pueblo indignado que de inmediato tomó las calles michoacanas en airadas manifestaciones, mientras el figurín de Fernández Noroña acusaba en tribuna a la viuda del alcalde asesinado de “fascista”. Posteriormente siguieron las marchas del 15N, promovidas por “la generación Z”, a la que el gobierno reacción rodeando de vallas de 3 metros de altura el centro de la CdMx y enviando provocadores (enmascarados de negro) para justificar la represión a los marchistas. Acto seguido tuvimos los bloqueos de autopistas por parte de transportistas hartos de los asaltos que sufren todos los días, sumados a los agricultores que reclaman apoyos del gobierno (que tenían con los gobiernos del PRI y del PAN y que la 4T les ha retirado): para ellos la respuesta de Gobernación fue amenazarlos “con carpetas de investigación” y tildarlos de agentes de la Derecha. Hasta hoy no les han resuelto realmente nada.
Por último, lo de hoy es la nueva Ley del Agua que tendrá afectaciones graves contra la inversión privada en el campo y sobre el valor de la tierra, convirtiéndose en un medio más de presión política contra los ciudadanos. Y la extinción del fallido intento de una Fiscalía federal autónoma, ahora con el nombramiento presidencial de una fiscal absolutamente incondicional al régimen. Por si faltara, tenemos la persecución judicial y fiscal a empresarios (destacando el caso del Tío Richie); la aprobación de nuevos impuestos para la Miscelánea fiscal del 2026 así como la contratación de nueva deuda pública que duplica la que había en 2018, mientras se confirma que la economía mexicana termina otro año más sin crecimiento económico y pérdida de empleos formales, con la desconfianza de los empresarios (nacionales y extranjeros) a la alza y la inversión fija bruta a la baja.
Me ha parecido pertinente hacer este largo recuento de acontecimientos recientes, porque, entre tantos, corremos el riesgo de que el nuevo escándalo haga que olvidemos los anteriores y, sobre todo, que en la acumulación de horrores perdamos la perspectiva sobre la gradual destrucción institucional de México. En verdad, cabe decir que ya no es tanto lo duro sino lo tupido de noticias ingratas que definen nuestra acelerada marcha hacia la configuración de una dictadura tan incompetente y desastrosa como corrupta.
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