El regreso de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos marca algo más que un nuevo gobierno: es el síntoma de un cambio de época. Las reglas del juego global están mutando aceleradamente, y el viejo orden basado en la globalización y el multilateralismo está cediendo ante una lógica de poder más cruda, pragmática y transaccional.
Los cambios se despliegan en múltiples frentes, pero el trasfondo es económico. Todo apunta a que “todos los caminos llevan a Roma”. Se delinean nuevas coordenadas: una globalización selectiva, una lucha comercial bipolar, un pragmatismo sin concesiones y un resurgimiento de la cultura conservadora.
Para México, este reacomodo geopolítico tiene implicaciones profundas. La mayor amenaza es la continuidad del T-MEC. La renegociación, que inicia en pocos meses y fue impuesta por Trump en la negociación anterior, se perfila en un contexto adverso. Se está construyendo una narrativa que nos coloca en desventaja: se nos acusa de explotar el acuerdo en beneficio propio, de abrir la puerta a China, de no cooperar lo suficiente en la contención migratoria y de inundar su país con drogas y criminales. ¿Quién querría hacer negocios con un socio así?
El primer obstáculo es la amenaza de aranceles del 25% a todas las exportaciones mexicanas. Para evitarlo, México debe demostrar su compromiso en el combate a la migración ilegal y al narcotráfico. Sin embargo, todo indica que ningún esfuerzo será suficiente para convencer a Washington, pese a la evidencia.
La semana pasada, el Departamento de Seguridad Interna de EEUU informó que el cruce ilegal de migrantes por la frontera con México cayó a menos de 300 diarios en febrero, frente a los más de 4000 del mismo mes en 2024.
México ha tomado medidas contundentes: envío a 29 criminales de alto perfil, detuvo a 746 más en el “Operativo Frontera Norte” y en Sinaloa capturó a 900 narcotraficantes y destruyó 60 laboratorios clandestinos. En la frontera, desplegó 10 000 guardias nacionales y ha recibido a casi 16 000 migrantes deportados desde EEUU.
En comercio, impuso aranceles a más de 150 fracciones de la industria textil y confección de origen chino, extendió por cinco años cuotas compensatorias a la tubería de acero y clausuró plazas de productos chinos en el país.
Nada de esto bastará si en EEUU persiste la negativa a reconocer que los problemas que nos achacan son compartidos y que solo una acción coordinada puede resolverlos. La estrategia sigue siendo culpar a México, mientras ignoran la operación de organizaciones criminales estadounidenses que facilitan el tráfico de migrantes, drogas y armas.
El mundo transita hacia una nueva era de rivalidades más marcadas, proteccionismo y nacionalismo económico. La incertidumbre y la inestabilidad dominarán mientras este reacomodo se consolida. No es un simple cambio de administración en Washington, sino el fin de un modelo y el inicio de otro, donde los grandes buscarán someter con mayor fuerza a los demás.
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