“Mexicanos” olímpicos…y el fraude en Venezuela

Como cada semana, Fernando Navarrete nos trae lo más relevante del mundo del deporte y de la política. 

6 de agosto, 2024

Con motivo de la competencia olímpica que se lleva a cabo en París, el mundo tuvo el gusto de conocer a Alan Cleland; días antes de que comenzara su participación en las playas de la Polinesia Francesa, los cibernautas mexicanos lo tundieron básicamente por ser rubio, de ojos claros y para colmo poseer nombre y apellido extranjero, o sea, el peor tipo de mexicano. En este país todo lo que no luce y suene autóctono pareciera que debe ser detestado por whitexican o por fuereño. En franca contraposición con lo anterior, la evidencia muestra que los que más joden al prójimo en este país son sus semejantes, ¿o acaso ya olvidaron el asunto del colectivo “Poder Prieto” de Tenoch Huerta? ¿o al Negro Durazo? O en términos más cotidianos ¿acaso los que se suben al transporte público día tras día para despojar a los usuarios de sus pertenencias poseen un fenotipo noruego? ¿Los narcotraficantes, secuestradores, tratantes, huachicoleros y hasta los políticos mexas son de ascendencia sueca? 

Evidentemente no, pero cuando alguien es güero y habita en México las opciones son pocas en el imaginario colectivo: o es un Masiosare gentrificador (dado que acá todo lo que implique progreso no nos gusta y preferimos vivir en la basura, entre las goteras, con el cableado mal instalado y espantando al perro callejero, pero patrioteros) o es un fuereño que quiere apropiarse de nuestros recursos (como Pedro de Alvarado pero con otro rostro y nacionalidad) o de plano es un whitexican privilegiado y fifí, hijo/sobrino/nieto de algún empresario todopoderoso. Traumas viejos combinados con nuevos. Pero al final resultó que Cleland no es nada de lo anterior. Lo cierto es que el vecino de Boca de Pascuales, Colima es mexicano de nacimiento, aunque sus orígenes sean irlandeses (del lado paterno). Más importante aún resulta que es un gran, gran surfist, lo suficientemente bueno para haberse clasificado a sus 22 años a las olimpiadas y haber ganado el título de Campeón Mundial del “ISA World Surfing Games” y haber participado en el Campeonato Mundial Juvenil (también de la ISA) y en el US Open of Surfing. 

Si la mala suerte no estuviera siempre de nuestro lado, probablemente Alan se habría hecho acreedor a alguna presea con su notable participación, sumando 15.17 puntos en su hit eliminatorio, la segunda mejor marca de todos los participantes de la ronda, pero cayendo en un 1 a 1 (desconozco por qué hay eliminación directa en esta disciplina) ante el francés Joan Duru con puntaje de 18.13. Reo Inaba, el japonés, pasó a cuartos con un puntaje de 6.0 y el peruano Alonso Correa lo hizo con 15.0 puntos. Su brillante participación le hizo ganar numerosos fanáticos en el proceso y cierto estoy de que volveremos a ver al MEXICANO Alan George Cleland Quiñonez ocupando puestos importantes y obteniendo victorias trascendentes en un futuro no muy lejano.  

Otro de los grandes descubrimientos de la justa fue la mexicana Prisca Awiti Alcaraz, la judoka que, tras haberse rankeado internacionalmente en el sitio 17 en Tokio, dio el campanazo y obtuvo la medalla de plata en la categoría de -63 kilogramos en estos juegos olímpicos. La segunda presea tricolor en estos juegos.   

Awiti, nacida en Inglaterra, es de padre keniano y madre mexicana y al igual que Cleland tuvo que salir a declarar que ella era muy mexicana, es decir, que le echa agua al bote de champú al final de la quincena, le gusta el chorizo (en tacos) y en su hogar en Londres se encontraba colgado un cuadro de la virgencita del cerro del Tepeyac, o sea que cumplía con todos los requisitos de la mexicaneidad. 

Ellos dos al igual que Osmar Olvera y Juan Manuel Celaya, quienes consiguieron la medalla de plata en trampolín de 3 metros, tuvieron que afrontar un largo proceso para llegar hasta donde están: irse a entrenar a distintos lugares del orbe, costeando sus gastos e ignorados por los organismos que supuestamente apoyan al deporte nacional. Lo anterior aplica igual para la tercia de tiro con arco femenil que para nadadores, corredores, beisbolistas, gimnastas, maratonistas, entrenadores, etc. Suficientes problemas tienen los atletas mexicanos (salvo los holgazanes y sobrestimados futbolistas) como para que encima los connacionales salgan a recriminarles que son demasiado rubios o morenos o que si nacieron en tal o cual parte o que si no llevan por apellido Huitzilli. Todos son mexicanos, a secas. En dado caso, si hay que elegir a un blanco de críticas en cuanto a resultados deportivos se refiere, Ana Guevara estaba esta semana en aparente luna de miel por París con cargo al erario, mientras la madre de Prisca tuvo que ver la competencia de su hija en un restaurante, al lado de la Arena, porque la CONADE no fue capaz de conseguirle un mísero boleto.  

Por otra parte, el jaloneo continúa en Venezuela, a una semana de concluido el proceso electoral. 

Los panas se rehúsan a aceptar que el chofer de autobús, con predilección por los relojes Hublot, haya sido reelegido con un total de votos que suma un normalísimo 107% y han salido a manifestarse en la calles así como se han dedicado a derribar estatuas de “Mico mandante” Chávez asentadas por toda la nación. Pero para eso está Nicolás, quien sabe lo que quiere y necesita la gente mejor que la gente misma, esto es: más años de chavismo. Y quien pida pruebas del triunfo del partido en el poder va para la cárcel. Por eso justamente les ha mandado comandos y gendarmes de la Guardia Nacional, para convencerlos de aquello que se niegan a aceptar por su propio bien. Maduro, como cualquier otro tirano, representa al “pueblo” y el pueblo es sabio, salvo cuando no y entonces hay que meterlo en cintura. Los países con un mínimo de normalidad democrática (y decencia política) como Argentina, Costa Rica, Uruguay, Ecuador, Chile, Perú, EUA, Canadá, etc. han condenado el burdo intento de fraude y varios han reconocido ya el triunfo del opositor Edmundo González mientras el gobierno de México, que sigue peleándose con España por algo que tiene 500 años, se alinea para sorpresa de nadie con las dictaduras de Nicaragua y Cuba. 

Inclusive Elon Musk, el archimillonario sudafricano que se dedica a lanzar cohetes al espacio, poner satélites en órbita, vender autos eléctricos, pelearse con el progresismo estadounidense y en sus ratos libres juega a X (antes Twitter) ha tenido una postura más enérgica y activa con respecto al desastre electoral venezolano que la comunidad internacional, incluyendo la Organización de las Naciones Unidas. Y el obispo de Roma, cuya proclividad por la izquierda es de todos conocida. 

Mientras María Corina Machado sigue día tras día rifando el físico, denunciando las anomalías del proceso electoral (con más del 80% de las actas en mano gracias a los comanditos) y haciéndole frente al régimen y la OEA insta a la Corte Penal Internacional a tomar medidas contra el dictador, Maduro Moros anuncia la creación de sus propios gulags para “reeducar” a los opositores y lo mismo acusa a Instagram que a Boric de una conspiración internacional. 

Un monto de $100 millones de dólares, por cada uno, es lo que cobra “Constellis” acorde con su fundador Erik Prince (antes Blackwater Worldwide) la empresa paramilitar privada con sede en Carolina del Norte por darle un final estilo Bin Laden a Nicolás, Diosdado, Elvis y demás esbirros. Siendo sinceros, no está nada mal la oferta. Si hiciéramos la coperacha entre todos los latinoamericanos y les pagáramos cada vez que una nación hermana cae en las garras dictatoriales de la izquierda (que nos salen múltiples veces más caras dado que se instalan por décadas en el poder) podríamos tener una buena solución a nuestros recurrentes problemas. 

Pero nos falta visión. Visión y dejar de pelearnos entre nosotros por los himnos nacionales, la gastronomía y más que nada, porque todo le regalan a la argentina de Messi. Aun así, debemos mantenernos atentos y unidos; el asunto en Venezuela todavía no termina. 

Nos leemos la semana entrante. 

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