La revocación: una cura para la soledad presidencial

Uno de los vítores más sonados hacia López Obrador es “¡No estás solo!”. ¿Tiene razones el presidente para sentirse solo?

5 de abril, 2022

No sé ustedes, amigos, pero yo estoy muy preocupado. 

No sé si han visto la propaganda casi imperceptible acerca de la revocación de mandato próxima a realizarse. Es tan discreta que uno casi casi ni ve los espectaculares, mantas, carteles o vallas que invitan a asistir a dicho evento y que inundan la Ciudad de México. Si usted ha pasado últimamente por el Periférico, notará que casi no hay espectaculares con el rostro de nuestro presidente López Obrador, con el pegador hashtag “#NoEstásSolo” o algo para tal efecto (nomás hay como unos nueve o diez, perdí la cuenta la última vez que pasé). Y he ahí la raíz de mis preocupaciones: mi presi se siente solo (imagine usted aquí el emoji de la carita triste). 

Algunas personas deciden combatir los sentimientos de soledad con el consejo de algún psicólogo o psiquiatra; otros más deciden platicar con amigos o familiares. Sin embargo, mi presi no es cualquier persona. Como tal, él merece un tratamiento especial.  Por eso, al máximo líder del país y a sus seguidores se les ocurrió algo poco ortodoxo para quitarle la soledad: organizar una consulta de revocación de mandato. Supongo que podemos decir que esta consulta es una especie de fiestotota que los mexicanos le vamos a pichar a nuestro presi para eliminar la soledad presidencial que flota dentro de Palacio Nacional. 

¡Caray, de haberlo dicho antes, mi presi! Si esos sentimientos de soledad son el problema, podríamos habernos ahorrado todo el show, la faramalla y los constantes golpes mediáticos al INE (institución que, dicho sea de paso, le otorgó el triunfo electoral en 2018). Porque de la lana que podríamos habernos ahorrado, qué le digo, usted está más allá del concepto terrenal de «dinero», viviendo con doscientos pesotes diarios, una hazaña que a muchos nos cuesta emular porque, a pesar de su evangeli…eh, digo, de su moralización, aún somos unos animales materialistas. Nostra culpa, señor presidente, nostra culpa. 

¿Así que se siente solo, mi presi? Como parece que a usted de repente se le olvidan ciertas cosas, déjeme ponerlo en contexto. Espero que los datos que le voy a compartir le quiten lo triste y logre lo que muchos psicólogos populares, como Jordan B. Peterson (quien, a pesar de ser un autor best seller con todas las de la ley, no puede presumir el logro ese de «yo vivo de mis libros» como usted lo hace), nos recomiendan: abrazar la gratitud. 

O gratitut, con eso de que usted tampoco es muy fanático del sonido de la pobre letra «d». Usted ya tiene suficientes adversarios, mi presi (la mayoría imaginarios, aunque no por ello menos reales), pero que meta en el mismo saco a la letra “d” me hace sentir pena por la cuarta letra de nuestro abecedario. 

Volviendo al tema principal, aquí le van unos datos, señor presi. Disculpe de antemano mi atrevimiento por meter números, yo sé que a veces no se le dan muy bien, pero nos ayudan un poquito a entender el mundo que nos rodea, aunque esta verdad nos pese. Y fíjese que esto se lo dice alguien que de niño fue muy burro, como diría mi abuelita.

En 2018, usted, como el candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, ganó la elección con treinta millones de votos, más o menos. Si este simple hecho no le hace sentirse menos solo, no sé qué le hace falta. Pero parece que, casi cuatro años después, ya se le olvidó ese volumen de votación. O bien, como diría mi madre, usted no tiene llenadera. Si hemos de atender a las encuestas que han salido (me refiero por supuesto a las que no están cuchareadas), parece ser que de esos treinta millones, bien pocos le han volteado bandera. Mi presi, usted tiene seguidores muy fieles, a pesar de presumir unos resultados muy dudosos (si acaso existentes) en lo que va de su gestión. 

Mi presi, ahí le van unas cifras del Spotify. Discúlpeme otra vez, yo sé que las cosas nuevas le dan mucha tirria, porque son artefactos del mismísimo Lucifer y eso va en contra de su cristianismo y humanismo, pero la chaviza ahora escucha la música a través de las plataformas de streaming. Es decir, los jóvenes ya no van a las peñas, porque pueden escuchar música desde sus celulares y computadoras. Bueno, ahí le van unos datos de unos artistas muy, muy chidoris, escogidos al azar, y la cantidad de oyentes mensuales que tienen (al 3 de abril de 2022, con información obtenida desde la app): 

Como puede ver, mi presi, le estoy mostrando datos de algunos de los mejores músicos que nos ha dado el siglo XIX y XX: no son cualquier cualquiera, como dirían por ahí. Y todos palidecen ante la cantidad de votos que obtuvo usted en 2018.

Vamos más allá: si sumamos los oyentes de los artistas anteriores (suponiendo que los oyentes son únicos para cada artista), veremos que los seis artistas juntos apenas atraen a una muy modesta cifra de 15 840 574 oyentes mensuales. Es decir, casi la mitad de los votos que obtuvo usted en 2018.  

¡Estos artistas de seguro le tendrían envidia de la buena con sus treinta millonzotes!

¿Ya ve, señor presi? Al final del día, usted no está tan solo como se siente. Eso sí, la próxima vez que se sienta solo y acongojado, mejor llame a algún profesional y nos ahorramos el lanal de organizarle una pachangota para quitarle lo chipil. Ya si a esas vamos, hubiese sido más encomiable organizar una campaña a favor de los artistas antes mencionados, ya que es conocido que reciben muy pocas regalías por cada stream. Presi, a lo mejor puede darles unas clasecitas de mercadeo, para que ellos también puedan vivir de sus obras por veinte años o más, no sea usted gacho.

Ojalá sus asesores, mi presi, le pudiesen escribir esta información para que la traiga ahí junto a su célebre «detente», para que la próxima vez que le invada esa soledad, nos ahorremos todo el rollo de la revocación, ¿va?

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  La destrucción institucional de estos países contó con dos elementos clave que favorecieron la expansión del poder autoritario: una relativa bonanza económica y el apoyo ferviente de sectores amplios de la población. En materia económica, por ejemplo, Hugo Chávez contó con una escalada muy importante en los precios del petróleo y de otras materias primas; Putin y Erdoğan, al igual que Hitler, contaron con el respaldo del capital internacional y sus grandes grupos económicos nacionales, a quienes no les suele importar mucho que haya democracia o no en un país con tal de que puedan seguir haciendo buenos negocios.  En cuanto al amplio respaldo popular a favor de estos regímenes, todos ellos se beneficiaron de significativos agravios acumulados por décadas, sufridos por grandes grupos de población en términos de pobreza, inequidad e inseguridad, aunados a una notoria corrupción de las élites representativas del régimen anterior. Estos agravios, arraigados ya en una narrativa ampliamente compartida entre la población en general, son explotados hábilmente por los líderes carismáticos que prometen el oro y el moro para resolver, de la noche a la mañana, los problemas estructurales históricos de la nación, pero que mientras esto sucede son muy efectivos repartiendo dinero en efectivo y dádivas diversas a sus clientelas electorales de quienes exigen apoyo y lealtad absoluta.  El aseguramiento del respaldo de las masas se realiza mediante un singular uso del lenguaje que, controlando magistralmente el discurso político, al mismo tiempo hechiza a sus leales, polariza a la sociedad dividiéndola entre buenos (los que están con el líder) y malos (los traidores, enemigos de la nación que se le oponen) e imponen una agenda única que no admite discusión de puntos alternativos. La verdad no importa y la objetividad de la información es irrelevante. De hecho, esta narrativa hechicera suele estar repleta de mentiras o verdades a medias: el liderazgo autoritario se respalda en sus propios cuentos y una increíble capacidad de manipulación a sus fanatizados leales. Así se pierde un país. En México aún no perdemos el país. Pero si nos descuidamos tantito, hacia allá vamos. Estamos hoy en un muy frágil y delicado equilibrio, tal vez ya caminando sobre la cuerda floja. El presidente es un notable líder carismático que logró levantar un importante movimiento político, montado en la realidad de agravios históricos y deudas sociales vergonzosas que los mexicanos dejamos crecer como si no fueran relevantes. Movimiento que le da un respaldo popular que no baja de 60%, a pesar de las 100 000 mentiras contabilizadas y el desastre de su gobierno en materia de salud, seguridad y combate a la corrupción. La economía mexicana se está viendo muy beneficiada por la coyuntura de la redefinición de las cadenas globales de suministro, que con aquello del nearshoring atrae fuertes montos de capital internacional, a pesar de las políticas gubernamentales, y el tipo de cambio peso-dólar está en los niveles que se tenían en el 2014, lo que beneficia significativamente al régimen de López Obrador. El presidente cuenta también con el respaldo del crimen organizado que tiene un considerable control político y económico en diversas zonas del país. Con todo ello, en estos cuatro años de “cuarta transformación” hemos vivido una destrucción institucional sólo comparable a la de los años de guerra civil durante la Revolución.  Hasta ahora ha habido una resistencia relativamente efectiva derivada de la movilización ciudadana, de la crítica inteligente y activa en algunos medios de comunicación y la acción de dos bastiones institucionales clave: La Suprema Corte de Justicia y el Instituto Nacional Electoral. Pero todos ellos son atacados cada mañana con particular virulencia desde el pódium presidencial. No obstante, se echa de menos un rol más activo por parte de los empresarios agrupados en torno al Consejo Coordinador Empresarial, que sorprenden por su docilidad y sumisión ante el poder del Ejecutivo: les gana el miedo o tienen la cola muy larga. Nada que ver con aquellos líderes empresariales que alzaron sus voces contra los abusos de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo y que fueron clave en la transición a la democracia. ¿No se dan cuenta? Les puede pasar lo que a la rana que cuando quiso brincar ya no pudo. Y llama la atención la indiferencia o abulia de mucha gente, más la ceguera ideológica o la incapacidad de otros muchos para reconocer el riesgo en el que estamos. Aguas: Podemos perder al país. Al menos por décadas.  

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  • Acciones de regularización de inmuebles afectados incluyendo los títulos de propiedad.
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  • Exención de pagos por derechos, impuestos y contribuciones.
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Modelos de atención a damnificados:
  • Registro del inmueble afectado en un censo.
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A más de 5 años del sismo, ¿cuáles son los avances? En materia de vivienda unifamiliar, se cuantificaron en la CDMX 10,743, de las que  7,603 están concluidas y entregadas, lo que significa el 70.77%. Aún quedan 1607 por concluir y 1,533 inmuebles están por iniciar obra. En el caso de vivienda multifamiliar, reportaron la entrega de 267 edificios es decir 5170 departamentos, lo que significa que quedan aún más del 20% de edificios por terminar. En cuanto a edificios que constituyen patrimonio cultural e histórico de la ciudad, la Comisión está trabajando en 18 de los 21 templos e iglesias afectados sin reportar ninguna obra concluida. Es decir, que el 30%  o más del programa en la CDMX o esta atrasado o no se ha iniciado. Percepción de los damnificados A partir de la fecha de constitución de la Comisión de Reconstrucción, se dijo que las obras estarían terminadas en 2 años, llevamos cinco y ese retraso hace considerar a los afectados que el programa es un “fracaso”. Los miles de desplazados aún sin respuesta, frustrados, creen que “nunca” volverán a su casa. Si bien puede aducirse que la pandemia provocó un freno significativo a los trabajos, el fondo del problema es la falta de recursos que se refleja en la queja constante de los proveedores de diversa índole.

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  La destrucción institucional de estos países contó con dos elementos clave que favorecieron la expansión del poder autoritario: una relativa bonanza económica y el apoyo ferviente de sectores amplios de la población. En materia económica, por ejemplo, Hugo Chávez contó con una escalada muy importante en los precios del petróleo y de otras materias primas; Putin y Erdoğan, al igual que Hitler, contaron con el respaldo del capital internacional y sus grandes grupos económicos nacionales, a quienes no les suele importar mucho que haya democracia o no en un país con tal de que puedan seguir haciendo buenos negocios.  En cuanto al amplio respaldo popular a favor de estos regímenes, todos ellos se beneficiaron de significativos agravios acumulados por décadas, sufridos por grandes grupos de población en términos de pobreza, inequidad e inseguridad, aunados a una notoria corrupción de las élites representativas del régimen anterior. Estos agravios, arraigados ya en una narrativa ampliamente compartida entre la población en general, son explotados hábilmente por los líderes carismáticos que prometen el oro y el moro para resolver, de la noche a la mañana, los problemas estructurales históricos de la nación, pero que mientras esto sucede son muy efectivos repartiendo dinero en efectivo y dádivas diversas a sus clientelas electorales de quienes exigen apoyo y lealtad absoluta.  El aseguramiento del respaldo de las masas se realiza mediante un singular uso del lenguaje que, controlando magistralmente el discurso político, al mismo tiempo hechiza a sus leales, polariza a la sociedad dividiéndola entre buenos (los que están con el líder) y malos (los traidores, enemigos de la nación que se le oponen) e imponen una agenda única que no admite discusión de puntos alternativos. La verdad no importa y la objetividad de la información es irrelevante. De hecho, esta narrativa hechicera suele estar repleta de mentiras o verdades a medias: el liderazgo autoritario se respalda en sus propios cuentos y una increíble capacidad de manipulación a sus fanatizados leales. Así se pierde un país. En México aún no perdemos el país. Pero si nos descuidamos tantito, hacia allá vamos. Estamos hoy en un muy frágil y delicado equilibrio, tal vez ya caminando sobre la cuerda floja. El presidente es un notable líder carismático que logró levantar un importante movimiento político, montado en la realidad de agravios históricos y deudas sociales vergonzosas que los mexicanos dejamos crecer como si no fueran relevantes. Movimiento que le da un respaldo popular que no baja de 60%, a pesar de las 100 000 mentiras contabilizadas y el desastre de su gobierno en materia de salud, seguridad y combate a la corrupción. La economía mexicana se está viendo muy beneficiada por la coyuntura de la redefinición de las cadenas globales de suministro, que con aquello del nearshoring atrae fuertes montos de capital internacional, a pesar de las políticas gubernamentales, y el tipo de cambio peso-dólar está en los niveles que se tenían en el 2014, lo que beneficia significativamente al régimen de López Obrador. El presidente cuenta también con el respaldo del crimen organizado que tiene un considerable control político y económico en diversas zonas del país. Con todo ello, en estos cuatro años de “cuarta transformación” hemos vivido una destrucción institucional sólo comparable a la de los años de guerra civil durante la Revolución.  Hasta ahora ha habido una resistencia relativamente efectiva derivada de la movilización ciudadana, de la crítica inteligente y activa en algunos medios de comunicación y la acción de dos bastiones institucionales clave: La Suprema Corte de Justicia y el Instituto Nacional Electoral. Pero todos ellos son atacados cada mañana con particular virulencia desde el pódium presidencial. No obstante, se echa de menos un rol más activo por parte de los empresarios agrupados en torno al Consejo Coordinador Empresarial, que sorprenden por su docilidad y sumisión ante el poder del Ejecutivo: les gana el miedo o tienen la cola muy larga. Nada que ver con aquellos líderes empresariales que alzaron sus voces contra los abusos de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo y que fueron clave en la transición a la democracia. ¿No se dan cuenta? Les puede pasar lo que a la rana que cuando quiso brincar ya no pudo. Y llama la atención la indiferencia o abulia de mucha gente, más la ceguera ideológica o la incapacidad de otros muchos para reconocer el riesgo en el que estamos. Aguas: Podemos perder al país. Al menos por décadas.  

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