La “celebración” de López, parte II: la debilidad gubernamental

No hay otra salida para el gobierno actual más que apoyarse en la imagen de López y vender el término “popularidad” como sinónimo de “positivo”.

5 de diciembre, 2022 debilidad gubernamental

Un hecho notable, desligado de la cantidad de gente que haya asistido a “celebrar” con López, es lo siguiente: el gobierno de López, su autonombrada Cuarta Transformación (o “Cuarta Masturbación” según Francisco Martín Moreno), es uno de los gobiernos mexicanos más débiles en memoria reciente. Sin importar si todos los mexicanos hubiesen asistido a “celebrar” a López, el hecho anterior se mantiene. 

¿Por qué afirmo lo anterior? Porque todo este 2022, los esfuerzos del gobierno han sido enfocados en cimentar la narrativa de que López es el presidente más querido y popular. Recuérdese ese otro momento bochornoso que fue la consulta de revocación en abril pasado, esa que nadie pidió más que el presidente. Ahora, para añadir a ese cajón de momentos lastimosos, tenemos la “celebración” al gobierno de López. Lamentablemente, millones de pesos del erario han ido al caño gracias a este par de eventos, cuyo único fin es mostrar lo “fuerte” que es López (que no su gobierno) entre la gente. 

Claro, en la superficie López parece muy fuerte: pero recordemos que, de forma objetiva, López es una persona pública superficial y su gobierno también lo es. Si rastreamos su desarrollo político desde hace, digamos, unos veinte años, podemos notar que su bolsa de trucos es limitadísima: despilfarro en apoyos sociales mal encauzados, compra de voluntades políticas, movilización de las masas y una constante presencia mediática para controlar y moldear su narrativa.

Hay dos aspectos que analizar de esto: uno en el ámbito de los hechos y otro en la esfera psicológica.  En el campo de los hechos, que este año haya sido dedicado a sobar el ego de López no es coincidencia: ante los paupérrimos (y cercanos a inexistentes) logros de la administración de López, su gobierno se ha visto acorralado y se ha quedado sin argumentos. La economía ha mostrado pequeños avances después de la pandemia, pero la inflación sigue golpeando los bolsillos de todos los mexicanos. La seguridad es otro de sus puntos fallidos, en los que parece que ya se rindió la actual administración (si es que acaso alguna vez intentó entrarle de verdad al problema, lo cual no parece el caso). El crimen sigue descontrolado en varios puntos del país, ya ni se diga la violencia contra las mujeres y otros sectores vulnerables, que no ven descanso. Por lo tanto, no hay otra salida para el gobierno actual más que apoyarse en la imagen de López y vender el término “popularidad” como sinónimo de “positivo” (porque, no hay que olvidar que lo popular no siempre es “positivo” o “mejor”: si así fuese, podría decirse que la heroína y la cocaína son mejores sustancias para el cuerpo humano que las vitaminas, que el grupo BTS tiene un legado más importante que Mozart y Bach juntos y que Cañitas es una mejor obra de arte que Crimen y castigo).   

En el lado psicológico del asunto, podría trazarse una comparación entre López (podría incluir a su gobierno, pero en realidad, lo que llamamos “gobierno” ya no es relevante en la estrategia política de Morena: desde 2022, el show es únicamente acerca de López Obrador y nada más) con el amante (hombre o mujer, no es relevante) eternamente inseguro, que debe escuchar un “te amo” cada hora de cada día durante toda las semanas del mes, por todo un año, por todos los años que dure la relación. De seguro, muchos conocerán o incluso habrán estado en una relación así. Está de más recordarles que, en el largo plazo, vivir con alguien tan inseguro es algo que se vuelve agotador. El amante que poco da y pide mucho. El amante que, ante sus fallas, debe ser reforzado o, en caso contrario, se derrumba. Dime cuánto me amas ha sido la divisa de López a lo largo de 2022, lo único a lo que de verdad le ha echado ganas, lo único que ocupa su mente y sus actos. 

López ha abusado de la buena voluntad que aún tiene entre sus fanáticos (y ha coaccionado a otros tantos más) para refugiarse en su eterna popularidad: es el escudo que lo salva de cualquier ataque y la única lucha que sabe que puede ganar. A las faldas protectoras del pueblo es hacia donde corre el presidente, cual niño asustado, cada vez que se siente amenazado. Por esto mismo, la discusión pública se ha desgastado hasta el punto en el que ya no hay nada más que gritar ante la pared que López ha construido a su alrededor, muy similar a las vallas que la mayoría del tiempo protegen Palacio Nacional. López es muy popular, López es muy amado y eso por sí mismo debería bastarnos a todos para no cuestionar nada más. De nuevo, volvemos al punto en el que López hace lo único que sabe hacer: espetar discursos superficiales, con muchas palabras, pero pocas ideas. 

¿Cuáles son los resultados de seguridad de López? López es muy popular, así que la seguridad está bien. ¿Cómo va la economía con López? López es muy popular, así que  la economía va perfectamente. ¿Qué ha pasado con la violencia y las mujeres desaparecidas y los periodistas asesinados? López es muy popular, así que ellos están bien, al lado del señor en el cielo. 

Lo que López y sus seguidores olvidan es que, aunque la popularidad es importante en un gobierno, no es lo único. También debe haber acciones y resultados, los cuales han caído a cuentagotas en este sexenio. Si la popularidad se pudiese convertir en alimento, si de un día para otro los criminales desarrollan una alergia a la popularidad o si la popularidad se puede convertir en medicamentos, tal vez López tendría algo interesante para dar. Pero fuera de eso, tanta popularidad sin resultados suficientes que la respalden no sirve para maldita la cosa. 

No nos dejemos engañar ni apantallar por lo que vimos el domingo: López es el presidente más débil de los últimos años, y su “celebración”, a pesar de las loas, de los gritos desaforados de “victoria”, de lo carnavalesco, es un signo inequívoco de ello. Si hubiese algo más que presumir que su popularidad (comprada o no, no importa), lo haría sin tanta alharaca, sin tanto show, sin tanto ruido. Pero estamos hablando de López, un bulldozer de popularidad. Como buen bulldozer, tendrá mucha potencia, pero pocas ideas. 

Ahora bien, alguien podrá decir que soy “hipócrita” por ver con buenos ojos la marcha a favor del INE y los institutos electorales y condenar la “celebración de López”. Empero, hay diferencia fundamentales entre ambos actos, los cuales intentaré delinear en la parte III de este texto.

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