La escuela y la educación son dos entornos diferentes pero incluyentes e indisociables, aunque la escuela como espacio físico no incluía la educación no formal e informal, sí abarca el espacio/tiempo educativo de desarrollo humano.
La tecnología avanza más rápido que el pensamiento. La acción social y la tecnología digital va más rápido. La clave de salvación de la educación durante la pandemia fue la utilización de la tecnología para adecuarse de manera rápida a un entorno para tratar de lograr que el desajuste no fuera tan radical; sin embargo, las dimensiones y evaluaciones que nos hizo ver el uso de la tecnología en la educación fueron más allá del entorno educativo: desigualdad en acceso a la tecnología, desigualdad en infraestructura, desigualdad de formación docente, desigualdad de saberes necesarios, desigualdad de entornos sociales y tecnológicos, desigualdad de oportunidades para estar en un curso y para terminar el curso.
Antes de la pandemia, las escuelas de calidad y mejor preparadas para la enseñanza del futuro consistían en tener salones de cómputo, ofrecer esta disciplina/materia. En pocas escuelas los alumnos tenían y sabían utilizar la computadora, aunado a que los mejores profesores se especializaban en uso de las TIC (tecnología de la información y la comunicación) y después las TAC (tecnologías el aprendizaje y el conocimiento), en uso de plataforma digital y de conocer las mejores aplicaciones para ser el mejor docente. Todos querían estar a la vanguardia estudiando cursos de manejo de TIC.
La gran pregunta ahora es ¿qué está resolviendo el conocimiento de esas tecnologías a la educación?; ¿a los alumnos que asisten a una escuela y a los que no asisten?; ¿ya no es importante un salón de cómputo (laboratorio de cómputo)?, y si lo fuera ¿qué se necesita enseñar en éste? Cuando los alumnos regresaron con los conocimientos de uso de las TIC –que la escuela pretendía enseñar para lograr lo que se logró en dos años en diez– la realidad rebasó los programas educativos.
¿Qué papel juega la tecnología como sociedad de conocimiento?; ¿qué realidad están asumiendo hoy las escuelas?; ¿qué tipo de alumnos están ingresando en ellas? Para la reflexión algunas premisas:
En el siglo XX el progreso se asoció al desarrollo científico y tecnológico que se inicia en los años 60 y que adquiere gran velocidad de desarrollo para inicios de los 80, y para finales de siglo, los avances científico/tecnológicos rebasan la ficción con la que se crearon utopías con el uso de la tecnología. Las computadoras eran cada vez más pequeñas y sofisticadas con tantas funciones –que poca gente conoce y usa todas esas funciones–, igual que los celulares, smartphone, el internet, la red y la comunicación en red, realidad virtual y la inteligencia artificial. La sociedad tecnológica como avance del conocimiento es lo que se convirtió en desarrollo…o nos hicieron asumir como desarrollo. La industria bélica va a la vanguardia tecnológica y esto no ha significado tiempo de paz, ni desigualdad, seguimos viviendo contextos de hambruna, guarra, violencia racial, de género, corrupción, impunidad, engaño. Para reflexionar sobre la “paz armada”, la guerra fría, la guerra de las galaxias.
Con la tecnología de la comunicación y la globalización, todo está en todas partes, recibimos exceso de información en tiempo y todo el día, y a todo tenemos acceso con un clic, la realidad horror se hace presente y nos deshumaniza.
La tecnología se miniaturiza (ocupa menos espacio, tiene más potencia es más fácil de usar) y es asequible para los que la pueden pagar, pero el costo ambiental de construir y usar la tecnología (obsolescencia programada que responde a la enfermedad de consumo, que produce contaminación) es muy alto y lo paga toda la sociedad. Hay un problema energético sobre la explotación de recursos finitos. La tecnología sigue siendo controlada y manejada por muy pocos y hecha en su mayoría para controlar, idiotizar y enfermar.
Vivimos hoy con y para el ecosistema artificial y destruimos el ecosistema natural. El ecosistema artificial implica la vida con la tecnología, ¿qué pasa si no tenemos smartphone, internet, computadora?; ¿qué pasa si no es tan rápida la respuesta de función de un aparato? El aparato tecnológico se convierte en una prótesis del ser humano, depende de este para funcionar, y eliminamos lo que contenemos en el cerebro llamado inteligencia, pensamiento, el aparato lo hace por mí. El orden del ecosistema natural está violentado, las especies se adaptan o mueren, el humano se está adaptando a vivir de forma artificial, se aleja de la naturaleza de su ser y con ésta, del planeta, del mundo. Pasamos de una sociedad que renueva, adapta, imagina, transforma, innova, aprecia el valor de la espera, de lo que sirve, de la paciencia, a un mundo rápido sin pasado ni certeza, un eterno presente, de cosas y de seres (seres-cosas) que se describen en función de su utilidad y eficacia, como la tecnología.
Así, la sociedad envejece prematuramente y se enferma de obesidad mental porque hay un desajuste entre el ser (su biología, fisiología) con su entorno. El desajuste no se da por vejez cronológica, cambia tan rápido el entorno que la sociedad se hace ajena. Este desajuste o desfase se refiere también a la incapacidad de metabolizar tanta información y generar conocimiento. Abstraer y memorizar, imaginar, jugar, crear relaciones de conocimiento y de seres humanos ya no se practica. Ante este exceso de información que la tecnología nos proporciona a través de sus diferentes dispositivos ¿la escuela informa, llena de información o genera conocimiento? El conocimiento si no se comparte, no sirve, ¿la escuela hace eso?
La tecnología aquí descrita, también es una paradoja, tiene su lado bueno, que también parece ser el malo. La tecnología es un medio de información, datos, información al momento, rápida y mucha (dataísmo) pero, ¿cómo se comunica esa información? ¿Quién genera ese conocimiento, quien comunica los avances tecnológicos? ¿Quién decide que se comunica y que no? La información así está controlada por el mundo científico/tecnológico, o por la academia que lo comparte solo entre pares y por las compañías que su desarrolle tecnológico va acompañado de ganancias monetarias. Regresamos a la Edad Media en la que por ignorancia se producía superstición, hoy tanta información (en la red, en la nube) causa ignorancia y se confía en el Dios/tecnología, Dios/ciencia que para todo te da una respuesta rápida (desconociendo por docta ignorancia que es a través de algoritmos que responden a las necesidades creadas por esos mismos algoritmos registrados). Es el mundo controlado por los algoritmos, dice Han, el ser humano va perdiendo su capacidad de obrar por sí mismo, su autonomía. Se ve frente a un mundo que no es suyo, que escapa a su comprensión, que se adapta a decisiones algorítmicas (Han, 2021) La tecnología nos va a salvar, ¿superstición pseudocientífica?, ¿de qué nos va a salvar?
El rápido aumento de la entropía informativa, es decir, el caos informativo, nos sumerge en una sociedad posfáctica, la información circula ahora sin referencia alguna a la realidad, es un espacio hiperreal, lo que cuenta es el efecto a corto plazo, la eficacia sustituye la verdad (Han 2021). La tecnología no ha significado desarrollo humano, el humanitas.
Ante tanta información solo somos usuarios porque su manejo es fácil, asequible, pequeño, como el smartphone, que también es invisible porque está con el usuario 24 horas al día, se actualiza solo, sabe usarlo/controlarlo y que lo hace parte de su ser, que lo transforma del codo para abajo y del codo para arriba., no cuestionamos, no lo entendemos, no pensamos en su relación humana/ecología, nos hace ser homo faber. La ciencia hace cotidiana la tecnología, que es extracción no sustentable, que quita tiempo de vida, que volvemos tiempo de trabajo, tiempo de eficacia, tiempo de dinero ganado, no de vida disfrutada. “Ya no podemos retener las cosas, y no sabemos cómo retener la información” (Han 2021) entramos al entorno de la pedagogía de las cosas.
La digitalización, dice Han, desmaterializa y descorporiza el mundo. También elimina los recuerdos, en lugar de guardar recuerdos, guardamos datos (2021). La realidad es la que nos muestras los datos. Eliminan atención, recuerdos, empatía y habilidades mentales.
Lo artificial se opone a lo natural. Las cosas artificiales se instalan en el ser humano y no cuestiona, y empieza a dejar fuera habilidades y destrezas que antes usábamos para que los realice la máquina, y dejamos cosas tan humanas como la memoria, la inteligencia, el pensamiento crítico, la pregunta incómoda, la relación con los otros, la empatía, la reflexión, el encuentro. Todo nos los da nuestro smartphone, las respuestas están en nuestra mano. La comunicación a través del smatphone es una comunicación descorporizada y sin visión del otro, la digitalización hace desaparecer al otro como mirada, la ausencia de la mirada es también la responsable de la pérdida de empatía en la era digital (Han 2021). La mirada construye la confianza, nos hace sentir en presencia de otro que comparte un nosotros. Aprender a mirar, a confiar, a respetar al otro que existe.
Si la escuela tiene que dar lo que falta afuera, ajustar la realidad a lo humano en un contexto de sobreinformación de uso cotidiano de la tecnología digital, ¿qué se va a enseñar?
Propuesta pedagógica para la reflexión:
Todo está al alcance de la mano, todo lo resuelve la tecnología digital, es la que indica la realidad y la confusión de un proceso de enseñanza y aprendizaje. Hay un desajuste como nunca se había habitado, se desconecta al ser de su educación de la cultura y de la tecnología, se desconecta el entrelazamiento entre mente y corazón, corazones perdidos y mentes confundidas es el imperante de la sociedad hoy, el reto educativo es de dimensiones mayores, y prisa, si hay.
Enseñar el sentido de comunidad, de pertenencia, de solidaridad, sororidad, amabilidad, respeto por lo vivo, por el planeta. Enseñar la esencia del ser humano a su humanitas. Enseñar a entenderse para comprenderse y comprender su interrelación con su contexto, a compartir la vida para crecer en ella, no solo sobrevivir a partir de una visión particular, la realidad no es una; a observar, a maravillarse, a saber, apreciar la belleza, la bondad, a hacer juicios (pensamiento crítico) sobre la diferencia para argumentar y dirigirse a un bien común. Enseñar a amarse para poder amar.
Escribir a mano, por ejemplo, ayuda a recordar, mejora la atención, el cerebro está más activo, se facilita el aprendizaje; a trabajar sin prisa, a reflexionar con tiempo, con pausa; a moverse, a bailar, a escuchar música, a escribir poemas, a leer aventuras, a preguntar, a generar encuentro. La duda alimenta la mente y la imaginación y desarrollar ambas sin coartar la realidad imaginada por la realidad de un docente, la realidad de un sistema educativo o la realidad digital. El arte, como la filosofía, entra de manera transversal y multidisciplinaria. El reto es no trabajar con una malla curricular disciplinar, separado de la realidad y entre disciplinas.
No evaluar por competencias, pensemos otros modelos evaluativos, hasta hoy los propuestos no han funcionado del todo. Evaluar a partir de los talentos encontrados, no del error, del desacierto, del número, del sistema.
Como indica López Quintas, educar es formar la capacidad creadora que se configura a través del diálogo con la realidad, es generar encuentro a través de la generosidad, la apertura (abrirse al otro), la veracidad y la confianza (López Q. 1993).
REFERENCIAS
El texto se desarrolló en torno al curso sobre Utopedia, educación para la sociedad del conocimiento del doctor Antonio Rodríguez de las Heras, de la Universidad Carlos III de Madrid.
Chun Han (2021) No cosas. México, edit. Taurus
López Quintás A. (1993). La juventud actual entre el vértigo y el éxtasis, creatividad y educación, Madrid, Publicaciones Claretianas.
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