Paris 1949, Simone de Beauvoir publica El Segundo Sexo en dos tomos. Literalmente sacude con gran conmoción no solo a los franceses sino a todo mundo. La primera edición de 22 000 ejemplares se agotó en una semana, suceso pocas veces visto en aquella época. El libro trata cuidadosamente la sexualidad femenina, haciendo énfasis en los aspectos sociológicos y psicológicos. Es una exigencia clamando por la igualdad de oportunidades, desmitifica el papel del objeto sexual en el que se le ha encasillado, exigiendo una consideración como creatura humana con derechos al placer sexual. El público europeo por lo menos se enteró de la obra y participó en la espectacular polémica.
Tiempo después cuando los argentinos tradujeron la versión al español, fue prohibida de inmediato, los editores fueron severamente criticados y amenazados e inclusive prometieron quemar y prohibir la venta de los ejemplares, según las versiones de varios periódicos españoles y latinoamericanos. El Vaticano obviamente puso el título en la lista negra.
Mientras tanto, en los Estados Unidos, Alfred C. Kinsey biólogo de la Indiana University había publicado en 1948: La Vida Sexual del Hombre, lo cual causó incomodidades y molestias pero sin llegar a mayores, tal vez porque un varón se había referido a la vida sexual masculina. Sin embargo, en 1953 publicó La Vida Sexual de la Mujer, tal vez en competencia con la señora de Beauvoir; ambos volúmenes se conocen ahora como los Kinsey Reports.
Nuevamente la misoginia hizo su aparición, aun cuando este último volumen se refería a la sexualidad femenina no causo el mismo furor y el escándalo de la escritora francesa. El libro mostraba por primera vez información obtenida de las experiencias sexuales de las parejas, aparecieron tablas, gráficas y datos obtenidos durante el acto sexual, algo inusitado en la época y el mundo editorial. Estas evidencias complementaban y apoyaban los reclamos que Madame de Beauvoir había hecho anteriormente.
En la actualidad, muchas cosas han cambiado. Se respira un ambiente de igualdad y una disposición más abierta y menos pecaminosa; inclusive se podría decir que una parte de la población que está instruida en los menesteres sexuales ha recibido bien la distribución y venta de complementos sexuales diseñados para incrementar la libido sexual de las féminas. La promoción se ha lanzado en forma discreta y con un lenguaje adecuado, la publicidad es sobria y se pretende la adquisición de los productos sin receta médica (aunque la situación no aplica para todos los casos, pues en mucho depende de los ingredientes), para evitar preguntas molestas e inoportunas.
Varios laboratorios pequeños o laboratorios apéndices de las grandes compañías farmacéuticas han lanzado al mercado sus productos con gran tiento y esmero profesional (temen dañar su prestigiosa imagen), cuidando de lograr su objetivo: satisfacer las necesidades del mercado.
Las formulaciones de los productos son muy diversas, casi todos enlistan extractos vegetales que popularmente han sido considerados como coadyuvantes activos del deseo sexual, la gran mayoría están dentro de las diversas farmacopeas populares; de tal manera que no hay ningún secreto. Otros ingredientes son aminoácidos a los cuales se les atribuyen propiedades que incrementan el deseo sexual o que contribuyen a fomentar el ambiente idóneo de la ocasión.
Como ejemplos de lo citado anteriormente, mencionaremos: la acción de la citrulina, un aminoácido que incrementa la concentración de óxido nitroso (igual al Viagra en los varones) lo cual estimula el flujo sanguíneo en las zonas erógenas, aumentando la sensibilidad y el deseo sexual. Otro aminoácido que se encuentra en forma frecuente es la treonina, que reduce el estrés y predispone la atmosfera y el ambiente propicio para el acto. Cada laboratorio tiene su fórmula y todos se afanan por cumplir con la calidad de sus productos y la eficiencia de sus procesos, que son eminentemente farmacéuticos.
Una de las características más profesionales de los productores es que NO recomiendan el uso exclusivo de sus productos. Están conscientes de que cada organismo reacciona en forma diferente y que por lo tanto puede haber efectos secundarios desagradables o nocivos. Sus recomendaciones, si este fuese el caso, sería dejar pasar algún tiempo, estabilizarse y probar otro producto, así hasta encontrar el más adecuado/tolerado por el organismo del consumidor. Es una clásica situación de prueba y error.
El consumo de cualquier producto farmacéutico implica la observancia de ciertas medidas de sentido común para evitar intoxicaciones o reacciones indeseables. Algunos de estos productos contienen los llamados neurotransmisores que son ingredientes que actúan directamente en el cerebro. Cualquier reacción o efecto incomodo o riesgoso debe ser evitado, si existe la necesidad de consultar a un médico, debes comunicarle el consumo del producto a la mayor brevedad.
Buena suerte… lo mejor para ti, como siempre.
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