En 1912, el demógrafo italiano Corrado Gini publicó un artículo en el que proponía una medición para encontrar en qué países había una mayor desigualdad de ingresos. Como es fácil imaginarse, en todos los países hay quienes ganan más y quienes ganan menos. Pero lo que Gini quería encontrar era cuánta era la diferencia entre ambos grupos. Propuso una medición sencilla en apariencia, si todos recibían el mismo salario, la desigualdad sería 0. Si una sola persona tuviera todas las riquezas de un país, el valor de la desigualdad sería 1. De ese modo, los países más igualitarios tendrían un valor cercano a 0 y los de peor distribución de la riqueza estarían más cercanos a 0. Ese es el coeficiente Gini que seguimos usando hoy en día.
¿Cómo le va a México con las mediciones del coeficiente? Nuestro país ostenta un 0.43. Podríamos pensar que no está tan mal, hasta que resulta que el promedio entre los países miembros de la Organización para el Comercio y el Desarrollo Económico (OCDE) es de 0. 33 y que México es el tercer país más desigual del grupo, solamente por detrás de Turquía y Costa Rica. El que el índice Gini mexicano sea relativamente alto implica que la riqueza en México se distribuye de forma inequitativa, con un segmento pequeño de la población con los más altos ingresos y una proporción mucho más grande con muy poco.
Ahora, el que México sea un país desigual en sus ingresos a nivel general no alcanza a explicar las particularidades de cada región. Muchas personas entienden que el norte y occidente del país, junto con la capital, son regiones ricas, con crecimiento e inversión, mientras que el oriente y el sur son un conjunto de estados marginados con pocas oportunidades.
Esta creencia popular no es del todo exacta. Para hacernos una mejor idea, revisemos el informe del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) titulado “Índice de Competitividad Estatal 2024” publicado la semana pasada. En el reporte, el IMCO clasifica a las 32 entidades del país de acuerdo con sus cifras en los rubros de Economía, Gobierno, Desarrollo Social, Infraestructura, Mercado Laboral y estado de Derecho (https://imco.org.mx/indice-de-competitividad-estatal-2024/).
El reporte describe la disparidad interestatal. Ciudad de México, California Sur, Coahuila y Nuevo León fueron las cuatro entidades mejor evaluadas. En contraparte, Michoacán, Chiapas, Guerrero y Oaxaca fueron las entidades con más rezago del país. Hasta aquí, nada que parezca contradecir la creencia popular. Sin embargo, encontramos a Yucatán y a Campeche cerca de los primeros lugares y a Tamaulipas, Baja California, Durango y Zacatecas bastante más abajo. La división entre norte y sur ya no está tan clara.
¿Por qué hay tanta diferencia incluso entre entidades vecinas? Las respuestas pasan por muchos indicadores. Hay estados completamente dominados por el crimen organizado, otros con una fuerte inversión en obras públicas y algunos otros que no logran proveer los servicios básicos a la población.
Dentro de los servicios básicos está la educación. Varios indicadores en esta área resultaron relevantes. En cuanto a porcentaje de la población con educación superior, Ciudad de México fue la entidad más alta con un 42%, mientras que Chiapas sólo tuvo el 16%. Las posiciones se repiten en cuanto a años promedio de escolaridad, con 11.6 en promedio para los capitalinos y 7.6 para los chiapanecos.
Si usted revisa los diferentes estados, notará que salvo por casos como Baja California y Estado de México, donde los indicadores educativos no son malos, pero tienen serios problemas en áreas como el estado de Derecho, será muy difícil encontrar entidades con buenos indicadores educativos con un bajo índice de competitividad. De hecho, Ciudad de México y Nuevo León son los dos con mejores cifras de escolaridad y a nadie extraña su papel como dínamos de la economía del país.
Ya hemos hablado acerca de las diferencias entre entidades. Pero incluso al interior de los estados tenemos diferencias notables. Puede tomar por ejemplo la capital de un estado bastante rico, como Sonora. La soleada Hermosillo. Según el Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL) su índice de rezago social es muy bajo, incluyendo a la educación. Sin embargo, a unos cuantos kilómetros, en el municipio de Benjamín Hill, hay cifras muy elevadas de analfabetismo.
A lo anterior hay que agregar estudios como el de Santillán y Vargas (2022), que demostró que las condiciones socioeconómicas afectan negativamente a los estudiantes más pobres, pues presentan un desempeño escolar más bajo en lengua y matemáticas en comparación con el resto. Así que, si usted nace en una comunidad indígena de Chiapas, sus posibilidades de contar con un nivel de ingresos adecuado a sus necesidades son mucho menores que la de una persona cualquiera que vive y estudia en Saltillo o Nuevo León.
Ahora, todos concordamos en que México y la mayoría de los países latinoamericanos son regiones muy desiguales, con una tradición de monopolios y concentración de la riqueza. Es una condición que ha llamado la atención de investigadores a lo largo de décadas. Sin embargo, la buena noticia es que, aunque las mediciones de Gini siguen señalando a las inequidades de la región, el valor del coeficiente se ha reducido en varios países, incluyendo a México. Algunos señalan que esto se debe a un mayor gasto público y a políticas progresistas por parte de gobiernos de “izquierda”. Algo habrá de eso, pero, al parecer, la educación es la que debería llevarse el crédito. Una mejora en la cobertura educativa durante décadas ha sido paralela a una reducción gradual de la disparidad. Puede revisar esto en la excelente reseña hecha por Noah Smith (https://www.noahpinion.blog/p/how-latin-america-started-to-beat)
Hay muchos factores que producen desigualdad en la sociedad. Desde la justicia hasta el acceso a agua potable. No hay una política que por sí misma abarque todas las variables de la pobreza. La brecha salarial y la desigualdad no se acabarán con más y mejor educación. Pero sería imposible hacerlo sin ella.
REFERENCIAS
Santillán Hernández, Alma Sofía, & Vargas Sánchez, Juan Roberto. (2022). Descomposición de la desigualdad del rendimiento escolar por condición de pobreza en estudiantes mexicanos. Análisis económico, 37(95), 125-141
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