¿Cuánto vale el medio ambiente? Según el gobierno de la 4T, menos que un tren peninsular y una refinería que, ante los cambios esperados en el uso mundial de hidrocarburos para la producción de energía, no tendrán mucho valor en el largo plazo. Según los mexicanos miembros de los pueblos originarios de nuestra nación, el medio ambiente es invaluable.
Lo primero es lo repetido constantemente por el presidente de la República, para quien lo importante no es el impacto ambiental de sus proyectos favoritos –Tren Maya y Refinería de Dos Bocas–, sino el que antes de que expire su sexenio, la construcción de ambos esté terminada. Poco importa que para expertos ambientalistas nacionales e internacionales, el sureste de México deba ser protegido por ser “una zona de alta biodiversidad, en la cual la mayor parte de los hábitats, especies animales, vegetales y del agua de México se encuentran”.
Lo segundo es lo defendido por personas como Leidy Araceli Pech Martín, galardonada el pasado 30 de noviembre con el Premio Goldman por su oposición al uso de agroquímicos que modifican genéticamente soya, la cual al ser plantada destruye el medio ambiente y mata a las abejas que existen en esa región del país. De origen maya, Leidy Pech, quien vive en la comunidad de Hopelchén (Yucatán), enfrentó durante más de 10 años tanto a funcionarios de compañías internacionales como Monsanto, como a funcionarios corruptos de gobiernos municipales, estatales y federal, en una lucha por proteger la vida de las abejas que son afectadas por la siembra y producción de soya genéticamente modificada. Su lucha fue por evitar la deforestación causada por la apertura de tierras para el cultivo de la soya genéticamente modificada, deforestación que no solo tiene consecuencias para la producción de miel, sino también, causa la pérdida de flores endémicas de la región y modifica los sistemas hidrológicos del sureste del país.
Leidy Pech, junto con la Organización Muuch Kambal y el Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes, no ha cesado de denunciar el avance de la deforestación en la península de Yucatán, sus consecuencias, y la impunidad que ha permitido que se cambie el uso de suelo. Hoy deben ver con tristeza que su trabajo sea reconocido en el extranjero, como lo demuestra el otorgamiento del Premio Goldman, mientras que en nuestro país ni la Secretaría del Medio Ambiente ni la CONAGUA han presentado un estudio del impacto ambiental de la construcción de las dos obras “consentidas” del gobierno del presidente López Obrador, a pesar de que en las primeras semanas de noviembre, los medios de comunicación mostraron las imágenes de las inundaciones y destrozos causados por el huracán “Eta” en lugares como Tabasco y Chiapas, donde la selva y los manglares originales siguen perdido terreno por causa de desarrollos agrícolas y por la deforestación producto de proyectos irresponsables construidos en los últimos 20 años.
¿Haremos caso de los consejos del verdadero “pueblo sabio” representado por personas como Leidy Pech y sus compañeras?
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