Todo un acontecimiento ha resultado la puesta en marcha del Plan Nacional de Vacunación que se empieza a dar de forma gratuita a los mexicanos. La esperanza es que para el segundo semestre del año la pandemia ─que tanto dolor y sufrimiento ha causado─ disminuya significativamente en el número de casos.
Lo anterior será posible siempre y cuando se consiga el número de vacunas suficientes. La distribución de las pocas vacunas que hasta ahora han llegado es un tanto extraña, pues la decisión de repartir a cada entidad federativa, ciudad o municipio del país solo alcanza para vacunar a unos cuantos, realmente a muy pocos. En la Ciudad de México se empezó a vacunar a las personas de más de 60 años en tres alcaldías (posiblemente seleccionadas por ser afines con el partido del presidente. Siempre el tema electorero está presente).
El primer día se vacunaron a 23 000 personas y se calcula que en cuatro días se aplicará la primera dosis a solo 80 mil personas. Repito, son muy pocas personas.
Tuve la fortuna de que me tocara en la alcaldía en donde vivo. En el segundo día de vacunación, un amigo me indicó que había poca afluencia ─probablemente porque se corrió la voz de la falta de organización─, por lo que me lancé hacia el módulo de vacunación (me quedaba a un par de cuadras de mi casa), aun cuando mi turno correspondiera al día siguiente. Me autorizaron el ingreso.
Debo decir que la atención fue de primera. El procedimiento de ingreso fue sencillo y después de la revisión de los documentos requeridos (identificación oficial y comprobante de domicilio) una amable señorita llenó un formulario con mis datos generales y declaré alguna morbilidad adquirida. Esperé mi turno y bajo la mirada de dos fornidos elementos de la Guardia Nacional, el personal encargado me aplicó la dosis, sin dolor ni problema alguno. La regla es esperar sentado 30 minutos una vez aplicada la inyección, para ver si no hay efectos indeseados.
Después de ser vacunado pude conversar con una doctora que venía del ISSSTE para supervisar la operación. Ella me informó que las vacunas son custodiadas en todo el trayecto por la Guardia Nacional…
No faltó el prietito en el arroz: cuando solicité permiso de tomar una fotografía del frasco de la vacuna que me aplicaron, no me lo autorizaron.
Severo reto tienen las autoridades encargadas del Plan Nacional de Vacunación para que tenga éxito. Para empezar, no parece que haya falta de recursos económicos y eso es una buena ventaja.
Así pues, el Ejército mexicano distribuye las vacunas a lo largo y ancho del país. El problema es que las brigadas “Correcaminos” se enfrentan a un problema de logística y distribución mayúsculo, sobre todo porque hay diferentes farmacéuticas que producen diferentes vacunas. A mí me tocará la aplicación de la segunda dosis dentro de tres o cuatro semanas y lo lógico es que se me aplique la misma vacuna: AstraZeneca.
La pregunta que surge es sencilla: ¿convendrá vacunar como se ha estado haciendo? ¿No será mejor vacunar toda una alcaldía, municipio o población para lograr el efecto de rebaño correspondiente, así todos los ciudadanos de determinada población estarán vacunados?
Veremos…
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