Ahora que los resultados de las pasadas elecciones han salido a la luz, debemos reconocer la inminente victoria de Andrés Manuel…
Ahora que los resultados de las pasadas elecciones han salido a la luz, debemos reconocer la inminente victoria de Andrés Manuel López Obrador y su séquito partidista que obtuvo su registro en 2014 y, tan solo cuatro años más tarde, se convierte en la fuerza política número uno de nuestro país. En uno de sus mensajes de agradecimiento, la Presidenta del Partido, Yeidckol Polevnski, incitó a los ciudadanos a depositar la confianza en el Presidente Electo y en el partido al que representa, MORENA. Esto, debo decir, me resulta tremendamente complicado por las siguientes razones:
Primero que nada, la solidez del partido. Entiéndase, querido lector, que no cuestiono la posición política que adquirió el partido tras los comicios celebrados el pasado 1ro de julio, pues MORENA ganó de manera histórica, siendo ahora la primera fuerza partidista a nivel nacional tras una larga época de permanecer en quinto lugar, debajo incluso del Partido Verde. Entiendo y respeto la posición en la que se encuentran. Lo que cuestiono, por otra parte, es la falta de cimientos sólidos que dejan a MORENA como un partido confundible, con posición voluble. No hay información pública, estatutos claros, ni requisitos expresos para la afiliación o causas de expulsión del partido. En sí, no hay un sistema de funcionamiento claro. MORENA es, en opinión del autor, un movimiento social que, aunque se reconoce como partido político, tiene una base incierta y poco firme, por lo que da pie a una volatilidad que ya se ha visto en incontables ocasiones. Algunos de sus militantes, para ejemplificar, definen al “Partido” como izquierdista, mientras otros lo catalogan como centrista pero, la mayoría de los analistas políticos, encuentran también posiciones de derecha que confunden en demasía a los idealistas sensatos.
Por otro lado, el caudillismo dentro del Partido que recuerda al priísmo de ataño. El Partido no es, como tal, autónomo, sino que funciona a imagen y semejanza de su fundador y ahora futuro representante en el poder ejecutivo: Andrés Manuel López Obrador. Por ahora, innegablemente, les ha funcionado bien, pero me despierta la incertidumbre, como seguramente también a otros colegas. ¿Qué pasará cuando el caudillo supremo no esté? Porque veo factible un desmoronamiento casi inmediato.
No logro distinguir algún punto de diferenciación entre la retórica lopezobradorista con la actual administración del Partido que encabeza Polevnski, quien no solo resalta como una devota seguidora del ahora Presidente Electo, sino una cómplice. Entiendo que, aunque los partidos políticos se rigen bajo una misma línea de acción, cada dirigente tiene un enfoque que se distingue del anterior, principio básico de la pluralidad. E incluso, esa diferenciación ha llegado a ser sustancial (sólo hay que voltear a ver a los Calderonistas y los Anayistas en Acción Nacional).
La militancia es otro punto que genera interrogante. López Obrador logró, impecablemente, eliminar el pensamiento de división partidista y agrupar al servicio público en dos grandes cúpulas: “La Mafia del Poder” (con el sonadísimo “PRIANRD”) y “La Esperanza de México” (iniciada por MORENA). Rechazo categóricamente su postura, con el simple hecho de que MORENA está conformado, en su inmensa mayoría, por militantes de otros partidos catalogados en la élite antagónica. Hoy en día, el partido del tabasqueño es una extraña mescolanza entre priístas y perredistas que se antoja inentendible, con una ligera adición de panistas en puestos importantes (que utópicamente deberían contraponerse en pensamiento político). Por un lado, la inigualable coordinadora de campaña Tatiana Clouthier (a quien sí le reconozco ser una persona clave en la victoria de Andrés Manuel) tiene un cimiento intachable panista, que va desde el lazo familiar hasta sus propios inicios en el sector público. La cereza del pastel: Actores políticos abanderados de MORENA con poca o nula experiencia (Cuauhtémoc Blanco o “El Mijis”) y otros tantos con un historial bastante cuestionable: Manuel Bartlett para CFE, acusado de ser el responsable de la famosa “caída del sistema” en las elecciones del ’88 y catalogado en su momento por el propio López Obrador como miembro importante de la “Mafia del Poder”. Claudia Sheinbaum para Jefa de Gobierno de la CDMX, acusada de implicación en el escándalo del Colegio Enrique Rébsamen y partícipe de la construcción del segundo piso del periférico siendo Secretaria de Medio Ambiente. Marcelo Ebrard para la Cancillería, acusado de corrupción en el escándalo de la línea #12 del metro, estuvo desaparecido un par de años. Nestora Salgado para el Senado, acusada de secuestro cuando fungía como Jefa Policial en Guerrero y quien estuvo en prisión durante dos años. Ah, la reciente inclusión de René Bejarano a las filas de MORENA como el coordinador de programas sociales. Sí, aquél que se hizo famoso por meterse fajos de billetes de procedencia ilícita en los pantalones, ¿se acuerdan? La lista sigue y sigue, sumando otros casos irreverentes, como la victoria de MORENA a la alcaldía de Cuernavaca sin candidato.
Por último, el dichoso discurso de paz y unión nacional que propone muy reiterativamente el Presidente Electo. Palabras que suenan muy bien, pero que, viniendo de aquél que en 2006 organizó un plantón en Reforma tras perder las elecciones, aquél que insultó públicamente al entonces Presidente Vicente Fox, aquél que gritó eufórico “Al Diablo Con Sus Instituciones”, aquél que en 18 años no declaró el origen de sus ingresos de vida y los de su familia (sin mencionar los lujos)… Viniendo de aquél que en su historia ha hecho todo lo que hoy critica y ha violentado todo lo que hoy busca pacificar, su discurso me parece hasta cínico.
En conclusión, reconozco y respeto la victoria contundente de MORENA, quienes supieron muy inteligentemente aprovechar el desencanto social provocado por el resto de los partidos que no han hecho más que decepcionar. Hicieron una campaña certera y tienen la victoria merecida. Les deseo el mayor de los éxitos a cada uno de los que ocuparán cargos públicos por parte de este partido, incluído al propio Andrés Manuel López Obrador. Mucha suerte y fortaleza, por el bien de los mexicanos. Ojalá cumplan lo que por mucho tiempo han prometido y nos demuestren a nosotros, los escépticos, que estábamos equivocados.
Pero, al día de hoy, yo aún no les creo…
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