Algo que me queda claro es que el debate de aspirantes a la Presidencia de la República es tan personal como el mundo que vive en cada cabeza. Cada vez que son las campañas políticas me doy cuenta de que escuchamos y entendemos lo que queremos escuchar y entender. Nuestra apreciación es un reflejo de nuestro anhelo y de lo que suponemos sustentados en la realidad o no es lo correcto.
Este segundo debate, para mi punto de vista, fue una alegoría de fallas, errores, contradicciones, discursos pobres y exhibición de vulgaridad. Empezando por la baja calidad de la producción que hizo lucir un debate barato y local, contrario al alto costo millonario de la inversión que hace el INE. Hubo pésima iluminación, pésimo sonido, caída del internet en varias ocasiones. En un inicio pensé que era apenas un ensayo con la mitad de las cámaras apagadas y una de las candidatas en bata y maquillada por su segunda peor enemiga (la primera sin duda es ella misma).
En un país que llama a votar por el Progreso, el formato sigue siendo lamentable y no me refiero a la forma en como se propuso el debate por parte de los mediadores sino por desarrollo del mismo: como si estuviéramos en una cancha de fútbol o peor aún en un ring de lucha libre, las participantes piensan que es una cuestión de goles o de golpes para demostrar quien ganó.
No responder a los ataques, adjetivos, vituperios y confrontaciones pienso es una forma de respeto a la audiencia y la mejor manera de demostrar quién es la líder de la contienda y quién es la candidata desesperada, infantil, grosera y condicionada a tirar golpes al aire como seguramente la adiestraron su consejero Jorge Castañeda y sus jefes Claudio X González y Ricardo Salinas Pliego entre otros, que así es como han manejado sus vidas, con la regla de que una verdad es una mentira repetida cien veces y que hay que tirarse a matar sin importar cómo ni qué consecuencias.
A mí no me quedó muy claro qué plan de gobierno están invitando a votar. En un debate de dos horas hubieron tantas propuestas como personalidades distintas de una sola candidata. La misma que defiende al pueblo y presume venir desde abajo pero que tira golpes con y sin sustento sobre situaciones familiares del pasado, aún a sabiendas que el comportamiento reciente de su hijo fue vergonzoso y que arremetiendo con ataques sobre parejas anteriores y que se expone a que se le cuestione si podrá gobernar a una nación cuando no ha podido educar a su hijo, haciendo alusión incluso al tema de las playeras de muy sospechosa procedencia en las que una imagen de la muerte defiende al presidente López Obrador como si esto tuviera algo que ver con la realidad.
En fin, es de suponerse que cada quién ataca con lo que trae y demuestra quién es en el campo de pelea. Lamentable que le llamemos así a un debate en el que lo que las y los ciudadanos lo que deberíamos de pretender evaluar es la preparación, compromiso, desempeño y calidad de propuestas en vez de ovacionar a la más aguerrida, broncuda y dicharachera.
Una candidata Indigenista pero neoliberal, populista pero fifí, feminista pero misógina, católica pero Trotskista, que se manda sola pero que claramente obedece a los intereses no de uno ni de dos sino de cientos de patrones que esperan un verdadero cambio pero para su conveniencia, que como siempre lo he pensado es lo que lleva a cada votante a creer cuál es la mejor opción, porque aquí y en todos lados el mejor candidato es el que nos conviene a cada quien o a nuestra ideología política en el mejor de los casos.
Me cuesta mucho trabajo entender el funcionamiento de las mentes de estas personas que portan con orgullo la camiseta blanco rosita y que aspiran a un México de gente educada y con buen gusto que siguen apoyando a esta candidata tan contraría a sus preferencias y bases sociales, morales y educacionales. La única respuesta que encuentro lógica y con perdón es que están claros que detrás de toda esta representación de vulgaridad y falta de sensatez, estructura, disciplina y modales está la verdadera mano que mece la cuna, a quien muy poco le importan que sigan los apoyos sociales ni tienen la mínima intención de emparejar un poco el piso con oportunidades y ayudas para que todos podamos aspirar a una vida digna, a quienes les queda muy claro que para que haya ricos tiene que haber pobres y que el pobre es pobre porque quiere, que están acostumbrados a las cosas regaladas (Solo ellos) y que hay que desterrar ese mal hábito de pretender obtener beneficios y derechos de los que no son merecedores por no querer trabajar y querer obtener todo con el menor esfuerzo (repito, solo ellos).
De otra forma, perdón pero no entiendo nada.
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