México tiene un peso que más allá de la fortaleza que muchos estiman, requeriría de consideración en sus condiciones y consecuencias. Puede aparentar oportunidad y cierta atracción de inversión, pero las apariencias se opacaron en la segunda parte del 2022. El near-shoring ha provocado un efecto alentador pero lejos de lo esperado. El consumo interno ha disminuido desde diciembre pasado y la tasa de inflación subyacente todavía se encuentra por encima del índice general de precios. Se calcula una tasa inflacionaria en los perecederos del 12 % en promedio; esto resta posibilidades de recuperación de mercados de consumo. La canasta básica sigue afectada y la tasa del Banco de México en su última referencia no ha podido nivelar el poder adquisitivo de los consumidores. Las remesas compran, con los mismos dólares, un escaso 4 % más y no es factor concluyente de consumo interno.
Al parecer, los agregados en la gran economía no han podido resarcir la pérdida del crecimiento acumulado del producto y en la región, México muestra un rezago post-pandemia. Es realmente contrastante porque la inversión extranjera directa se beneficiaría por las importaciones más baratas y no sucede así. Lo mismo sería con el beneficio de mayores exportaciones por el simple cambio de divisas. Si esto se juzga temporal, el juego de las tasas de interés se convierte en especulativo si a la vez se contemplan inversiones de plazo y reposiciones de planta y equipo. Hay cautela, sin duda. Un costo del capital del 11 % deja en terreno incierto inversiones de capital si las tasas bajan.
Si el panorama de inversión no es atractivo de momento para México, la cautela también causa efecto en el Instituto de Moneda y esto quiere decir que una política monetaria expansiva no se contempla, pero el efecto restrictivo cancela posibilidades de crecimiento de la economía. Un menor consumo hace su parte; la manufactura sufre el rezago correspondiente como todo bien duradero. La guía gubernamental se encuentra anulada y pasmada por decir lo menos; un plan antiinflacionario que jamás será puesto en marcha, con economías perdedoras al sur del continente, no es garantía para la atracción del capital.
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Ahora veamos la situación al norte y esta vez no con el afán de destacar las diferencias históricas entre un norte industrioso y prolijo en oportunidades. Esta vez es el norte de nuestro socio ganador y estímulo de la economía en todos los órdenes del mundo, la Unión Americana. Si examinamos lo expuesto en cuanto al juego de las tasas de interés y la cautela descrita, el mejor ejemplo afloró en la quiebra de Silicon Valley Bank – SVB – una institución financiera especializada en alta tecnología y su correspondiente acceso en financiamiento. En inglés se llama Venture Capital que equivale a capital de inversión pero con una gran diferencia con Lehman Bros que personificó la quiebra inmobiliaria del 2008. Silicon capturaba capital inversor en tanto Lehman era un Investment Bank o banco de inversión. La primera fórmula reunía inversionistas, la gran mayoría institucionales, que pretendían un retorno superior al mercado de capitales. La segunda era participativa del riesgo con el inversionista emprendedor.
Y aquí viene la verdadera diferencia con Lehman; Lehman sectorizó su participación en una cadena de pérdida de valor sin freno en hipotecas cimentadas en emisiones de papel que eventualmente quedó sin respaldo real. El desastre no podría detenerse por simple pérdida de reclamo de activos. Los activos se borraron del espectro económico. En Silicon las cosas son muy diferentes. Los años de estabilidad de tasas bajas provocaron precisamente eso, estabilidad. En la medida en que las tasas escalaron y habrá que recordar que todo sucedió en plazos relativamente cortos, la exposición de riesgo aumentó. Al cierre del 2022 todavía no existía ninguna alarma. En realidad, Silicon provocó la alarma al anunciar hace escasos siete días una necesidad de ampliar su capacidad de financiamiento en dos billones de dólares.
Ese Venture Capital ya referido, creció de manera exponencial durante la pandemia. En realidad correspondía a un efecto natural de inactividad empresarial. ¿Qué mejor inversión que un banco de alta tecnología para ventilar una pandemia? Se estima que Silicon creció en cartera un 100 % en 2021. Las tasas no se concebían en los niveles actuales y las inversiones de Silicon en bonos de largo plazo aumentaron significativamente. Un dólar hoy y un dólar dentro de veinte años es el mismo dólar, dicen los analistas, siempre y cuando las tasas sean bajas y las mismas – historia moderna norteamericana – pero con tasas altas, el inversionista requiere flujo de su propio efectivo. Entonces el dólar de hoy lo quiere hoy. Silicon desde luego intentaría retirar dos billones de su propia cartera para compensar los posibles retiros de su tesorería, pero la alarma ya estaba activada.
En menos de cincuenta horas vino un “liquidity run” un retiro masivo de depósitos que aunaban 52 billones de pérdida un día anterior, de los cuatro grandes bancos de los Estados Unidos. Moody’s ya sancionaba, el FDIC, la institución que respalda depósitos ya cerraba toda actividad de Silicon. Las caídas de dos dígitos asomaron su rostro implacable en Signature Bank, First Republic y Silvergate Capital. Silicon ya estaba en el ojo del huracán tiempo atrás; una gran parte de sus depósitos, los de los grandes bancos no tenían seguro y sumaban 152 billones.
Entonces vemos que el juego de las tasas no es juego sencillo. Plazos y tasas no se confunden en espectros ganadores en tanto la liquidez sea inmediata. La cautela en nuestro medio se entiende; habrá un costo porque la expansión no se da de momento, no se da por razones económicas y no se da por mensaje de gobierno. Se conjuga el peor escenario para México: un gobierno populista que no entiende el fundamento del capital y una crisis de la que se ignora el desenlace en la Unión Americana. El discurso del Presidente Biden ayuda pero no nutre ni satisface el nervio central de la confianza que reúne dos vertientes: la de la recomposición de los activos y la confianza misma, no en su administración, en la de los mercados. Esa siempre tarda porque la inversión se traslada al bolsillo norteamericano que ha superado dos grandes crisis en su historia y en esa historia cifra sus expectativas de depósito y ese depósito no es de su peculio, es de su confianza.
Yo diría que esta transición en turno de gobierno en México no la tiene fácil: si insiste en sus planes de recomposición ideológica, no beneficia a nadie, si decide acoplar planes de recomposición económica con su verdadero socio, tiene futuro. Si continúa en su pasmo, la brecha económica nos hunde. Es tiempo de especialistas y de momento no serán convocados ante esta tozudez que gobierna.
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