Los Pasos Silenciosos del Capitalismo

El socialismo es estridente. Sus manifestaciones han sido y serán ostentosas en sus formas y en sus modos. El Socialismo documentado tuvo que ser llevado a las calles, a las plazas, a las multitudes para obtener respaldo;...

23 de agosto, 2021 Capitalismo segun manuel torres rivera

El socialismo es estridente. Sus manifestaciones han sido y serán ostentosas en sus formas y en sus modos. El Socialismo documentado tuvo que ser llevado a las calles, a las plazas, a las multitudes para obtener respaldo; también, tuvo que ser pronunciado, enunciado y escudado en frases, en alusiones verbales y corpóreas, en representaciones teatrales y gesticulaciones histriónicas para invocar el momento por encima de la trascendencia.

El socialismo siempre ha vivido de momentos más que de movimientos; cosecha la fase de interrupción de la marcha de una economía, sea por causas naturales o provocadas para destacar un camino contrario al que las naciones adoptan para ver por sistemas colectivos y metas nacionales. El Socialismo siempre revierte objetivos trascendentales por circunstancias efímeras; entendiendo por éstas las que contemplan un plano victimado y vilipendiado, el supuestamente excluyente en la mira de los alcances regionales. 

El Socialismo siempre reduce; el Socialismo siempre concentra y si en algún momento prospera, apuesta a los círculos concéntricos en ese radio que inunda prerrogativas de reclamo sin sustancia. El Socialismo propala ideas sueltas para jamás conformar doctrina, para jamás formar compromiso. La reunión de preceptos aislados nunca toma forma y en la estridencia altera fórmulas de convivencia. El Socialismo es caos verbal, es incitación a lo establecido por sistema, es la alteración última del orden social.

La experiencia del último siglo ha dejado atrás las prerrogativas de invocación social para incorporarlas en la agenda del orden mundial y así velar por las seguridades de un contrato social en la salud, en la alimentación, en la educación y en la vivienda. Todo esto sin Socialismo. La Guerra Fría dejó una estela amarga en los nutrientes más elementales de la convivencia, de la participación activa y del comercio. La experiencia derribó muros físicos y psicológicos por igual. Derribó atavismos y vicios que desechaban la libre interpretación de la expresión cultural y material.

La presencia de la individualidad no se hizo esperar; el hombre experimentó su capacidad creadora como nunca antes; las multitudes carecían de expresión, sustentaban preceptos aislados pero no permitían la construcción del sueño emprendedor; surgía el sustento del capital como respaldo a la expresión del anhelo de sobresalir. No existió jamás la necesidad de concentrar la fuerza del capital para incorporarla a las necesidades más elementales de producción. El ingrediente ya estaba en los ambientes de las naciones: la libertad.

La libertad enarboló lo que las doctrinas totalitarias pregonaban y la prédica no necesitó de masas ni de plazas. Simplemente tomó forma en la adopción de interpretación de necesidades no cubiertas para cubrirlas. Tomó forma en la interpretación de gustos y preferencias para atenderlas. Nacía la demanda para incorporar una estructura justa de precios en la oferta. Nacía la competencia para premiar la excelencia, para premiar la perfección y la calidad. Nacían las especializaciones y las ventajas comparativas.

De esta manera nacieron las economías de mercado, nacieron sin rendir ningún tributo a nada ni a nadie. La consecuencia de capitalización de algún modo acomodó el capital al fenómeno de libertad. Tal vez la consecución del proceso liberal tuvo influencia en las denominaciones que en la historia moderna han trascendido como liberalismo y como capitalismo y si de algún modo tuvieron una fusión, el término no es ninguna captura de terminología o de simbología. Si la Escuela de Chicago y el Varsity Club del este norteamericano alguna vez mencionaron el término neo liberal, simplemente hacían referencia a la dimensión y tamaño del Estado.

La década de los años noventa experimentaba un cambio radical en el alejamiento del Estado de la función productiva; el Estado dejaba de pretender ser rector de una economía. El Estado siempre fue un mal empresario, a eso se resumía el modelo. Es importante destacar que no es el paso al capital el decisivo en esta concepción académica, es la función productiva. A pesar de los intentos que hacen economías totalitarias en denostar esta mira, el  capital no convierte a la función de producción en capitalista. La esencia es la composición de los tres factores esenciales: la materia prima, la mano de obra y los costos de producción. 

Si damos crédito a la noción que engloba los factores de producción y le llamamos Capitalismo, aún así, las prerrogativas persisten en la trayectoria que lleva muchas décadas en la conversión de factores de producción a satisfactores. Si esa meta no fuera considerada como correcta, las naciones no tendrían hoy el grado de avance en investigación y desarrollo y en tecnología. Tampoco tendríamos a la gran mayoría de las naciones amparando esta concepción que ha permitido intercambio y paz social.

Las naciones que pueden considerarse absolutistas o totalitarias han sumido en una coexistencia precaria a su ciudadanía; han usurpado el pensamiento individual por uno colectivo y han decidido destino de ingreso y consumo bajo una óptica que invalida la pretensión individual, mermando la actividad emprendedora y creadora. Habrá que añadir la premisa inicial de este texto, la estridencia. Ahí radica la principal diferencia con los modelos abiertos; la libertad se respira, simplemente se absorbe como un bien que no precisa de enunciados. Si a eso le llamamos Capitalismo, entonces podríamos decir que es o labor de todos o participación sin intervención que no requiere prédica o divulgación.

A diferencia del Socialismo, que precisa de recordatorios, de pronunciamientos sonoros y de presencia intempestiva, el ahora adoptado Capitalismo, por razones ya explicadas, requiere de reglas de participación y de leyes. Si las diferencias son abismales y lo son, el Capitalismo hace una tarea en silencio y tal vez ese silencio sea comprendido en la esfera del respeto y el orden que guardan las naciones progresistas por sus leyes. 

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