De verdad, la productividad entraña una evaluación:
(1) de la calidad de los factores productivos;
(2) otra de la eficiencia adaptativa en las combinaciones productivas;
(3) y otra más en la capacidad de la dotación institucional.
Es decir: que la productividad se genera:
- En el emprendimiento innovador y, al mismo tiempo, en la voluntad de aprender de los trabajadores;
- En el capital productivo adaptativamente eficiente y, por el contrario, se acaba con la captura de rentas adaptativamente ineficiente.
- En la estructura artefactual capaz de aprovechar las oportunidades históricas o, al revés, evidencia que es incapaz de hacer tal cosa.
Cuestionando la generación de productividad Solow acuñó la PARADOJA DE LA PRODUCTIVIDAD O PARADOJA DE SOLOW imaginada por el mismo en el campo de la economía de la información anterior a la numérica, a la robotización, y a la inteligencia artificial. Sentenció que la informática se veía por todos lados, pero no en la productividad factorial. Mal que le pese a la main current economic neoclásica, no hubo ninguna paradoja porque la productividad factorial decreciente desde los años 1990 se debió al ascenso paralelo de la captura de rentas en todo el mundo; particularmente de las rentas de monopolio.
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En “El nuevo siglo político” de 2016, Alain Touraine reiteró lo que Ricardo nos enseñó desde fines del siglo XVII, aclarando que la renta no es una remuneración del capital, sino una apropiación de los resultados de la producción. A finales del siglo XIX, Henry George puso en claro que cualquiera sea el nivel de la producción, tanto los salarios como los intereses son fagocitados por la captura de rentas. Fruto de su metodología sesgada, los neoclásicos dicen que existe un excedente del productor, pero en realidad nunca existió tal cosa, sino el embolse de beneficios por parte de los cazadores de rentas facturado a nombre del capital productivo. En 1974, Anne Krueger disertó sobre el hecho de que las economías emergentes y sumergidas anteponían la captura de rentas al desarrollo de las ganancias de productividad susceptibles de hacer crecer al capital productivo y a la productividad factorial.
En 1975, James Buchanan “The Limits of Liberty: Between Anarchy and Leviathan”, y la legión de economistas de la Escuela de la Elección Pública; escribieron que el capitalismo occidental devenía cada vez más rentista, al mismo tiempo que cada vez menos productivo. Todas estas referencias no tienen un propósito libresco, sino recordar que el análisis económico del rentismo fue iniciado en el siglo XVII y que los neoclásicos como Solow tuercen al análisis económico para no reconocer el rol de la captura de rentas en el freno o estancamiento de la productividad: por esto es que inventan paradojas donde no las hay.
Con nearshoring o sin nearshoring, el porvenir de las cadenas de valor en el mundo entero estará signado por los peces grandes financieros y no financieros nadando en el mar de los beneficios bursátiles o de la organización productiva. Despunta rápidamente la innovación en energías limpias o en el stockaje posible de la electricidad o en el aprovisionamiento de litium; todo lo cual conduce a cambios en la geoeconomía mediante la concentración organizacional, la especialización micro y las estrategias multinacionales. La reconfiguración de las cadenas de valor mundiales que impulsan o frenan a la productividad no dependen de ninguna Mano Invisible, sino de las Manos Visibles de los administradores de los peces grandes situados en la vanguardia tecnológica a la salida del túnel artefactual del coronavirus.
En los EE.UU., la prolongación del cueste lo que cueste y la quantitative easing condujeron a la concentración empresarial y a la aparición de empresas dominantes en casi todos los sectores de actividades económicas. Habitualmente, se dice que un sector está monopolizado u oligopolizado cuando 4 peces grandes dominan el mismo. Aunque siga siendo una economía de producción competitiva, EE.UU es cada vez más rentista, porque cada vez más mono u oligopilazado.
El ícono de la economía de mercado (EE.UU.) asigna pésimamente los recursos porque (1) no compensa la reducción de los salarios reales, (2) igualmente, no trata de igualar las oportunidades, y (3) deja caer el peso relativo de las ganancias de oportunidad al mismo tiempo que promueve la captura de rentas mediante las empresas dominantes u otros medios (financiarización, etc.). Aún más, la Inflation Reduction Act puede devenir un poderoso instrumento proteccionista que, ni siquiera, desfogue en el nearshoring ni relance la productividad factorial interna, porque las empresas beneficiarias de este estímulo no dinamizarán la innovación creativa, sino que se contentarán con rentabilizar al aumento en el nivel de actividades. Queda a cargo de los neoclásicos aplicar con fórceps la Paradoja de Solow a estos nacientes escenarios.
El intenso fraccionamiento de las cadenas de valor que realizaron las grandes empresas antes de la crisis financiera de 2007/2008 y de la crisis sanitaria y de la crisis geopolítica provocada por la invasión rusa a Ucrania; vivió su hora más gloriosa. Ahora, vivirá su hora nacionalista retro repatriando y re centralizando a las cadenas de valor con efectos nulos o escasos en la productividad del proceso de trabajo. Esta reasignación de recursos representará otra mala asignación de recursos, porque la inversión de la vuelta a casa entrañará cada vez menos –porque nunca existió realmente la imaginería neoclásica de que la inversión suplía a la movilidad de otros factores productivos- una eficiente y alternativa movilidad factorial.
En 2023, ni los asalariados ni los empresarios estarán dispuestos psicológicamente a pensar en la productividad porque colocaremos el problema en el fondo del sótano entre otros trastos viejos que nunca utilizamos. Así nos comportaremos porque las emociones y los sentimientos estarán dominados por la incertidumbre de la recesión estanflacionaria que se avecina. Aunque la recesión estanflacionaria será más dura cuanto más las empresas se apeguen a estrategias defensivas, el cueste lo que cueste y la incertidumbre 2023 prolongarán el estado de ánimo expectante, el cual ni piensa en la productividad. Todo conduce a la siniestra profecía autocumplida de que lo más conveniente es especular, pero no desarrollar las ganancias de productividad.
Si no hay ganancias de productividad, no hay crecimiento del PIB: la expectativa final para 2023 e inicio de 2024 es bastante sombría.
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