La referencia al juego económico no es más que la interpretación que se da a las situaciones participativas de los agentes productivos en el marco de las grandes economías y en los movimientos de los mercados de capitales. La acepción original deriva de “players” para denotar a todos los participantes en transacciones que por lo general son de conocimiento público. Desde los años en los que nacía la Teoría de los Mercados Eficientes, era costumbre referenciar fusiones, adquisiciones y otras combinaciones empresariales bajo esquemas que los analistas pudieran identificar; de ese modo podría hablarse de un “tender offer” previo a la adquisición de bloques controladores de capital accionario o intercambio de acciones y múltiples combinaciones que surgieron para demostrar la agilidad y versatilidad de los mercados de capitales.
Finalmente, la referencia a toda esta dinámica se le interpretó como un juego, una arena hasta cierto punto especulativa, nunca exenta de riesgo, pero con un fin claro en la cobertura o extensión de mercado. Podrá notarse la aseveración de extensión de mercado y no dominio. Las economías abiertas no dominan, compiten y en esa competencia se logra especialización y de esta, excelencia. En esta época, la presencia de multinacionales es una constante y en esa constante adquiere relevancia el valor agregado, siendo representativa la mano de obra. En las transferencias de tecnología resulta curioso observar la intensidad de mano de obra y la intensidad de capital una vez la producción sea terminada, aclarando que puede ser únicamente de partes y no de producto terminado en su totalidad. Esto se explica por la nación que aporta tecnología a un país anfitrión, que contribuye en uno o varios agregados de valor.
Lo anterior también explica la retención de tecnología y la disparidad en el intercambio comercial: los países industrializados exportan mayor cantidad de bienes con intensidad de mano de obra. Asimismo, los emergentes exportan mayor cantidad de bienes intensivos en capital. No es paradójico, es una simple reunión de valores en el agregado final que cuenta en la balanza comercial de cada nación. Las balanzas comerciales por tanto, reflejan cifras que no corresponden a la suma del producto interno necesariamente, son una parte dinámica que debe ser analizada por separado. México naturalmente tiene una balanza comercial con los Estados Unidos muy intensa en todos los órdenes. Aún así, es posible analizar la correspondencia por rubros o grandes capítulos, que pueden incluir perecederos, cárnicos, manufactura y una gran lista que define los déficits o superávits en forma anual.
Con la estrategia del near-shoring la proximidad del principal socio comercial del país representa una oportunidad única en ese juego descrito de inicio, considerando que el número de jugadores se multiplica en forma sustancial. Pero en esa ruta, México enfrenta un gran obstáculo y es su forma de gobierno actual. El espacio anterior señalaba una adhesión forzada a un Tratado Comercial con las potencias del norte. Las circunstancias han dejado a la transición actual indefensa ante la evidente conveniencia de adhesión. La indefensión es clara dada la postura del presidente mexicano que día tras día siembra un mensaje contrario a las economías abiertas en las que no cree. La adhesión verdadera del presidente es con las economías perdedoras al sur de nuestras fronteras. Esta contradicción de seguimiento de un Tratado signado y vigente y las consecuencias de violarlo, no consigue una práctica consensuada y mucho menos ágil en la preservación de sus reglas.
El régimen actual no cree en la moderación como tampoco cree en la cesión de terreno de negociación del supuesto proyecto que enarbola. El populismo cree en un todo, desde el control hasta la toma central de decisiones. El populismo rechaza los planes de conformación de una economía. Rechaza los pasos de creación de capital nuevo o riqueza. El populismo no concede margen a la creatividad. Para entenderlo en pocas palabras, el presidente no cree en una sucesión que interrumpa los afanes totalitarios de la hacienda pública, porque no la estima participativa.
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Lo anterior plantea un dilema que supera la fase interpretativa. La admisión de capital se convierte en una situación de cesión y no se le considera en su verdadera esencia: riesgo, permanencia y creación de riqueza. Lidiar con circunstancias ideológicas contrarias a la expansión natural del capital, con un Tratado con las dos potencias del norte, con una frontera de tres mil kilómetros, activa, amplia y conformada en la convivencia y con garantías plenas en el intercambio, reunirían una fase de cooperación y entendimiento con auténtica tersura. No existe y su existencia está sujeta a la diplomacia y no a la estricta vigilancia de reglas signadas que no merecerían revisión, como no ha sido necesario desde 1994.
La tensión que provoca esta administración en turno, con un discurso intemperante y ofensivo, ha desviado la acumulación de una riqueza de nación en la creación de reservas y contingencias y la ha dispendiado sin horizonte de recuperación. Ha sucedido que la intervención del sector productivo carga con errores garrafales de esta transición y con la conducción de las formas, se ha solucionado buena parte del fondo: la producción. Es en ese equilibrio de fuerzas en donde hemos transitado cuatro años. La Casa Blanca ha hecho su parte y buena conducción de las formas. Pero esto no significa el clamor y superación del capital y la inversión como admisibles en un gobierno hostil al sector empresarial. Las formas también alertan y las señales al exterior no son del todo sutiles.
La cancelación de proyectos, la cancelación de negocios en marcha y otras manifestaciones han provocado serias consecuencias en el Costo de Oportunidad. El mensaje de adhesión con las economías perdedoras del sur, reta la consecución natural de una economía abierta como es la de México. Si la intención es retar al capital, a las fórmulas establecidas con las que México ha desarrollado una tarea singular desde décadas atrás, a esta transición no le auguro un buen final. Cuando las fuerzas del capital se imponen y cuando la razón que conlleva la marcha de las naciones inmersas en la apertura sea decisiva, la intemperancia y obstinación de un solo individuo no cabe en los grandes propósitos que tiene una nación con una geografía estratégica y un acervo y cultura de aspiración y mejora. El juego económico mexicano pervive.
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