El exitoso proceso de reestructura financiera de Aeroméxico

Aeroméxico vuela actualmente 84 rutas nacionales e internacionales, y conecta ciudades importantes de México con Europa.

23 de marzo, 2022

El pasado 17 de marzo de 2022, Aeroméxico informó que ha concluido exitosamente su proceso de reestructura financiera y ha salido de su procedimiento bajo el Capítulo 11 de la Ley de Bancarrota en Estados Unidos.

El pasado 30 de junio de 2020, Aeroméxico, se acogió a un proceso voluntario de reestructura financiera bajo el Capítulo 11 de la legislación de los Estados Unidos de América, el cual se llevó a cabo en forma ordenada mientras continúo operando como negocio en marcha, como consecuencia de la pandemia del COVID-19.  El Capítulo 11 permite a las empresas con problemas financieros reorganizarse bajo la protección de la ley. 

Grupo Aeroméxico, S.A.B. de C.V., es una sociedad anónima bursátil de capital variable constituida originalmente como Grupo Aeroméxico, S.A. de C.V. Es una sociedad controladora, cuyas subsidiarias se dedican a la aviación comercial en México. Su red de destinos tiene alcance en México, Estados Unidos, Canadá, Centroamérica, Sudamérica, Asia y Europa.

El pasado 28 de enero del 2022, Grupo Aeroméxico, informó a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) que el procedimiento voluntario de reestructura financiera bajo el Capítulo 11 había concluido exitosamente, y la Corte del Distrito Sur de Nueva York había confirmado y aprobado el plan. 

De conformidad con lo previsto en el Plan de Reestructura, el valor de capital de la Compañía reestructurada (“Plan Equity Value”) es aproximadamente de US$2,564’000,000.00 de dólares, y las nuevas acciones listadas en circulación ascienden a 136,423,959 (excluyendo las acciones de tesorería pendientes de suscribirse por un monto de 13,642,396). El monto total autorizado de acciones emitidas por la compañía es de 150,066,355 acciones. 

El valor teórico de las nuevas acciones es de aproximadamente $389.0187 pesos por acción. Lo anterior resulta al considerar que el valor del Plan de la Compañía es de US$2,564’000,000.00 de dólares dividido por las nuevas acciones suscritas 136, 423,959 da  US$18.79 dólares por acción convertidos al tipo de cambio oficial de $20.7035 pesos por dólar de los Estados Unidos de América. Este tipo de cambio es el publicado el día de 17 de marzo del 2022  por el Banco de México en el Diario Oficial de la Federación.

Entre los mayores accionistas de la Compañía reestructurada se incluyen fondos administrados por Apollo Global Management, Delta Air Lines, así como inversionistas mexicanos que forman el grupo de control de voto. También son accionistas The Baupost Group, Silver Point Capital, Oaktree Capital Management y otros fondos que formaban parte del grupo ad-hoc de acreedores, después de haber invertido aproximadamente US$720 millones de dólares de nuevo capital.  

Para finalizar, hay que señalar que a lo largo del proceso de reestructura, Aeroméxico ha trabajado para expandir sus operaciones de manera sostenible, abriendo seis nuevas rutas, reiniciando el servicio en más de 30 y aumentando su oferta total de asientos en más de un 320% en comparación con las cifras a junio del 2020. 

Aeroméxico vuela actualmente 84 rutas nacionales e internacionales, conectando ciudades importantes de México, como Guadalajara y Monterrey, con el mercado europeo a través de Madrid. Además, planea próximamente el reinicio de los servicios a Londres. 

 

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fundamental de toda empresa es recuperar la inversión inicial y obtener una utilidad, es decir, ser un negocio rentable, situación a la que se ha puesto más atención a partir del surgimiento de la era de la economía del conocimiento, la economía del Siglo XXI.  Estamos hablando de una economía del mundo desarrollado que depende más del capital intelectual y de los activos intangibles –los más valiosos que puede tener una empresa del Siglo XXI– como las patentes, los derechos de autor o el software y los procesos patentados, y menos del proceso de producción; centrada en la importancia del capital humano ante la rápida expansión del conocimiento y la creciente dependencia de la informatización, el análisis de los grandes datos y la automatización. Una economía que ha colocado a las industrias de TIC en la vanguardia del crecimiento económico general y que busca, más que nada, habilidades que incluyen el análisis de datos, la creación y el trabajo con modelos financieros, y la capacidad de innovar; esto es, requiere la presencia de un mayor porcentaje de empleados altamente calificados cuyos trabajos requieren conocimientos o habilidades especiales pues demanda pensar y analizar datos, y se nutre de la innovación, la investigación y los rápidos avances tecnológicos. Según algunos teóricos, el concepto de economía del conocimiento puede verse de tres formas distintas: la economía del aprendizaje, la economía creativa y la economía del conocimiento abierto.  Una economía del aprendizaje, que es la que mejor describe el tipo de economía del conocimiento, es aquella en la que la educación y las competencias se valoran como activos significativos, y en la que las credenciales educativas se comparten abiertamente entre los alumnos y las instituciones contratantes como forma de demostrar la posesión de estos activos. Una "economía creativa" en la que los valores de la creatividad y el ingenio se aprecian como un valor económico real. Se refiere en general a todo un sistema económico en el que se da prioridad a los instintos creativos, en lugar de referirse simplemente a la participación en actividades tradicionalmente consideradas creativas. Algunos economistas modernos consideran que esta es la característica central de las economías de libre mercado del siglo XXI.  Una economía de "conocimiento abierto" que prioriza la transparencia, el acceso y la inclusión, hasta el punto de que la educación y las oportunidades estén al alcance del mayor número posible de participantes. Según Michael Peters, de la Escuela de Economía de Yale, una economía del conocimiento abierta "proporciona un modelo de forma radicalmente no pertinaz que incorpora tanto economías de ‘educación abierta’ como de ciencia abierta". En términos más sencillos, una economía del conocimiento abierta es aquella que avanza en la democratización del conocimiento, la educación y la información.  Para Peters, "estas tres formas y discursos representan tres concepciones recientes relacionadas, pero diferentes, de la economía del conocimiento, cada una con un significado e implicaciones claras para la educación y la política educativa". EL ROKI El componente clave de una economía del conocimiento es su gran dependencia de las capacidades intelectuales más que de los insumos físicos o los recursos naturales. Cada vez se hace más hincapié en la recopilación y el análisis de datos, y en el desarrollo de algoritmos e inteligencia artificial (IA) y por eso es que la abrumadora mayoría de los trabajadores en esta economía son extremadamente informáticos, están capacitados para crear modelos empresariales y financieros, y, todo ello son activos productivos para que una empresa los emplee, o los comercialice y venda. Es una economía que, desde la llegada y proliferación de la Internet inalámbrica de alta velocidad en las últimas dos décadas, ha alterado literalmente todas las dimensiones de la vida económica: desde la forma en que los consumidores interactúan con las marcas hasta la forma en que las empresas colaboran entre sí; desde la manera en que los individuos se ganan la vida hasta el cómo intercambiamos moneda. Su dependencia de la IT incrementa las inversiones y los gastos, de forma que el gasto en tecnologías de la información -medido como porcentaje de los ingresos de las empresas- ha aumentado más del 50% desde principios de siglo, lo que refleja la importancia central de las TI para la rentabilidad de las empresas. Es por eso que, independientemente de que los emprendedores sean conscientes del tiempo que llevará la recuperación de la inversión inicial y, consecuentemente, del tiempo en el que no se percibirán ganancias reales, determinar la situación de rentabilidad implica conocer puntualmente el estado de las finanzas para poder conocer los costos operativos, la tasa de conversión de clientes y el pago de impuestos, entre otros.  Saber cuáles han sido las utilidades obtenidas en un determinado momento y si, en efecto, el negocio ha crecido, requiere de un indicador que permita evaluar la rentabilidad de una inversión en base al capital destinado y al beneficio obtenido; a ese indicador se le denomina Retorno de Inversión (ROI por sus siglas en inglés).  El retorno de inversión generalmente se calcula como una tasa que representa porcentualmente el crecimiento de una empresa y permite comprender su evolución financiera, en su totalidad o en partes específicas de su operación. Realizado de manera correcta, puede auxiliar en temas como: rentabilidad, ventas, estrategias de costos, planeación financiera futura o posibilidad de nuevos proyectos, entre otros. Pero, a partir del surgimiento de la Economía del Conocimiento, en años recientes ha cobrado interés el poder determinar el retorno de inversión de la gestión del conocimiento o “ROKI” (Return on Knowledge Investment). Muchas empresas llevan más de una década intentando sin éxito calcular el ROKI. Los primeros esfuerzos por calcular el valor total del conocimiento de una organización no sólo eran poco convincentes, sino que no incluían el punto fundamental: determinar cuánto de ese conocimiento se utilizaba realmente para beneficiar a la organización y si todos, o la mayor parte de ellos, dejaban alguna rentabilidad; por ejemplo: no saber si el tiempo y esfuerzo dedicados a recuperación y sistematización de datos contribuía al rendimiento y compensaba los costos de su ejecución.  

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  GESTIÓN DE CONOCIMIENTO Para logar un cálculo más o menos real del ROKI, es importante tener claridad sobre los conceptos que van a ser evaluados incluyendo: gestión, conocimiento, información y datos. Las distintas definiciones de gestión del conocimiento hablan tanto de información como de datos, pero no son sinónimos, no significan lo mismo. Si estamos hablando de la gestión del conocimiento para determinar su retorno de inversión, debemos tener claro a qué nos referimos. Si hablamos de gestión debemos entender que se trata de asumir y llevar a cabo las responsabilidades sobre un proceso, lo que implica disponer de los recursos y estructuras necesarias, y coordinar actividades e interacciones. Según el mundialmente aceptado marco de referencia Objetivos de Control para las Tecnologías de la Información y Relacionadas (COBIT 5 por sus siglas en inglés) -el cual proporciona una visión empresarial de la gestión de la tecnología y la información como protagonistas en la creación de valor para las empresas- la gestión planifica, construye, ejecuta y controla actividades alineadas con la dirección establecida por el cuerpo de gobierno para alcanzar las metas empresariales. En cuanto a información, ésta engloba una serie de datos que se encuentran estructurados de acuerdo con su relevancia y propósito. Se trata de un mensaje que se transmite a una persona o a un grupo de personas que forman parte de una organización, con el fin de alcanzar los objetivos propuestos. Y el conocimiento es un conjunto de saberes que muchas veces resulta difícil de comunicar dado que reside en el complejo sistema de procesos que da como resultado la materialización de los bienes o servicios. El conocimiento tiene dos soportes básicos: El capital humano que interviene en los procesos de producción o de soporte organizacional (formación, capacidades, cualidades personales, entre otras); y la información manejada en dichos procesos, que capacita a estas personas a incrementar su formación o habilidades para el desarrollo de sus tareas. El valor del conocimiento radica en su cualidad de ser algo difícil de imitar, lo que lo hace un elemento raro y una potencial fuente de ventaja competitiva. Su gestión se enfoca a la manera en que se captura el conocer (construcción del conocimiento tácito), y a cómo se pone a disposición de otros y se reutiliza para formar un capital intelectual (banco de conocimiento explícito). Gestionar el conocimiento implica verlo como uno de los recursos clave de cualquier organización, que se gesta y manifiesta de forma tácita mediante habilidades, experiencias e intuiciones. De acuerdo con Bulmaro Adrián Fuentes Morales, en su tesis doctoral, las propiedades principales del conocimiento tácito son: intangibilidad (aunque su aplicación produce efectos observables y medibles); no se desgasta por el uso; no daña a nada ni a nadie; se adapta a diferentes aplicaciones (lo que le confiere valor de uso, dependiendo de las capacidades de quien lo ponga en práctica); no se daña ni se deteriora; y se puede incrementar. El conocimiento explícito se puede llevar desde donde se generó o almacenó hasta el lugar dónde se va a ocupar o almacenar nuevamente. Para ello debe hacerse explícito por medio de información a través de un canal de comunicación que es el elemento físico que lo transmite de un punto a otro. Lo anterior implica que se puede incorporar a dispositivos y/o procesos para después con técnicas de ingeniería inversa se pueda recuperar. Por otro lado, el conocimiento se encuentra en continua evolución. Evoluciona al interrelacionarse con las personas que lo utilizan y el medio donde se desenvuelve la organización, por lo que continuamente se va complementando y mejorando. Gestionar el conocimiento es transferir el conocimiento desde el lugar donde se genera hasta el lugar en donde se va a emplear, para lo cual es necesario desarrollar las competencias necesarias al interior de las organizaciones tanto para compartirlo como para utilizarlo, así como para valorarlo y asimilarlo si se encuentra en el exterior de la organización generadora. En el ámbito organizacional la gestión del conocimiento se enfoca en que cada quien en la organización sepa lo que el otro conoce, a fin de mejorar los rendimientos de las organizaciones. Es un concepto que no tiene una definición única, ya que ha sido explicado por diferentes autores de diversas formas de acuerdo con cada perspectiva de análisis. Algunos de ellos son los siguientes:
  • “Es el proceso sistémico de buscar, organizar, filtrar y presentar la información con el objetivo de mejorar la comprensión de las personas en un área específica de interés”. (Davenport, T.H., & Prusak, L. Working knowledge: how organisations manage what they know. Harvard Business School Press. 1998)
  • “Es el proceso organizacional que busca la combinación sinérgica del tratamiento de los datos y la información mediante las capacidades de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) y las capacidades de creatividad e innovación de las personas”. (Gold, A.H., et al. Knowledge management, an organizational capabilities pespective. Journal of Management Information Systems, 2001)
  • “Es una estrategia administrativa que captura, maneja y usa la información para implementar proyectos de una manera efectiva y eficiente”. (Batten, Lance. Knowledge Management 100 Success Secrets. Lulu.com, 2008)
  • “Es la nueva disciplina para habilitar personas, equipos y organizaciones completas en la creación, compartición y aplicación del conocimiento, colectiva y sistemáticamente, para mejorar la consecución de los objetivos de negocio”. (Wallace, William. La Gestión del Conocimiento, 1999)
Más que definir, cada conceptualización señala características de la gestión del conocimiento, por tanto, podría decirse que se trata de un sistema facilitador que transfiere experiencias individuales y colectivas que forman parte del conocimiento del recurso humano que trabaja en una organización.  Su propósito es conseguir que ese conocimiento se convierta en un valor agregado para la empresa y le permita obtener una ventaja sostenible sobre las demás dentro de su sector. Dado que el conocimiento no puede ser considerado como algo exclusivo de cada empleado, se comparte para convertirse en un patrimonio importante para la empresa en función al incremento en la eficiencia y la productividad. Es decir, la gestión del conocimiento permite que las empresas puedan añadir valores agregados a los productos y servicios que venden al mercado. Este valor agregado hace que se diferencien sustancialmente de la competencia. CÓMO HA EVOLUCIONADO EL ROKI En realidad, el problema de calcular el retorno de inversión del conocimiento no ha sido del todo resuelto.  Lo que es un hecho es que profesionales en la gestión del conocimiento en más de una docena de organizaciones (desde empresas de alta tecnología, farmacéuticas y petroleras hasta consultorías, agencias gubernamentales y ONG) sugieren que se han adquirido más conocimientos al respecto. Al menos ahora ya se comprende cuándo es necesario buscar un retorno de la inversión en la gestión del conocimiento, cuándo es inapropiado tratar de especificar una cantidad en dólares, y cómo saber si las inversiones en administración del conocimiento valen la pena cuando no se puede conseguir un ROI convincente. Algunas empresas miden con éxito el rendimiento de sus inversiones en administración del conocimiento, pero solo para ciertos tipos de trabajo. Un par de ejemplos:
  • Las compañías petroleras han demostrado que compartir los conocimientos técnicos entre los equipos de perforación reduce los problemas y acelera el proceso, ahorrando decenas de millones de dólares al año en el costo de establecer nuevos pozos. 
  • La base de datos Eureka, de Xerox, para comunicar consejos de reparación a los técnicos, reduce los costos aproximadamente un 10%. Xerox llegó a esa cifra realizando un experimento controlado para comparar la eficiencia de los grupos que utilizaban o no la base de datos. En casos como este, la clave de la medición está en centrarse en las actividades que son demasiado complejas para capturarlas en una serie de instrucciones estándar, pero que se repiten, con variaciones, una y otra vez.
Sin embargo, cuando se trata de consultoría estratégica o de investigación básica, a menudo es imposible conectar y medir el conocimiento suministrado con el dinero ganado o ahorrado de manera directa. Las empresas de consultoría, que se encuentran entre los usuarios más apasionados de la gestión del conocimiento, comprenden que muchos factores interrelacionados, desde la experiencia en el área temática hasta el conocimiento tácito de la organización y la solidez de sus redes empresariales, desempeñan un papel a la hora de obtener un contrato en particular o llevar a cabo un compromiso lucrativo. No existe una fórmula para determinar cuánto contribuye la gestión del conocimiento a esos éxitos.  Tampoco hay una forma precisa de medir el rendimiento de las inversiones en gestión de conocimiento en investigación que puede (o no) producir una innovación muy rentable dentro de cinco años. Los intentos de cuantificar el rendimiento de las inversiones en gestión del conocimiento en tales casos probablemente midan las cosas que no importan y se pierdan las que sí.  En una empresa de consultoría, por ejemplo, el ROKI en el ahorro de tiempo, en una estadística de gestión del conocimiento común es menos importante que la calidad de la producción y su impacto en la reputación de la empresa. Aunque el tiempo ahorrado puede medirse, no hay garantía de que se utilice de manera productiva. La calidad y el impacto en la reputación de la organización, aunque serían buenas medidas del valor de la gestión del conocimiento, desafían en gran medida la cuantificación. Entonces, ¿cómo abordan las organizaciones basadas en el conocimiento el problema de la medición del retorno de inversión?  En el pasado, muchas iniciativas de gestión del conocimiento se diseñaban para poner muchos conocimientos a disposición de mucha gente, y se suponía que todo ese conocimiento tenía que generar algún valor. Dado que la eficacia de esfuerzos tan amplios es incierta e inconmensurable, los líderes inteligentes de hoy en día necesitan cada vez más claridad sobre los objetivos específicos de los esfuerzos de gestión de los conocimientos antes de aprobarlos: los proyectos se dirigen con mayor frecuencia a funciones, grupos o procesos concretos, y los resultados esperados se articulan desde el principio. Los líderes de las organizaciones basadas en el conocimiento que tienen los programas de gestión del conocimiento más dinámicos abordan el problema de la medición aceptando indicadores blandos de que la gestión del conocimiento se está ganando su sustento en lugar de exigir números fijos que pueden resultar engañosos.  Insisten en que se evalúen los programas, pero aceptan anécdotas sobre la reutilización del conocimiento con éxito (o fracaso), historias de proyectos de colaboración productivos (o improductivos) y encuestas sobre la satisfacción de empleados y clientes como los mejores indicadores de valor. Se dan cuenta de que una anécdota reveladora es mejor «medida» que un número preciso pero irrelevante. Saber lo que se esfuerza con la gestión del conocimiento hace que sea mucho más fácil determinar si está obteniendo valor por el dinero gastado, incluso si el ROI nunca aparece en un balance.  EN CONCLUSIÓN Una parte importante de los intentos de medición del ROKI evidencian la gran complejidad, teórica y empírica, que constituye el establecer indicadores que logren captar todas las dimensiones y elementos que intervienen en la economía del conocimiento. Por lo regular se tiene alguna claridad sobre los componentes fundamentales de la economía del conocimiento, pero parece no haber un consenso sobre cuáles serían los indicadores más adecuados para evaluar cada uno de ellos y lograr más claridad sobre el retorno de inversión, aun cuando en algunos países ya se han determinado marcos conceptuales y estadísticos para llevar a cabo este trabajo de medición. Entonces surgen algunas interrogantes cuyas respuestas podrían variar de acuerdo con las experiencias personales. Por ejemplo: ¿Tenemos que medir el ROKI? Ten presente que, para muchas empresas, el conocimiento es el único activo y es el responsable de los resultados. ¿Cómo podemos medir el ROKI? Recuerda que el conocimiento es un intangible y que es un medio, no un fin en sí mismo. ¿Las herramientas tradicionales nos permiten gestionar el conocimiento? No olvides que muchos sistemas y herramientas organizacionales no fueron diseñados para gestionar los intangibles.  ¿Cómo podemos medir la gestión del conocimiento y su impacto en la organización? Es importante darse cuenta de que el conocimiento es siempre una de las causas (a veces es la única causa) de cualquier problema empresarial y, por lo tanto, también es una parte vital de la solución.  ¿Qué retos tenemos para el futuro? ¿Qué metodologías y herramientas nos permitirían medir el ROKI? Cada quien tendrá su respuesta.  

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Más Allá de la Ciencia Pero además de desarrollos científicos de gran valía, a las universidades de gran parte del mundo también les ha preocupado la formación para el emprendimiento no sólo por el impacto que la creación de empresas tiene en el desarrollo económico de las sociedades, sino por el hecho de que cada vez es menor la probabilidad de que un profesional encuentre una opción laboral real y competitiva. Un análisis realizado por la OCDE en 2017 revisó cuál es la participación de los jóvenes latinoamericanos en las actividades productivas, examinando su inserción en el mercado laboral, las competencias adquiridas y sus actividades emprendedoras. El análisis reveló que uno de cada cuatro latinoamericanos tiene entre 15 y 29 años, y que dos de cada diez de ellos “trabajan” en el sector informal, y los demás ni trabajan ni estudian ni reciben algún tipo de formación. La situación empeoró con la pandemia pues antes de ello los jóvenes latinoamericanos tenían pocas perspectivas de empleo que, con la pandemia, se agudizaron debido a la desaceleración económica y al cierre de muchas empresas que no pudieron resistir el confinamiento. Adicionalmente, nadie motivó a estos jóvenes para desarrollar algún emprendimiento que les ayudará a sortear la crisis. Sin embargo, conviene recordar que en agosto de 2015 el grupo de investigación en Emprendimiento Empresarial de la Universidad Nacional de Colombia realizó una investigación con estudiantes de pregrado, nivel que consideraron “Semillero de Investigación”, con el fin de conocer, a partir de la revisión teórica, el aporte que la educación superior hace al proceso de convertirse en emprendedor. Como resultado fundamental se evidenció que los procesos de formación en emprendimiento desarrollan actitudes, despiertan el interés y ofrecen conocimientos útiles para el desarrollo del potencial emprendedor de los jóvenes, por lo que el equipo consideró que era importante su desarrollo en las instituciones de educación superior. El estudio fue publicado en la Revista de Investigaciones de la Escuela de Administración y Mercadotecnia (EAM) del Quindío.  

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  Otra de las derivaciones de dicho estudio fue que los estudiantes que tienen contacto con programas para la formación de competencias y el fortalecimiento del espíritu empresarial tienen mayores oportunidades de emprender, que quienes no han tenido contacto con este tipo de formación.  Dieter Holtz, Presidente de Laureate Education Inc. en México, ha expresado que “El papel de la educación superior para fortalecer el desarrollo de las competencias e impulsar el emprendimiento entre sus estudiantes es fundamental. Las universidades somos un eslabón indispensable para que las ideas que se generan en las aulas se puedan trasladar al ámbito comercial.” Sugiere que para potenciar las mentes creativas es fundamental alentar competencias como la capacidad de asumir riesgos y gestionarlos, desarrollar actitudes propositivas y el trabajo en equipo, y aprender a enfrentar la incertidumbre, entre otras, y reconoce la importancia de ejercitar la mentalidad emprendedora a través de la práctica como pueden ser los concursos de innovación. “Un ejemplo de ello fue Pitch to Rich México 2016, que surgió gracias a la alianza entre Virgin Mobile y Laureate México para impulsar a los emprendedores universitarios, a través de una competencia de negocios basados en desarrollos con aplicación en dispositivos móviles y con un beneficio social.” En ese evento participaron más de 100 proyectos de 45 universidades de México y el ganador fue una empresa que desarrolló una plataforma enfocada en el empleo para las trabajadoras domésticas. Por su parte José Ernesto Amorós, Director Nacional de Programas Doctorales / Colíder del Grupo de Investigación de Enfoque Estratégico (Giees) en Emprendimiento y Liderazgo de la Escuela de Graduados en Administración y Dirección de Empresas (EGADE) del Tecnológico de Monterrey, al presentar en 2019 el reporte Global Entrepreneurship Monitor (GEM, 2018-2019) comentó que una de las conclusiones del mismo es que “Entre los factores que presentan mayores áreas de oportunidad están los procesos de educación, específicamente introducir nociones de emprendimiento, en los niveles básicos (primaria y secundaria)”. Asimismo destacó que dos de los aspectos mejor evaluados fueron el desarrollo de una cultura pro-emprendimiento, donde la sociedad valora la creación de nuevas empresas, y la formación para el emprendimiento en educación superior. “Este último aspecto es muy motivante, al reconocer el rol tan relevante de las instituciones de educación superior en pro del emprendimiento”. La Experiencia del MIT El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) está lanzando un nuevo enfoque para la formación de empresas denominado “Proto Ventures” que supervisará la aparición de nuevas empresas a lo largo de un ciclo completo que va desde el descubrimiento de ideas y recursos dentro de la comunidad del MIT, hasta la exploración del espacio para la solución del problema, un proceso metódico de reducción de riesgos; y la ayuda para construir una "proto empresa" que demuestre su viabilidad y la solidez de la tecnología. Este programa funcionará a base de varios “canales” dirigidos por un Venture Builder, es decir, un experto en la materia con doctorado en un campo científico o tecnológico y experiencia de liderazgo demostrada, cuyo papel tiene diferentes aspectos comparables al de un post doctorado del MIT, al de un fundador de una startup, o al de un asociado de una empresa de Capital Riesgo.  Los canales son áreas temáticas delimitadas, como la atención sanitaria y la inteligencia artificial, en las que trabajarán los equipos. El Venture Builder es una persona dentro de la comunidad del MIT cuyo único trabajo es descubrir ideas que puedan dar lugar a empresas tecnológicas transformadoras, para luego dirigir el proceso iterativo de experimentación y desarrollo de la empresa; se trata de alguien con profundos conocimientos tecnológicos, empleado del MIT a tiempo completo, que dispondrá de un presupuesto y el apoyo de un equipo de Venture Fellows (miembros actuales de la comunidad del MIT que buscan trabajar en proyectos) a los que reclutarán.  Adicionalmente, el Venture Builder contará con el apoyo de una junta de asesores y un marco de programa por fases (descubrimiento, identificación, exploración y experimentación) con una serie de resultados basados en hitos para ayudar a estructurar el progreso. El Programa Proto Ventures encuentra personas, ideas y tecnologías innovadoras en el MIT y las reúne para crear empresas tecnológicas transformadoras que creen nuevos paradigmas tecnológicos en busca de resolver "los grandes retos del mundo". Se espera que con este programa se generen nuevos mercados y empresas tecnológicas transformadoras con un profundo impacto en los grandes problemas del mundo. Para su operación, este programa seguirá las mismas reglas de desarrollo y licencia que el resto de la investigación en el MIT. En sintonía con lo anterior, recientemente ha surgido un movimiento que conjunta a un numeroso grupo global de agentes de cambio que, unidos, buscan crear posibilidades de solución a diversos problemas mundiales. En él participan egresados (maestros y doctores) de distintas universidades, organismos que apoyan el emprendimiento y algunas fundaciones, para integrar una comunidad masiva de agentes de cambio, convirtiendo la propiedad intelectual en aplicaciones tecnológicas significativas. Entre las numerosas instituciones que se han unido figuran: AUTM, EGADE Business School, Global Entrepreneurship Network, Hultz Prize, MIT, NACO, Pacific Alliance, Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, Red Global MX, Red OTT México, Stanford, UK Royal Academy of Engineering, Universidad Católica de Chile, Universidad Nacional Autónoma de México, University of Sheffield, University of West Indies, US National Innovation Network,US National Science Foundation, UT Austin, Virginia Tech, World Intellectual Property Organization, y X Prize. Es un movimiento que ayuda a los innovadores a diseñar, validar y desarrollar modelos de negocio vinculando a la academia con los centros de investigación y las corporaciones, que se ha dada cuenta de la importancia del emprendimiento de base científica y tecnológica y de la importancia de acortar la llegada de los productos o servicios al mercado.  ¿Y la Comercialización? La investigación universitaria no sólo es para consumo en la casa de estudios, especialmente cuando su objetivo está relacionado con la solución a grandes problemas de la humanidad. Un producto o servicio emanado de una institución de educación superior también tiene un valor comercial que beneficia tanto al (los) autor(es) como a la propia institución. El proceso de comercialización de la investigación se realiza a través de un proceso denominado Transferencia de Tecnología a través del cual empresas u organismos se encargan de transferir entre ellas los conocimientos, tecnologías y habilidades para un mejor desarrollo y producción de bienes y servicios, con el fin de generar inteligencia tecnológica a organizaciones que carecen de recursos para mejorar dentro y fuera de la empresa.  La transferencia de tecnología agrega valor al producto o servicio, que se ha perdido por falta de conocimientos y avances tecnológicos, y a la vez genera competencia entre organizaciones que cuentan con recursos financieros para invertir en investigaciones científicas y tecnológicas para no perder mercado. Mientras que algunos científicos continúan publicando sus investigaciones en revistas afamadas para obtener más subvenciones y continuar con sus investigaciones, hay otros que ven en los resultados de su trabajo o posible nuevo producto o servicio para bien de la sociedad. Es entonces cuando recurren a la transferencia de tecnología.  Según una investigación realizada por David Hsu, de la Wharton School, y Matt Marx, de la Universidad de Cornell, alrededor del 74% de los descubrimientos académicos que se tradujeron en productos obtuvieron patentes y aparecieron en revistas académicas. Según William Shaw, director senior de Transferencia de Tecnología y Colaboración con la Industria de la Universidad de Tufts, "Aquí en Tufts, nuestra misión es reunir a las distintas partes interesadas necesarias para que una idea salga del laboratorio y llegue al mercado. Reunir al equipo adecuado es lo que, en última instancia, permitirá alcanzar el mercado con mayor probabilidad de éxito". Para los investigadores que siguen el camino empresarial, existen programas en algunos países que ofrecen financiamiento en la fase inicial para llevar al mercado la investigación de la universidad. Por ejemplo, en Estados Unidos el gobierno ha implementado el Small Business Innovation Research (SBIR) y el Small Business Technology Transfer (STTR).  Existen también los aceleradores de emprendimientos en los que el científico puede aprender todo respecto al emprendimiento; el único tema es que el resultado de la ciencia universitaria debe funcionar y, probarlo, puede tomar tiempo. La medida de la validación de la idea científica es la publicación en revistas y patentes y la validación empresarial se medirá por la capacidad del científico para conseguir inversionistas privados o asociaciones corporativas y no por la respuesta de los clientes o las ventas, porque la investigación puede no llegar al mercado durante muchos años. Esta comercialización del conocimiento, su rápida expansión y creciente dependencia de la informatización, el análisis de los grandes datos y la automatización, están cambiando la economía del mundo desarrollado hacia una que depende más del capital intelectual y de las habilidades, y menos del proceso de producción. Es lo que ahora conocemos como la Economía del Conocimiento.  La economía del conocimiento apoya y se nutre de la innovación, la investigación y los rápidos avances tecnológicos. La abrumadora mayoría de los trabajadores de la economía del conocimiento son extremadamente informáticos y, gracias a las instituciones de enseñanza superior, están capacitados para crear modelos empresariales y financieros. Por ello es que existe un vaivén entre los centros de investigación, las universidades y los grupos de reflexión, y las empresas que utilizan sus descubrimientos. A su vez, el énfasis en el conocimiento y la innovación en el mundo empresarial estimula un mayor y más rápido crecimiento de la información y el análisis y manipulación de datos en el mundo académico. En Suma, Cuatro Puntos
  • La creación de mejores condiciones para emprender, es decir, tener ecosistemas bien articulados en torno de universidades, es una fórmula que ha resultado muy exitosa en varios de los lugares más emblemáticos del emprendimiento a nivel mundial. Son los emprendedores y sus empresas los generadores de mayor competitividad e innovación, dos aspectos indispensables para el crecimiento económico y social de cualquier país.
  • En la economía del siglo XXI es necesario también impulsar la capacidad para adquirir nuevos conocimientos y seguir aprendiendo a lo largo de la vida. Fomentar la curiosidad intelectual es vital para adaptarse a la velocidad de las innovaciones y ampliar las posibilidades de éxito de los emprendedores.
  • De igual forma, fortalecer la vinculación de las instituciones de educación superior con el sector productivo es una condición necesaria para el desarrollo exitoso del ecosistema emprendedor. Para ello, los programas de formación que combinan el aprendizaje en el aula con experiencias laborales, son cruciales.
  • Las incubadoras de negocio en las universidades también han probado ser muy útiles, pues a través de ellas se ofrece apoyo académico para la elaboración de un plan de negocios, el acercamiento a fuentes de financiamiento, asesoría para el arranque de operaciones de la empresa y seguimiento en sus primeros años.
Las universidades actuales tienen el reto no sólo de fomentar el emprendimiento, sino de ser más emprendedoras ellas mismas, mediante una participación más activa en la solución de los problemas sociales. No deben ser un mero espectador del cambio, sino  convertirse en el actor principal de dicho cambio, contribuyendo mediante la generación de ideas innovadoras que impulsen el desarrollo económico y social de sus comunidades.  El emprendimiento es importante como elemento generador de riqueza y de empleo. Un estudio de la Universidad de Cornell, resalta que existen dos modelos de educación en emprendimiento: Imán y Radiante. La diferencia radica en el lugar dónde se enseña sobre emprendimiento. El primero implica que todos los programas se imparten en una escuela o facultad. Un ejemplo de este modelo es Babson College (Massachusetts), aunque esto no implica que no puedan asistir estudiantes de otras facultades. En el segundo modelo, los cursos se imparten en varias escuelas. Por ejemplo, en la Universidad de Cornell los cursos se imparten en las nueve escuelas. La conclusión es que el conocimiento proporciona la base para la experiencia técnica necesaria, las habilidades de recopilación y análisis de datos y las prácticas de gestión innovadoras que permiten a las empresas y negocios competir en la economía moderna y global. Los conocimientos y habilidades especializados pueden servir como activos productivos para que una empresa los emplee, o como productos para que una empresa los comercialice y venda. ¿Te has preguntado por qué algunas universidades son más fuertes en promover el emprendimiento? Si estimas que el sistema de aprendizaje profesor-alumno ya no funciona para motivar el emprendimiento, ¿qué propondrías a tu alma mater? ¿Crees que el sistema de educación superior en tu zona de influencia debería ser más agresivo para fomentar la innovación y el emprendimiento? ¿Qué dirías que ha hecho exitoso al MIT en el tema de nuevas tecnologías y emprendimiento? Para saber más sobre este tema, ingresa a https://hackx.space  

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Una economía que ha colocado a las industrias de TIC en la vanguardia del crecimiento económico general y que busca, más que nada, habilidades que incluyen el análisis de datos, la creación y el trabajo con modelos financieros, y la capacidad de innovar; esto es, requiere la presencia de un mayor porcentaje de empleados altamente calificados cuyos trabajos requieren conocimientos o habilidades especiales pues demanda pensar y analizar datos, y se nutre de la innovación, la investigación y los rápidos avances tecnológicos. Según algunos teóricos, el concepto de economía del conocimiento puede verse de tres formas distintas: la economía del aprendizaje, la economía creativa y la economía del conocimiento abierto.  Una economía del aprendizaje, que es la que mejor describe el tipo de economía del conocimiento, es aquella en la que la educación y las competencias se valoran como activos significativos, y en la que las credenciales educativas se comparten abiertamente entre los alumnos y las instituciones contratantes como forma de demostrar la posesión de estos activos. Una "economía creativa" en la que los valores de la creatividad y el ingenio se aprecian como un valor económico real. Se refiere en general a todo un sistema económico en el que se da prioridad a los instintos creativos, en lugar de referirse simplemente a la participación en actividades tradicionalmente consideradas creativas. Algunos economistas modernos consideran que esta es la característica central de las economías de libre mercado del siglo XXI.  Una economía de "conocimiento abierto" que prioriza la transparencia, el acceso y la inclusión, hasta el punto de que la educación y las oportunidades estén al alcance del mayor número posible de participantes. Según Michael Peters, de la Escuela de Economía de Yale, una economía del conocimiento abierta "proporciona un modelo de forma radicalmente no pertinaz que incorpora tanto economías de ‘educación abierta’ como de ciencia abierta". En términos más sencillos, una economía del conocimiento abierta es aquella que avanza en la democratización del conocimiento, la educación y la información.  Para Peters, "estas tres formas y discursos representan tres concepciones recientes relacionadas, pero diferentes, de la economía del conocimiento, cada una con un significado e implicaciones claras para la educación y la política educativa". EL ROKI El componente clave de una economía del conocimiento es su gran dependencia de las capacidades intelectuales más que de los insumos físicos o los recursos naturales. Cada vez se hace más hincapié en la recopilación y el análisis de datos, y en el desarrollo de algoritmos e inteligencia artificial (IA) y por eso es que la abrumadora mayoría de los trabajadores en esta economía son extremadamente informáticos, están capacitados para crear modelos empresariales y financieros, y, todo ello son activos productivos para que una empresa los emplee, o los comercialice y venda. Es una economía que, desde la llegada y proliferación de la Internet inalámbrica de alta velocidad en las últimas dos décadas, ha alterado literalmente todas las dimensiones de la vida económica: desde la forma en que los consumidores interactúan con las marcas hasta la forma en que las empresas colaboran entre sí; desde la manera en que los individuos se ganan la vida hasta el cómo intercambiamos moneda. Su dependencia de la IT incrementa las inversiones y los gastos, de forma que el gasto en tecnologías de la información -medido como porcentaje de los ingresos de las empresas- ha aumentado más del 50% desde principios de siglo, lo que refleja la importancia central de las TI para la rentabilidad de las empresas. Es por eso que, independientemente de que los emprendedores sean conscientes del tiempo que llevará la recuperación de la inversión inicial y, consecuentemente, del tiempo en el que no se percibirán ganancias reales, determinar la situación de rentabilidad implica conocer puntualmente el estado de las finanzas para poder conocer los costos operativos, la tasa de conversión de clientes y el pago de impuestos, entre otros.  Saber cuáles han sido las utilidades obtenidas en un determinado momento y si, en efecto, el negocio ha crecido, requiere de un indicador que permita evaluar la rentabilidad de una inversión en base al capital destinado y al beneficio obtenido; a ese indicador se le denomina Retorno de Inversión (ROI por sus siglas en inglés).  El retorno de inversión generalmente se calcula como una tasa que representa porcentualmente el crecimiento de una empresa y permite comprender su evolución financiera, en su totalidad o en partes específicas de su operación. Realizado de manera correcta, puede auxiliar en temas como: rentabilidad, ventas, estrategias de costos, planeación financiera futura o posibilidad de nuevos proyectos, entre otros. Pero, a partir del surgimiento de la Economía del Conocimiento, en años recientes ha cobrado interés el poder determinar el retorno de inversión de la gestión del conocimiento o “ROKI” (Return on Knowledge Investment). Muchas empresas llevan más de una década intentando sin éxito calcular el ROKI. Los primeros esfuerzos por calcular el valor total del conocimiento de una organización no sólo eran poco convincentes, sino que no incluían el punto fundamental: determinar cuánto de ese conocimiento se utilizaba realmente para beneficiar a la organización y si todos, o la mayor parte de ellos, dejaban alguna rentabilidad; por ejemplo: no saber si el tiempo y esfuerzo dedicados a recuperación y sistematización de datos contribuía al rendimiento y compensaba los costos de su ejecución.  

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  GESTIÓN DE CONOCIMIENTO Para logar un cálculo más o menos real del ROKI, es importante tener claridad sobre los conceptos que van a ser evaluados incluyendo: gestión, conocimiento, información y datos. Las distintas definiciones de gestión del conocimiento hablan tanto de información como de datos, pero no son sinónimos, no significan lo mismo. Si estamos hablando de la gestión del conocimiento para determinar su retorno de inversión, debemos tener claro a qué nos referimos. Si hablamos de gestión debemos entender que se trata de asumir y llevar a cabo las responsabilidades sobre un proceso, lo que implica disponer de los recursos y estructuras necesarias, y coordinar actividades e interacciones. Según el mundialmente aceptado marco de referencia Objetivos de Control para las Tecnologías de la Información y Relacionadas (COBIT 5 por sus siglas en inglés) -el cual proporciona una visión empresarial de la gestión de la tecnología y la información como protagonistas en la creación de valor para las empresas- la gestión planifica, construye, ejecuta y controla actividades alineadas con la dirección establecida por el cuerpo de gobierno para alcanzar las metas empresariales. En cuanto a información, ésta engloba una serie de datos que se encuentran estructurados de acuerdo con su relevancia y propósito. Se trata de un mensaje que se transmite a una persona o a un grupo de personas que forman parte de una organización, con el fin de alcanzar los objetivos propuestos. Y el conocimiento es un conjunto de saberes que muchas veces resulta difícil de comunicar dado que reside en el complejo sistema de procesos que da como resultado la materialización de los bienes o servicios. El conocimiento tiene dos soportes básicos: El capital humano que interviene en los procesos de producción o de soporte organizacional (formación, capacidades, cualidades personales, entre otras); y la información manejada en dichos procesos, que capacita a estas personas a incrementar su formación o habilidades para el desarrollo de sus tareas. El valor del conocimiento radica en su cualidad de ser algo difícil de imitar, lo que lo hace un elemento raro y una potencial fuente de ventaja competitiva. Su gestión se enfoca a la manera en que se captura el conocer (construcción del conocimiento tácito), y a cómo se pone a disposición de otros y se reutiliza para formar un capital intelectual (banco de conocimiento explícito). Gestionar el conocimiento implica verlo como uno de los recursos clave de cualquier organización, que se gesta y manifiesta de forma tácita mediante habilidades, experiencias e intuiciones. De acuerdo con Bulmaro Adrián Fuentes Morales, en su tesis doctoral, las propiedades principales del conocimiento tácito son: intangibilidad (aunque su aplicación produce efectos observables y medibles); no se desgasta por el uso; no daña a nada ni a nadie; se adapta a diferentes aplicaciones (lo que le confiere valor de uso, dependiendo de las capacidades de quien lo ponga en práctica); no se daña ni se deteriora; y se puede incrementar. El conocimiento explícito se puede llevar desde donde se generó o almacenó hasta el lugar dónde se va a ocupar o almacenar nuevamente. Para ello debe hacerse explícito por medio de información a través de un canal de comunicación que es el elemento físico que lo transmite de un punto a otro. Lo anterior implica que se puede incorporar a dispositivos y/o procesos para después con técnicas de ingeniería inversa se pueda recuperar. Por otro lado, el conocimiento se encuentra en continua evolución. Evoluciona al interrelacionarse con las personas que lo utilizan y el medio donde se desenvuelve la organización, por lo que continuamente se va complementando y mejorando. Gestionar el conocimiento es transferir el conocimiento desde el lugar donde se genera hasta el lugar en donde se va a emplear, para lo cual es necesario desarrollar las competencias necesarias al interior de las organizaciones tanto para compartirlo como para utilizarlo, así como para valorarlo y asimilarlo si se encuentra en el exterior de la organización generadora. En el ámbito organizacional la gestión del conocimiento se enfoca en que cada quien en la organización sepa lo que el otro conoce, a fin de mejorar los rendimientos de las organizaciones. Es un concepto que no tiene una definición única, ya que ha sido explicado por diferentes autores de diversas formas de acuerdo con cada perspectiva de análisis. Algunos de ellos son los siguientes:
  • “Es el proceso sistémico de buscar, organizar, filtrar y presentar la información con el objetivo de mejorar la comprensión de las personas en un área específica de interés”. (Davenport, T.H., & Prusak, L. Working knowledge: how organisations manage what they know. Harvard Business School Press. 1998)
  • “Es el proceso organizacional que busca la combinación sinérgica del tratamiento de los datos y la información mediante las capacidades de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) y las capacidades de creatividad e innovación de las personas”. (Gold, A.H., et al. Knowledge management, an organizational capabilities pespective. Journal of Management Information Systems, 2001)
  • “Es una estrategia administrativa que captura, maneja y usa la información para implementar proyectos de una manera efectiva y eficiente”. (Batten, Lance. Knowledge Management 100 Success Secrets. Lulu.com, 2008)
  • “Es la nueva disciplina para habilitar personas, equipos y organizaciones completas en la creación, compartición y aplicación del conocimiento, colectiva y sistemáticamente, para mejorar la consecución de los objetivos de negocio”. (Wallace, William. La Gestión del Conocimiento, 1999)
Más que definir, cada conceptualización señala características de la gestión del conocimiento, por tanto, podría decirse que se trata de un sistema facilitador que transfiere experiencias individuales y colectivas que forman parte del conocimiento del recurso humano que trabaja en una organización.  Su propósito es conseguir que ese conocimiento se convierta en un valor agregado para la empresa y le permita obtener una ventaja sostenible sobre las demás dentro de su sector. Dado que el conocimiento no puede ser considerado como algo exclusivo de cada empleado, se comparte para convertirse en un patrimonio importante para la empresa en función al incremento en la eficiencia y la productividad. Es decir, la gestión del conocimiento permite que las empresas puedan añadir valores agregados a los productos y servicios que venden al mercado. Este valor agregado hace que se diferencien sustancialmente de la competencia. CÓMO HA EVOLUCIONADO EL ROKI En realidad, el problema de calcular el retorno de inversión del conocimiento no ha sido del todo resuelto.  Lo que es un hecho es que profesionales en la gestión del conocimiento en más de una docena de organizaciones (desde empresas de alta tecnología, farmacéuticas y petroleras hasta consultorías, agencias gubernamentales y ONG) sugieren que se han adquirido más conocimientos al respecto. Al menos ahora ya se comprende cuándo es necesario buscar un retorno de la inversión en la gestión del conocimiento, cuándo es inapropiado tratar de especificar una cantidad en dólares, y cómo saber si las inversiones en administración del conocimiento valen la pena cuando no se puede conseguir un ROI convincente. Algunas empresas miden con éxito el rendimiento de sus inversiones en administración del conocimiento, pero solo para ciertos tipos de trabajo. Un par de ejemplos:
  • Las compañías petroleras han demostrado que compartir los conocimientos técnicos entre los equipos de perforación reduce los problemas y acelera el proceso, ahorrando decenas de millones de dólares al año en el costo de establecer nuevos pozos. 
  • La base de datos Eureka, de Xerox, para comunicar consejos de reparación a los técnicos, reduce los costos aproximadamente un 10%. Xerox llegó a esa cifra realizando un experimento controlado para comparar la eficiencia de los grupos que utilizaban o no la base de datos. En casos como este, la clave de la medición está en centrarse en las actividades que son demasiado complejas para capturarlas en una serie de instrucciones estándar, pero que se repiten, con variaciones, una y otra vez.
Sin embargo, cuando se trata de consultoría estratégica o de investigación básica, a menudo es imposible conectar y medir el conocimiento suministrado con el dinero ganado o ahorrado de manera directa. Las empresas de consultoría, que se encuentran entre los usuarios más apasionados de la gestión del conocimiento, comprenden que muchos factores interrelacionados, desde la experiencia en el área temática hasta el conocimiento tácito de la organización y la solidez de sus redes empresariales, desempeñan un papel a la hora de obtener un contrato en particular o llevar a cabo un compromiso lucrativo. No existe una fórmula para determinar cuánto contribuye la gestión del conocimiento a esos éxitos.  Tampoco hay una forma precisa de medir el rendimiento de las inversiones en gestión de conocimiento en investigación que puede (o no) producir una innovación muy rentable dentro de cinco años. Los intentos de cuantificar el rendimiento de las inversiones en gestión del conocimiento en tales casos probablemente midan las cosas que no importan y se pierdan las que sí.  En una empresa de consultoría, por ejemplo, el ROKI en el ahorro de tiempo, en una estadística de gestión del conocimiento común es menos importante que la calidad de la producción y su impacto en la reputación de la empresa. Aunque el tiempo ahorrado puede medirse, no hay garantía de que se utilice de manera productiva. La calidad y el impacto en la reputación de la organización, aunque serían buenas medidas del valor de la gestión del conocimiento, desafían en gran medida la cuantificación. Entonces, ¿cómo abordan las organizaciones basadas en el conocimiento el problema de la medición del retorno de inversión?  En el pasado, muchas iniciativas de gestión del conocimiento se diseñaban para poner muchos conocimientos a disposición de mucha gente, y se suponía que todo ese conocimiento tenía que generar algún valor. Dado que la eficacia de esfuerzos tan amplios es incierta e inconmensurable, los líderes inteligentes de hoy en día necesitan cada vez más claridad sobre los objetivos específicos de los esfuerzos de gestión de los conocimientos antes de aprobarlos: los proyectos se dirigen con mayor frecuencia a funciones, grupos o procesos concretos, y los resultados esperados se articulan desde el principio. Los líderes de las organizaciones basadas en el conocimiento que tienen los programas de gestión del conocimiento más dinámicos abordan el problema de la medición aceptando indicadores blandos de que la gestión del conocimiento se está ganando su sustento en lugar de exigir números fijos que pueden resultar engañosos.  Insisten en que se evalúen los programas, pero aceptan anécdotas sobre la reutilización del conocimiento con éxito (o fracaso), historias de proyectos de colaboración productivos (o improductivos) y encuestas sobre la satisfacción de empleados y clientes como los mejores indicadores de valor. Se dan cuenta de que una anécdota reveladora es mejor «medida» que un número preciso pero irrelevante. Saber lo que se esfuerza con la gestión del conocimiento hace que sea mucho más fácil determinar si está obteniendo valor por el dinero gastado, incluso si el ROI nunca aparece en un balance.  EN CONCLUSIÓN Una parte importante de los intentos de medición del ROKI evidencian la gran complejidad, teórica y empírica, que constituye el establecer indicadores que logren captar todas las dimensiones y elementos que intervienen en la economía del conocimiento. Por lo regular se tiene alguna claridad sobre los componentes fundamentales de la economía del conocimiento, pero parece no haber un consenso sobre cuáles serían los indicadores más adecuados para evaluar cada uno de ellos y lograr más claridad sobre el retorno de inversión, aun cuando en algunos países ya se han determinado marcos conceptuales y estadísticos para llevar a cabo este trabajo de medición. Entonces surgen algunas interrogantes cuyas respuestas podrían variar de acuerdo con las experiencias personales. Por ejemplo: ¿Tenemos que medir el ROKI? Ten presente que, para muchas empresas, el conocimiento es el único activo y es el responsable de los resultados. ¿Cómo podemos medir el ROKI? Recuerda que el conocimiento es un intangible y que es un medio, no un fin en sí mismo. ¿Las herramientas tradicionales nos permiten gestionar el conocimiento? No olvides que muchos sistemas y herramientas organizacionales no fueron diseñados para gestionar los intangibles.  ¿Cómo podemos medir la gestión del conocimiento y su impacto en la organización? Es importante darse cuenta de que el conocimiento es siempre una de las causas (a veces es la única causa) de cualquier problema empresarial y, por lo tanto, también es una parte vital de la solución.  ¿Qué retos tenemos para el futuro? ¿Qué metodologías y herramientas nos permitirían medir el ROKI? Cada quien tendrá su respuesta.  

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