El Costo de la Simulación 

A tres años de gobierno, las características del discurso de la 4T son la confrontación, la irracionalidad y la simulación. 

25 de octubre, 2021

Después de tres años de gestión de esta transición de gobierno en turno, contamos con información de su pensamiento, de su orientación pero sobre todo del costo de su actuar. A tres años de distancia podemos juzgar y valorar las principales acciones que naturalmente han costado en las cancelaciones, en las decisiones que intentaron suplantar organismos en marcha, instituciones creadas en administraciones anteriores que lograron efectividad y cobertura. Todo lo mencionado se encuentra documentado y es innegable el yerro acumulado por esta transición. 

Si las cosas hubieran resultado perfectibles ya nos hubiéramos enterado. Si las acciones hubieran provocado eficiencia también sería de nuestro conocimiento. Si las instancias destinadas a cobertura hubieran superado metas anteriores naturalmente merecerían reconocimiento. Entonces viene el juicio inevitable a ponderar la acción emprendida y la efectividad lograda. En toda actividad económica, existe una relación simple de costo-beneficio. En esta transición es imposible lograr una acepción tan sencilla porque la relación del beneficio es inexistente. 

Al inicio de esta gestión y poco antes también, el análisis económico de despegue dejaba indefenso cualquier intento por justificar una política pública de esta transición. La cancelación de Texcoco marcó una línea de pensamiento en la conducción de la economía del país. La obstrucción significó un anticipo de lo que ahora conocemos como un planteamiento de desvío real del mundo moderno. Los analistas esperaban la reacción de mercados y calificadoras para una corrección de rumbo. Esta jamás llegó y desde luego las circunstancias del discurso del presidente alejan toda posibilidad de cambio de ruta en los próximos dos años y meses que restan.

Ante un discurso de confrontación con la razón, con el entendimiento y con la inversión, las guías de una política racional se debilitan en donde el sustento de todo proyecto se ampara, el recurso. Es ahí donde se centra el mayor de los problemas. Es también el eje de discusión en cuanto a la continuidad del proyecto, si así puede llamarse este intento infame de saqueo. Ya existe oposición firme y estructurada que se gesta en elevados círculos de opinión y más allá de la opinión, la acción. Los frentes ya están abiertos, no existe doble discurso del lado de la transición y tampoco del lado de la empresa y la civilidad. 

Las instancias del despojo ya quedaron marcadas de tiempo atrás; la superficialidad del trato a la denuncia de verdadera flagrancia del abuso en innumerables casos ya abunda e inunda el terreno del delito en muchas circunstancias conocidas. La transición en turno ya acumula señalamientos graves de desorden presupuestal, de derroche irresponsable, de clausura de instancias formales, de dispendio sin rendición de cuentas. Las cifras abundan, no son señales aisladas ni muestras amparadas en el refugio contra una ideología, si ese fuera el caso. Los números no traicionan ningún precepto, concluyen en calificaciones que por simple añadidura, reprueban toda la trayectoria de esta mal llamada transformación. 

No existe ningún recurso sano en esta transición, es preciso señalarlo y denunciarlo, porque la marcha del fracaso ha sido acompañada por un endeudamiento excesivo que a su vez no ha acompañado la infraestructura necesaria para la nación. De los casi tres billones de pesos de nueva deuda en tres años de gestión, el desperdicio de recursos ha detenido la economía en diversos órdenes pero fundamentalmente la producción. El estanco de la misma se ve reflejado en la inusitada demanda por encima de la oferta, provocada por la sustitución del ingreso real derivado de las cadenas productivas y la inserción de la dádiva gubernamental sin padrón.

Las situaciones descritas no solamente se encuentran en terreno probatorio, han cubierto distintas fases de denuncia, escrita, descrita y probada en circunstancias y por instancias del exterior. Pero todavía existe un elemento que lacera más aún el endeble manejo del tesoro nacional, la simulación. El discurso del presidente alienta esta simulación y cuando las aclaraciones sobre cualquier irregularidad se develan, surge la defensa del presidente que ampara y discurre un desvío de indagatoria que jamás ha producido un simple efecto de aclaración. 

Más allá de la simulación que ampara el discurso mañanero, viene el terreno de los costos a cuantificar la simulación y sorprenden las denuncias que existen todos los días en este entorno. Desde el simple otorgamiento de contratos para celebraciones y demostraciones en el Zócalo, construcciones, banquetes y un sinnúmero de reuniones de palacio y ciudad, se han descubierto maniobras ventajosas y amañadas con empresas inexistentes y particulares que nada tienen que ver con el dispendio de millones de pesos. 

Esta transición ha transitado en la opacidad, otra simulación en la que no existe transparencia; sabemos que de cada contrato que se otorga, 8 de cada 10 se hace en forma directa, privilegiando a particulares ligados al régimen. Son de amplio conocimiento la formación de empresas al vapor para recibir contratos; uno significativo lo otorgó Rocío Nahle, una simple recaudadora premiada con una posición de mando, por cinco mil millones de pesos para obra de relleno en Dos Bocas. 

La simulación es un costo adicional a la inmensa corrupción que impera en esta transición. El discurso que disculpa las acciones de un gobierno señalado por su abuso se convierte en el agravante más severo en materia de ética pública. El tránsito del eufemismo y del simbolismo a la simulación ha reunido un costo que debería alertar a las instituciones crediticias y a los organismos financieros internacionales. En este tránsito de prebendas y descomposición, la ciudadanía ya se encuentra en alerta y la acompañan organizaciones civiles, empresariales y frentes políticos por igual.

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